Mecanismos de defensa
?Qui¨¦n teme al lobo feroz? Algunos est¨¢n muy alarmados por 'lo que est¨¢ pasando en el mundo', y otros, mucho m¨¢s despreocupados, dicen que no pasa nada y se quedan tan anchos. La cuesti¨®n es tomar una postura intermedia, tal vez decir 'no pasa, pero pasa'. En fin, algo que resuma la contradictoria realidad que vivimos y que nos permita tomarla con cierto distanciamiento sin sentirnos demasiado implicados emocionalmente. Ya sabemos que el mundo est¨¢ fatal; el caso es tener la sensaci¨®n de que controlamos nuestro propio destino.
La guerra sigue desarroll¨¢ndose en los medios informativos. Hemos visto c¨®mo los que ganan les bajan los pantalones a los que pierden. Bajarle los pantalones a un vencido es privarle de todo, hasta de la poca dignidad que le puede quedar en la derrota. En las guerras se repiten escenas recurrentes, y una de ellos es la que muestra el cad¨¢ver del soldado con los pantalones por los tobillos y las verg¨¹enzas tentando a los buitres. Es cierto que nadie puede huir con los pantalones bajados, pero no parece ser ¨¦sta la ¨²nica raz¨®n para desnudar al vencido. El vejatorio trato dispensado al derrotado en los instantes que preceden a su ejecuci¨®n -o m¨¢s bien, a su asesinato- forma parte de la victoria. Estas im¨¢genes, lejos de conmovernos, son completamente rutinarias. Tan s¨®lo son el ejemplo de una serie de atrocidades necesarias, en todo caso justificadas. Es la guerra. La gente se ha acostumbrado a lo impensable, as¨ª que no resulta descabellado afirmar que no pasa nada, pese a todas las cosas que pasan.
Efectivamente, la liga de f¨²tbol contin¨²a, los reportajes de la prensa rosa copan la televisi¨®n y ETA sigue matando, as¨ª que no pasa nada. Acaso hab¨ªamos cre¨ªdo que algo cambiar¨ªa radicalmente en nuestras vidas, pero por ahora, a no ser en el caso de aquellos que de alguna forma se han visto afectados laboralmente por el conflicto b¨¦lico, la guerra se ha transformado para la mayor¨ªa en un eco informativo que mece los sue?os a la hora de la siesta, algo que forma parte de la decoraci¨®n de nuestras vidas, lo mismo que el f¨²tbol, la prensa rosa y el terrorismo nacional. Resulta obvio que la gente aprende a vivir haci¨¦ndose a todo. La Navidad se acerca -insisten en ello los anuncios de loter¨ªa- y queremos anestesiarnos de alguna forma parapet¨¢ndonos tras la rutina, cosa leg¨ªtima si tenemos en cuenta los ¨²ltimos titulares de los diarios, de un sensacionalismo atroz pero ver¨ªdico, que sacuden nuestra vista cada d¨ªa. En estas circunstancias, es inevitable tratar de quitarle importancia a las cosas. Hemos asumido por anticipado cualquier posible desgracia, desde un atentado a una guerra, pasando por una cat¨¢strofe nuclear, y sabemos que el mundo est¨¢ en crisis. No nos ayudar¨ªa nada lamentarnos. Supongo que eso es lo que empuja a algunos a decir que 'no pasa nada'. Para aprender a convivir con la amenaza, lo mejor es aprender a ignorarla.
La funci¨®n debe continuar y no hay como la celebraci¨®n de la Navidad para sublimar la normalidad. Aunque es posible que lo normal se vuelva raro al menos durante unos instantes, cuando el hip¨®crita esp¨ªritu navide?o se manifieste en los centros comerciales, mientras en los altavoces suenan c¨¢nticos a la paz entre los hombres. Y de nuevo llegaremos a la conclusi¨®n de que no pasa nada. ?Mejor que no pase! Esta actitud que algunos confundir¨ªan con la indiferencia es un escudo frente a las agresiones externas que pueden turbar nuestra comodidad, aquella que tanto tiempo y trabajo nos ha costado. Frente a la guerra y el terrorismo, frente a la miseria y la injusticia, tenemos nuestra fr¨ªa armadura de mutismo, algo que puede parecer una actitud poco solidaria o demasiado fr¨ªvola, pero que es en realidad un mecanismo de defensa que nos ayuda a sobrevivir m¨¢s confortablemente en medio del caos. Ante la machaconer¨ªa informativa, la gente opta por huir. Confirm¨¦ tal sospecha el pasado domingo, cuando un conocido que se tomaba un blanco de aperitivo, ante ciertos comentarios m¨ªos sobre la actualidad, me dijo aquella frase, casi con fastidio: 'Bah, no pasa nada'. Al principio pens¨¦ que su preocupaci¨®n era tan extraordinaria que no quer¨ªa hablar del tema, pero instantes despu¨¦s llegu¨¦ a comprenderle del todo. Al fin y al cabo, lo que quer¨ªa era hablar de f¨²tbol.
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