'No estamos en la carrera por ver qui¨¦n ofrece m¨¢s tropas a EE UU'
En su despacho oficial, Federico Trillo-Figueroa repasa y actualiza los planes de la contribuci¨®n militar espa?ola a la campa?a emprendida por Estados Unidos en Afganist¨¢n, que se propone presentar la semana pr¨®xima ante el Parlamento. El Gobierno espa?ol ser¨¢ uno de los ¨²ltimos de Europa en hacerlo, pero al ministro de Defensa ello no parece importarle, porque el vuelco experimentado por el conflicto en las ¨²ltimos semanas ha convertido, a su juicio, en papel mojado algunos anuncios precipitadamente realizados a bombo y platillo.
Pregunta. ?Cu¨¢ndo acabar¨¢ la guerra? ?Cuando caiga el ¨²ltimo reducto del r¨¦gimen talib¨¢n?
Respuesta. No. Sobre este punto debemos tener las ideas claras. ?sta es una guerra contra el terrorismo. Los propios norteamericanos han dicho que va a ser una guerra larga, que durar¨¢ a?os. Por tanto, ni Afganist¨¢n es el ¨²nico teatro de operaciones posible ni lamentablemente el terrorismo se acaba con los talibanes.
'La guerra no termina con la ca¨ªda del r¨¦gimen de los talibanes ni con la eventual captura de Bin Laden. Afganist¨¢n no es el ¨²nico teatro posible de operaciones'
'Espa?a est¨¢ dispuesta a participar en una operaci¨®n humanitaria en Afganist¨¢n con medios de transporte y un limitado contingente del Ej¨¦rcito del Aire'
'La OTAN ha quedado relegada a un papel secundario en las operaciones. Hay que repensar su dimensi¨®n, su orientaci¨®n y sus misiones'
P. ?Cabe esperar que el conflicto se extienda a otros pa¨ªses?
R. No se puede descartar que haya otros escenarios de conflicto, aunque en principio nosotros no lo deseamos.
P. ?Qu¨¦ garant¨ªas tenemos de que la conducta de la Alianza del Norte ser¨¢ mejor que la de los talibanes?
R. El principio de respeto a la decisi¨®n libremente expresada de un pa¨ªs tiene que ser la base de la composici¨®n del nuevo gobierno afgano. La Alianza del Norte ha sido la resistencia y, por tanto, le corresponde un papel importante, pero no exclusivo, en un gobierno que debe agrupar a las distintas tendencias, tanto ¨¦tnicas como pol¨ªticas, de Afagnist¨¢n.
P. Occidente tiene una responsabilidad moral en las matanzas que pueda perpetrar ahora la Alianza del Norte en su avance.
R. La situaci¨®n sobre el terreno es en este momento la m¨¢s l¨¢bil y, por tanto, la m¨¢s preocupante. El asesinato de periodistas, entre ellos el espa?ol Julio Fuentes, la posible transformaci¨®n de las tropas talibanes en partidas de guerrillas y la propia violencia contenida en la relaci¨®n entre etnias son elementos de gran inquietud. Justamente por ello no se ha querido desplegar una gran fuerza multinacional sobre el terreno. Pero, por encima de todo, lo que hay que evitar ahora es que se produzca un guerra civil.
P. ?C¨®mo puede evitarse una guerra civil, o una cat¨¢strofe humanitaria en cuanto llegue el invierno, si no se despliega una fuerza sobre el terreno?
R. ?sa es la necesidad m¨¢s urgente que tenemos y en lo que estamos trabajando los pa¨ªses aliados de manera que, en las pr¨®ximas semanas, seamos capaces de proporcionar efectivos. Si va a tratarse de una fuerza de mantenimiento de la paz o de ayuda humanitaria, en el sentido de proporcionar alimentos y medicinas, es algo que est¨¢ por decidir.
P. Se ha planteado el establecimiento de un puente a¨¦reo. Pero el problema principal no es llevar la ayuda, sino distribuirla en condiciones de seguridad, evitar que los camiones y almacenes de las agencias de la ONU y organizaciones no gubernamentales sean asaltados. Y eso s¨®lo puede garantizarse con protecci¨®n militar.
