Nosotros los solitarios
Se cumplen 25 a?os de la botadura de la editorial Pre-textos. Para conmemorarlo, sus art¨ªfices han ideado un libro titulado -aprovechando un caracter¨ªstico lema nietzscheano- del mismo modo que este art¨ªculo. Con ese prop¨®sito sus colaboradores y amigos m¨¢s conspicuos han proporcionado veinticinco cuentos m¨¢s o menos breves y m¨¢s o menos buenos. Imposible dejar pasar esta efem¨¦ride sin su pertinente glosa: cualquiera que haya practicado el cabotaje por el sorprendente cat¨¢logo de este ya legendario sello entender¨¢ perfectamente de qu¨¦ hablo.
En realidad, no deber¨ªa tener nada de particular que una empresa como Pre-textos, radicada en Valencia, hubiera llevado a cabo un programa sistem¨¢tico de excelencia editorial a pesar de su car¨¢cter literalmente exc¨¦ntrico. Pero Espa?a es, ya se sabe, uno de los pa¨ªses ('naci¨®n de naciones', farfull¨® alg¨²n bromista) con m¨¢s variedad cultural y ling¨¹¨ªstica de Europa, y por ende un estado mal amamantado donde el jacobinismo triunfa con todas las galas caracter¨ªsticas de la extemporaneidad en el c¨®ctel de la idiosincrasia peninsular. Publicar en Valencia -?y en castellano!- debe equivaler a veces a hacerlo en Madagascar para la francofon¨ªa toda. Publicar entonces en Valencia en valenciano...
Celebrar tanta supervivencia junta -y tan il¨®gica- era inevitable. Y la manera de hacerlo, con tanto cuento, una t¨¢ctica interesante. Al fin y al cabo, el cuento es una especie rara, una mixtura delicad¨ªsima, una arena donde vienen a converger las energ¨ªas puras del relato con las exigencias menos puntillosamente did¨¢cticas de la literatura de ideas. Hace poco un editor calificaba el relato breve como 'la forma m¨¢s exigente de poes¨ªa'. Es en esa paradoja donde se forma el terreno que se?alo y a algo colindante viene en definitiva a referirse Dar¨ªo Jaramillo en la carta-pr¨®logo que abre el volumen de marras: 'Me gusta el g¨¦nero, s¨¦ que se presta a la confidencia, le pertenece un adecuado volumen de la voz, el necesario para hablar al o¨ªdo, y es una manera propia de acercar la intimidad, las intimidades'. Por todo eso, no es extra?o que autores m¨¢s o menos dotados de un cierto sentido tempoespacial para contar historias (de rollo, vaya), o de cualquier otra habilidad literaria homologada, naufraguen estrepitosamente cuando han de enfrentarse al peque?o y desvalido cuento.
Pero a qui¨¦n le puede interesar eso ahora. No. Este libro, ilustrado en cubierta por unos an¨®nimos y enigm¨¢ticos pescadores de ca?a, habla tambi¨¦n -habla sobre todo- de la soledad. De la escritura como vicio solitario, de escribir como conjuro, elemental e in¨²til, de la deriva vital. Puede que leamos -como se ha dicho- para saber que no estamos solos, pero sin duda escribimos en soledad estricta, tal como viajamos, y tal como morimos. Una sensaci¨®n que a veces es una simple profilaxis mental y, en otras ocasiones, una especie de ontolog¨ªa dom¨¦stica inapelable como la que describe Alfred Polgar en uno de sus magistrales relatos, titulado precisamente La soledad ('?La soledad de Tob¨ªas Klemm, aquello s¨ª que era soledad!').
Pero Pre-textos, precisamente, no est¨¢ en mala compa?¨ªa. Para ser un pa¨ªs que no lee -para ser una especie que se autodenomina dos veces sabia-, de cuando en cuando alumbra peque?os tesoros que, convenientemente aventados, atraen enseguida a esas tribus dispersas de solitarios solidarios. Ahora mismo, por ejemplo, Seix Barral acaba de sacar a la luz en dos voluminosos tomos una magn¨ªfica edici¨®n de El hombre sin atributos, de Robert Musil. No s¨¦ si alguien esperar¨ªa de m¨ª que no los recomendase con fervor. Como todos los gigantes de su estirpe, Musil escribe en una isla para esos n¨¢ufragos que sin duda van a sentirse aludidos por el mensaje -y no s¨®lo por la botella-. ?Y a qui¨¦n pueden concernir libros como ese? Quiz¨¢ en Valencia s¨®lo a cuarenta o cincuenta personas, o a quinientas (qu¨¦ optimista estoy). Quiz¨¢ a los mismos habituales de la editorial de la calle de Llu¨ªs de Sant¨¤ngel. Sean quienes sean esos tipos, sean cuantos sean, sepan desde aqu¨ª (y disculpen el ¨¦nfasis, que a veces le sale a uno como de debajo del chaleco) que son mis ¨²nicos, mis verdaderos compatriotas.
Todo viaje tiene un final. Para una editorial, veinticinco a?os no es nada, no es ni siquiera el mezzo del cammin de aquel otro. Creo que Pre-textos tiene por delante una larga tarea que s¨®lo se parecer¨ªa a la de S¨ªsifo si este bendito absurdo construyera algo con sus piedras. El edificio que est¨¢ a¨²n formando Pre-textos es tosco y ¨¢spero, se parece m¨¢s a una austera nave rom¨¢nica que al hormig¨®n blanco de la arquitectura de ahora. No necesito decirles que su aguante ser¨¢ igualmente proporcional.
Joan Gar¨ª es escritor.
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