La peculiar traducci¨®n del eterno mocoso
Para convenir que Witold Gombrowicz es 'uno de los tres o cuatro mejores escritores del siglo XX' (Vila Matas dixit) seguramente hay que leer su obra, cosa por otro lado nada f¨¢cil. Para darse cuenta, en cambio, de que es uno de los personajes m¨¢s atractivos y singulares de la literatura de ese mismo periodo no es necesario: basta con escuchar el rico anecdotario de su vida por boca de quienes le conocieron, ya sea de primera mano o por persona interpuesta.
En el primer caso se encuentra su viuda, Rita Gombrowicz, quien hace 15 a?os tuvo la bendita ocurrencia de publicar Gombrowicz ¨ªntimo, un recorrido por la vida de su esposo a trav¨¦s de los recuerdos de amigos que dej¨® en Argentina tras 24 a?os de estancia all¨ª. El escritor polaco, nacido en 1904, hab¨ªa llegado a Buenos Aires en 1939, invitado por una compa?¨ªa naviera a un crucero de tres semanas. La casualidad quiso que mientras estaba en la capital argentina estallase la guerra en Europa, por lo que Gombrowicz decidi¨® quedarse all¨ª, aunque el motivo que esgrimi¨®, seg¨²n su colega cubano Virgilio Pi?era, fuesen los intensos estudios del alma suramericana 'comenzados el d¨ªa antes'. El tambi¨¦n cubano Humberto Rodr¨ªguez Tomeu recuerda que Witold (aun siendo m¨¢s joven le llamaba por el nombre de pila) no quer¨ªa m¨¢s que ir una tarde tras otra al Rex, la confiter¨ªa-cafeter¨ªa-billar donde se llev¨® a cabo la delirante traducci¨®n de Ferdydurke. Como remate, otro participante en tan ins¨®lito proyecto le describ¨ªa as¨ª: 'Era capaz de dar pruebas de un talento ¨²nico para desagradar. Hubiera podido escribir un libro sobre el arte de caer en desgracia' (Eduardo Gonz¨¢lez Lanuza). ?l mismo, de hecho, contribu¨ªa a dar una imagen nebulosa y ambivalente de su persona, como cuando, en una entrevista concedida a Dominique de Roux, ya en Par¨ªs, dec¨ªa a prop¨®sito de la interrelaci¨®n entre literatura y biograf¨ªa: 'No conozco mi vida ni mi obra. Arrastr¨¦ el pasado tras de m¨ª como la cola vaporosa de un cometa, y s¨¦ bien poco de mi obra'.
S¨¢bato calific¨® la primera versi¨®n de 'absolutamente mala' y de 'intolerables' muchas de las palabras que inventaba Gombrowicz
Pues bien, este recordatorio del gran escritor polaco, fallecido en el exilio franc¨¦s en 1969, viene a cuento porque Seix Barral acaba de sacar a la calle el primer volumen de la Biblioteca Gombrowicz, que recopilar¨¢ desde ahora hasta el a?o 2010 la totalidad de su obra narrativa y dramat¨²rgica, adem¨¢s de sus recomendabil¨ªsimos Diarios. El primer volumen es nada m¨¢s y nada menos que la versi¨®n realizada en 1947 de su ¨²ltimo libro del periodo polaco, Ferdydurke, todo un ejemplo de la inadjetivable personalidad de este artista peculiar. Empezando por el propio t¨ªtulo, un t¨¦rmino que en polaco no significa nada y que el autor eligi¨®, seg¨²n confesi¨®n propia, porque resulta dif¨ªcil de pronunciar (aunque en otras ocasiones tambi¨¦n confes¨® que lo hab¨ªa encontrado por azar en un peri¨®dico ingl¨¦s; de hecho, en la novela Babbitt, de Sinclair Lewis, aparece un personaje llamado Freddy Durkee). El caso es que si el argumento del libro hab¨ªa desatado ya perplejidad en Polonia (de 'payasada metaf¨ªsica' lo calific¨® Ernesto S¨¢bato en el pr¨®logo a la edici¨®n argentina; la historia de un hombre de 30 a?os que se transforma en un adolescente de 15: el 'eterno mocoso' que Gombrowicz se consideraba a s¨ª mismo, igual que a todos los hombres), m¨¢s todav¨ªa despertar¨ªa el m¨¦todo de traducci¨®n, como demuestra el ostracismo a que la someti¨® la intelligentsia local encabezada por Borges y Bioy Casares: 'Se trataba de transponer al espa?ol el libro de un polaco que apenas sab¨ªa espa?ol, con ayuda de cinco o seis latinoamericanos que apenas sab¨ªan un par de palabras en polaco. Sin diccionario, pues no exist¨ªa. Y todo, en mesas de caf¨¦ y en un ambiente a menudo digno del absurdo ferdydurkiano. En ocasiones Gombrowicz le cog¨ªa gran afecto a una palabra espa?ola cuyo sentido no comprend¨ªa bien y la impon¨ªa porque su sonoridad o su fisionom¨ªa le parec¨ªan evocadoras...' (de nuevo Gonz¨¢lez Lanuza). Aquel caf¨¦, por supuesto, era el Rex, donde el escritor hab¨ªa trabado amistad con su comit¨¦ de redacci¨®n jugando al ajedrez. Dos de los ajedrecistas-literatos, los citados Pi?era y Tomeu, terminaron puliendo lo escrito en su casa y llev¨¢ndolo a publicar tras algunas recomendaciones de S¨¢bato, que hab¨ªa calificado la primera versi¨®n de 'absolutamente mala' y de 'intolerables' muchas palabras utilizadas, a menudo invenciones de Gombrowicz. Por cierto que el autor redact¨® personalmente una especie de rese?a para la prensa donde se colocaba a la altura de Proust, Joyce y Kafka.
Al segundo caso, el de quienes le conocen por persona interpuesta, pertenece Enrique Vila Matas, que ha aprovechado la edici¨®n de Seix Barral para hacer de cicerone barcelon¨¦s, la semana pasada, de la se?ora Rita a la vez que de propagandista gombrowicziano. Aunque quiz¨¢ demasiado interpuesta, en su caso, pues lleva tiempo carte¨¢ndose con otro devoto del polaco (el argentino Juan Carlos G¨®mez, el Goma: ¨¦l mismo se lo present¨® a ustedes en un art¨ªculo anterior, con motivo de un inminente encuentro en Madrid que al final no se produjo) que en una ocasi¨®n, tras percibir una peligrosa identificaci¨®n de Vila Matas con el objeto de su devoci¨®n, le escribi¨® furibundo: 'Perdona, pero Gombrowicz soy yo', para someterle acto seguido a un interrogatorio a ver qui¨¦n le conoc¨ªa mejor.
Hay muchas obras m¨¢s. L¨¦anse Gombrowicz ¨ªntimo, l¨¦anse los Diarios y disfruten. Y si es cierto, como sostiene Vila Matas, que 'su obra es la reencarnaci¨®n de su propia vida', l¨¦anse tambi¨¦n Ferdydurke. A lo mejor terminan tomando el relevo del Goma.
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