R. Sin duda habr¨¢ que establecer una fuerza de car¨¢cter humanitario. Lo que se est¨¢ estudiando en el centro de coordinaci¨®n de la coalici¨®n, en Tampa [EE UU] y en la Alianza Atl¨¢ntica es la forma que debe adoptar esa fuerza, si se constituye a partir de la primera o de la segunda. La soluci¨®n de la OTAN est¨¢ perdiendo fuerza en los ¨²ltimos d¨ªas, especialmente porque no se quieren herir suceptibilidades sobre el terreno. Lo m¨¢s probable es que se constituya a partir de la coalici¨®n.
P. A pesar de haber invocado el art¨ªculo 5, que compromete a la defensa mutua, la OTAN se ha quedado fuera de juego en este conflicto. Al margen de otras razones, parece que Estados Unidos no ha querido repetir la experiencia de Kosovo, cuando ten¨ªa que discutir a cada paso con los aliados la marcha de las operaciones, y ha optado por prescindir de la Alianza y tomar el mando en solitario.
R. El punto de partida obvio es que a Estados Unidos le corresponde el leg¨ªtimo liderazgo de la coalici¨®n como agredido. La posici¨®n de la Alianza, al considerar que la agresi¨®n era contra todos y legitimar la acci¨®n armada, ha supuesto un reforzamiento de la solidaridad atl¨¢ntica y de los mecanismos institucionales de la OTAN. Adem¨¢s, han funcionado los instrumentos operativos, aunque haya sido en labores de retaguardia, con el desplazamiento de Stanavformed [la flota de la OTAN para el Mediterr¨¢neo], la alerta de Stanavforlant [la flota de la OTAN para el Atl¨¢ntico] y la movilizaci¨®n de los AWACS [aviones de alerta temprana]. ?Qu¨¦ habr¨ªa sido de la Alianza si no hubiera formado parte, como tal organizaci¨®n, de la coalici¨®n internacional? Pues que el v¨ªnculo trasatl¨¢ntico [la relaci¨®n entre Europa y EE UU] habr¨ªa quedado muy da?ado, si no defintivamente da?ado.
?sa es la parte positiva, pero tambi¨¦n hay que hacer otro tipo de lecturas. Es verdad que, en las operaciones militares, ha primado el protagonismo de la coalici¨®n y que la Alianza ha quedado relegada a un lugar secundario. Y es probable que este esquema se repita en las tareas de ayuda humanitaria. ?Qu¨¦ consecuencias debemos sacar de ello? Yo creo que es necesario repensar el v¨ªnculo trasatl¨¢ntico. Se quiera o no, la organizaci¨®n estaba dise?ada para la guerra fr¨ªa. Pero ya no vale basarse en consideraciones geopol¨ªticas, sino en soportes ideol¨®gicos. La Alianza no es el ¨¢rbitro universal en la defensa de los valores democr¨¢ticos, sino s¨®lo una parte. A partir de ah¨ª, hay que repensar su dimensi¨®n, su orientaci¨®n y sus misiones.
P. A partir de ah¨ª ?se puede dar entrada a Rusia en la OTAN?
R. El primer ministro brit¨¢nico ha planteado incluso esa posibilidad. No est¨¢ a mi alcance llegar a esa conclusi¨®n. Pero es inexcusable estrechar la cooperaci¨®n con Rusia y lo que resulte de ese di¨¢logo ya se ver¨¢. La reuni¨®n m¨¢s decisiva fue la del 26 de septiembre, cuando los ministros de Defensa aliados no sentamos con nuestro colega ruso.
