Julio siempre estaba 'all¨ª'
El 2 de octubre de 1999, un nutrido grupo de periodistas extranjeros llegaba a Chechenia. Ese mismo d¨ªa, los bombardeos masivos rusos sobre la rep¨²blica cauc¨¢sica daban paso a una invasi¨®n terrestre en toda regla. 'La guerra ha comenzado', aseguraba al caer la noche el presidente Asl¨¢n Masj¨¢dov, en un Grozni en ruinas que pronto lo estar¨ªa a¨²n m¨¢s. Por supuesto, Julio Fuentes estaba all¨ª. ?l siempre estaba all¨ª.
Julio ten¨ªa esa suerte de los grandes reporteros que les hacen estar en el lugar preciso en el momento preciso. En Julio era una suerte, o una maldici¨®n, ganada a pulso, que manaba de un desasosiego que le hac¨ªa huir del trabajo normal, aunque fuese tan especial como en Mosc¨²: huida hacia Kosovo, hacia Belgrado, hacia Bagdad. Y, por supuesto, hacia Chechenia, en la que se infiltr¨® en varias ocasiones burlando al Ej¨¦rcito ruso.
Los primeros d¨ªas de la guerra chechena fueron dif¨ªciles y apasionantes. Pudimos llegar al frente, a la frontera monta?osa con Daguest¨¢n, a las ciudades bombardeadas... Un lujo comparado con los problemas para informar de la guerra del Golfo o la de Afganist¨¢n.
Cada d¨ªa, el temor a los secuestros, que no a la guerra, reduc¨ªa el tama?o del contingente. Al quinto d¨ªa qued¨¢bamos s¨®lo 11 periodistas, siete de ellos espa?oles. Todos con miedo, pero ninguno dispuesto a dejar atr¨¢s a la competencia. Y Julio, en su salsa, menos que nadie. Nunca me pareci¨® esta profesi¨®n m¨¢s absurda. Julio estaba de acuerdo. Los periodistas siempre estamos de acuerdo en eso.
Al final, Masj¨¢dov dijo que no pod¨ªa garantizar nuestra seguridad ni permitir que nos secuestraran. Fue una expulsi¨®n amistosa. Julio se fue a rega?adientes.
Hoy, por ¨¦l, mi amigo, y por M¨®nica -su mujer, mi amiga, otra gran reportera- y por m¨ª mismo, querr¨ªa que Julio hubiese vencido al desasosiego. O que lo hubiera encauzado hacia su otra gran pasi¨®n: la literatura. Aunque tampoco en sus novelas fuese capaz de huir de la guerra.
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