P. ?Espa?a forma parte de la coalici¨®n?
R. Por supuesto. Y muy activamente. Estamos dando apoyo log¨ªstico sostenido a Estados Unidos por la v¨ªa bilateral y multilateral. Tambi¨¦n le estamos apoyando en inteligencia y desarrollando operaciones policiales con no poco ¨¦xito. Y mantenemos una disposici¨®n permanente a colaborar en operaciones propiamente militares o humanitarias. Los paquetes de la posible participaci¨®n espa?ola [la oferta de aportaci¨®n de medios y personal militar] han sido catalogados por la Junta de Jefes de Estado Mayor, con conocimiento del presidente del Gobierno a trav¨¦s del ministro de Defensa. Se trata de aportaciones serias y razonables, no de farol, econ¨®micamente evaluadas y operativamente dimensionadas, con indicaci¨®n del tiempo necesario para movilizarlas y la forma en que ser¨ªan transportadas.
P. Espa?a ha sido de los ¨²ltimos pa¨ªses en incorporarse a Tampa, a pesar de que fue uno de los primeros que proclam¨® su voluntad de aportar tropas.
R. No ha sido ni va a ser pol¨ªtica del Gobierno entrar en una especie de carrera por ver qui¨¦n llega antes y ofrece m¨¢s. Hemos ido a Tampa cuando se nos ha invitado y hemos tenido otras v¨ªas de comunicaci¨®n con Estados Unidos. La eventual participaci¨®n espa?ola la pienso exponer en el Parlamento la pr¨®xima semana.
P. Otros pa¨ªses han concretado hace tiempo su contribuci¨®n: 3.900 alemanes, 2.700 italianos y 1.400 holandeses.
R. Tengo que ser delicado con los socios y aliados pero, que yo sepa, sobre el terreno s¨®lo est¨¢n actuando fuerzas norteamericanas y brit¨¢nicas desde el primer momento y, en las ¨²ltimas semanas, un peque?o contingente franc¨¦s. Lo dem¨¢s s¨®lo responde a distintas formas de presentar ante la opini¨®n p¨²blica las capacidades de cada cual.
P. La contribuci¨®n espa?ola, ?ser¨¢ s¨®lo humanitaria?
R. En este momento, lo que se est¨¢ dise?ando bajo el amparo de Naciones Unidas y en lo que estamos dispuestos a participar es una operaci¨®n de apoyo humanitario, con aportaci¨®n de medios de transporte a¨¦reo, lo que no implica la participaci¨®n de efectivos de combate, sino de un limitado contingente del Ej¨¦rcito del Aire. Pero ya he dicho que la coalici¨®n no termina con el derrocamiento del r¨¦gimen de los talibanes y ni siquiera con la eventual captura de Bin Laden. La actitud del Gobierno espa?ol, espero que con el apoyo de la oposici¨®n, va seguir siendo la misma: la disponibilidad y la plena solidaridad y cooperaci¨®n [con EE UU] cuando seamos requeridos para ello.
P. El conflicto de Afganist¨¢n ha puesto en evidencia la inexistencia de un defensa europea, cuya construcci¨®n corresponde a Espa?a a partir del 1 de enero.
R. El 11 de septiembre ha hecho que los gobiernos europeos tomen conciencia de la necesidad de acelerar la puesta a punto del head line goal [objetivo general de Defensa, cuyo eje es la constituci¨®n de un Cuerpo Europeo de Reacci¨®n R¨¢pida de 60.000 soldados para 2003]. Eso ha producido la renovaci¨®n del compromiso de capacidades para propiciar la declaraci¨®n de operatividad en el Consejo de Laeken [en diciem-bre]. Espa?a se encuentra as¨ª con la apremiante necesidad de desarrollar durante su presidencia de la UE un plan de acci¨®n que haga efectivo lo que hasta ahora s¨®lo es virtual. La falta de una respuesta de Europa como tal en esta crisis debe preocupar seriamente. Algunas carreras por colaborar [individualmente con EE UU] no han demostrado precisamente un buen esp¨ªritu europeo de conjunto.
P. Pero el Cuerpo Europeo de Reacci¨®n R¨¢pida, cuando exista, se limitar¨¢ a las llamadas misiones Petesberg: interposici¨®n, manteniento de la paz y ayuda humanitaria. No podr¨¢ enfrentarse a una crisis como la actual.
R. Es verdad que el compromiso de capacidades de Par¨ªs [no-viembre de 2000] se ha revelado insuficiente y que el actual desvela carencias que exigen coordinar las pol¨ªticas europeas de armamento. ?se va a ser uno de los objetivos de la presidencia espa?ola: poner en com¨²n determinados programas que permitan cubrir nuestras carencias en sectores como el transporte estrat¨¦gico, la capacidad de mando y control o las municiones guiadas.
Tambi¨¦n es verdad que la lucha contra el terrorismo tiene dif¨ªcil encaje en las misiones de la futura fuerza europea. As¨ª como la OTAN incluy¨® los nuevos riesgos en la declaraci¨®n de Washington de 1999, la Uni¨®n Europea no tuvo esa previsi¨®n. Nos ocupamos de ello en la reuni¨®n de ministros de Defensa, el pasado lunes en Bruselas, y el secretario general, Javier Solana, nos ha pedido que hagamos un esfuerzo para ver si esos nuevos retos caben en las misiones Petesberg, aunque sea algo forzado, o hay que ir a un objetivo complementario para asumir esos riesgos y, en consecuencia, poner las capacidades que nos permitan afrontarlo.
P. ?Eso capacitar¨ªa a la UE para intervenir en operaciones como la de Afganist¨¢n?
R. Si se admite que esos nuevos riesgos son una amenaza com¨²n, no veo inconveniente en que algunos elementos de la Fuerza de Reacci¨®n pudieran utilizarse. Por lo pronto, ya estamos intercambiando informaci¨®n y el secretario general, Mister Pesc, va a crear una c¨¦lula de inteligencia. Los ministros de Defensa hemos acordado coordinar nuestras acciones y recursos en sistemas NBQ ante posibles ataques nucleares, biol¨®gicos o qu¨ªmicos de car¨¢cter terrorista. Por tanto, estamos empezando a andar.
P. El programa del avi¨®n de transporte europeo, el Airbus militar o A400M, que deber¨ªa montarse en Sevilla, es la piedra de toque de la voluntad europea.
R. Me parece muy apropiado lo de piedra de toque, porque de momento hemos tropezado con ella. Todav¨ªa no doy por perdida la participaci¨®n alemana ni querr¨ªa pensar que el abandono de Italia es irrevocable. Estoy seguro de que el Reino Unido, Francia y Espa?a haremos todo lo posible para que ese programa no fracase ni se ralentice su ejecuci¨®n y no convirtamos la actual incapacidad europea en materia de transporte estrat¨¦gico en una incapacidad para muchos a?os.
P. En Afganist¨¢n, los pa¨ªses europeos no han tenido m¨¢s informaci¨®n que la que ha querido proporcionarles EE UU.
R. ?Pues claro! Si no tenemos una estructura operativa, tampoco tenemos una estructura de inteligencia. Lo que s¨ª se ha puesto en marcha es una buena coordinaci¨®n a trav¨¦s de la Alianza, los contactos bilaterales y los foros habituales de intercambio de informaci¨®n entre los servicios.
P. El Gobierno acaba de remitir al Congreso los dos proyectos de ley de creaci¨®n del Centro Nacional de Inteligencia (CNI), el nuevo nombre del Cesid, que regulan el control judicial de sus actividades. ?No es poner puertas al campo someter las actividades de un servicio secreto a la vigilancia de un juez? ?C¨®mo podr¨ªa dicho juez llegar a autorizar operaciones fuera de Espa?a?
R. La ley trata de conciliar el principio de eficacia con la protecci¨®n de los derechos fundamentales, buscando el equilibrio entre ambos. Yo creo que el resultado refuerza el Estado de Derecho y potencia los servicios de inteligencia, que deben ser amparados en sus actuaciones por quien puede limitar esos derechos fundamentales [secreto de las comunicaciones y entrada en domi-cilios], que es el poder judicial. En cuanto a actuaciones fuera de Espa?a, ya se ver¨¢. Todos los pa¨ªses que cuentan tienen servicios de inteligencia que act¨²an all¨ª donde pueden.
P. El 31 de diciembre quedar¨¢ legalmente suspendida la mili. ?Podr¨ªa volver a instaurarse si el Ej¨¦rcito profesional, con graves dificultades para reclutar soldados, no cuaja?
R. No hay ninguna raz¨®n para pensar en una vuelta al servicio militar obligatorio, que pienso va a quedar suspendido por muchos a?os. Haber conseguido m¨¢s del 70% del objetivo [de soldados profesionales] da suficientes garant¨ªas de sostenibilidad del Ej¨¦rcito profesional para seguir adelante. No puedo dejar de reconocer que asuntos como el del uranio empobrecido o el propio 11 de septiembre han producido efectos muy negativos sobre los sucesivos llamamientos, pero las medidas ya adoptadas, como el nuevo reglamento de retribuciones, y las que pondremos en marcha, como la selecci¨®n continua, pueden darles a los espa?oles la tranquilidad de que el sistema va a funcionar adecuadamente.
P. El hecho es que en Espa?a los empleos homologables al de soldado raso se est¨¢n cubriendo con inmigrantes. Una posibilidad que usted se ha planteado.
R. Esa afirmaci¨®n habla bien de la pol¨ªtica econ¨®mica del Gobierno, pero no creo que nuestra oferta sea desde?able, sobre todo cuando se implemente el plan de calidad de vida. Respecto al reclutamiento de extranjeros, sigue siendo un objetivo de este departamento contar con ellos, pero no para suplir el d¨¦ficit de nacionales, porque no superar¨ªan el 2% del total y se limitar¨ªa a los procedentes de la comunidad iberoamericana y s¨®lo en determinadas unidades.
El pol¨ªtico que ley¨® a Shakespeare
LA TIRAN?A ES, antes que nada, una psicopatolog¨ªa derivada de la absoluta soledad del poder personal, a la que se a?ade la desconfianza del poderoso en cuantos le rodean. [...] De ah¨ª que el poderoso, del que los dem¨¢s dependen totalmente en su poder, no sabe distinguir la lealtad de la adulaci¨®n, la disimulaci¨®n o la traici¨®n [...] La personalizaci¨®n del poder es el camino inexorable hacia el despotismo' (El poder pol¨ªtico en los dramas de Shakespeare. Federico Trillo-Figueroa. Espasa 1999).
Antes de ser ministro de Defensa, Federico Trillo-Figueroa, 49 a?os, casado, cinco hijos, fue militar. O, m¨¢s exactamente, oficial del Cuerpo Jur¨ªdico de la Armada. Lo que no necesariamente supone una ventaja. Porque casi nadie es profeta en su tierra. Pero ¨¦l s¨ª que triunfa, cada Semana Santa de costalero en su Cartagena natal. Aunque tuvo que emigrar en 1989 a la vecina Alicante para ganarse el esca?o, que ha renovado ininterrumpidamente desde entonces.
Entre 1996 y 2000, fue presidente del Congreso de los Diputados, la tercera autoridad del Estado. Los socialistas le recibieron de u?as, dolidos por sus aceradas diatribas cuando estaba en la oposici¨®n, pero acab¨® congraci¨¢ndose con todos los grupos, combinando las sonrisas y los ripios con la firme defensa del Congreso, incluso frente al Gobierno de su propio partido. Y es extra?o ese apego al parlamentarismo en el autor de los Estatutos del Partido Popular, f¨¦rreamente presidencialista.
Antes de presidir el Congreso, fue letrado del Consejo de Estado y asesor jur¨ªdico del PP. Como tal, firm¨® la denuncia por malversaci¨®n de los fondos reservados del Ministerio del Interior, que hoy tiene en el banquillo a la antigua c¨²pula socialista del departamento. Quiz¨¢ no fue por eso por lo que Corcuera desenterr¨® en el juicio los relojes que regal¨® una Navidad en el Palacio de la Carrera de San Jer¨®nimo.
Su antecesor socialista Gregorio Peces-Barba form¨® parte del tribunal que le dio sobresaliente cum laude por su tesis doctoral sobre el poder y Shakespeare. ?Con qu¨¦ personaje de sus dramas identifica a Jos¨¦ Mar¨ªa Aznar?, le pregunto. 'Yo no puedo opinar', se excusa, 'formo parte de la trama'.
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