El dec¨¢logo de la universidad
La instituci¨®n universitaria tiene una larga vida a sus espaldas. Su sentido de perdurabilidad la ha hecho resistente a numerosas agresiones en su dilatada historia, superadora de cualquier torpeza o maldad legislativa. As¨ª ocurri¨® en el ¨²ltimo tercio del XIX con la terquedad reaccionaria del ministro Orovio, plasmada en sus dos Cuestiones Universitarias, y as¨ª puede ocurrir ahora: no hay que dramatizar en demas¨ªa porque las leyes pasan o las aten¨²an sus propios impulsores. Cierto es que la Ley de Reforma Universitaria (1983) necesita una puesta al d¨ªa, como lo es que el camino emprendido para dicho menester por el Gobierno de la Naci¨®n es muy errado.
La ocasi¨®n es propicia para reflexionar sobre las caracter¨ªsticas que en el futuro m¨¢s inmediato deben perfilar nuestras universidades p¨²blicas. ?Qu¨¦ debe distinguir a la buena universidad? Su an¨¢lisis constituye un oportuno m¨¦todo para medir si los cambios que la nueva Ley anuncia ayudar¨¢n u obstruir¨¢n el camino de la calidad universitaria que dicho texto promete, y que muchos no lo encontramos reflejado en su articulado. Y por m¨¢s ejercicios de ensimismamiento que haga, en el estricto sentido orteguiano, no consigo explicar mi actitud vital como la de 'un progre trasnochado', ni tampoco soy consciente de que habite en caverna intelectual alguna, seg¨²n alg¨²n preclaro l¨ªder pol¨ªtico de derechas ha osado calificar gen¨¦ricamente a quien no guste su Ley. M¨¢s bien, por el contrario, me considero una persona progresista que aspira a poner sus humildes y limitadas capacidades al servicio del proyecto com¨²n de conseguir un futuro mejor para su pa¨ªs, lo cual implica que tenga unas buenas universidades. Tambi¨¦n siento, a veces, cierto complejo de S¨ªsifo al comprobar c¨®mo dirigentes pol¨ªticos actuales desprecian cuanto ignoran al respecto, que dec¨ªa Antonio Machado. ?Tan costoso es para algunos aceptar la idea de Danton de que 'apr¨¨s le pain, l'¨¦ducation est le premier besoin du peuple'?
Para avanzar hacia una universidad p¨²blica mejor, son necesarios diversos cambios en los pr¨®ximos a?os. Cambios en la organizaci¨®n del sistema universitario y de cada una de las universidades, pues a lo largo de los ¨²ltimos dieciocho a?os el modelo de vida de las universidades p¨²blicas ha evolucionado r¨¢pidamente, sobre todo por el incremento del n¨²mero de estudiantes y su paulatina transformaci¨®n en un servicio p¨²blico de educaci¨®n superior. Cambios en el sistema de financiaci¨®n y cambios en las actitudes de las personas. Cualquier modificaci¨®n no tiene sentido que sea ¨²nicamente tecnocr¨¢tica, sino que ha de afectar a las actitudes de los profesores y los alumnos.
La suma de todas las transformaciones deseables deber¨ªa acercarnos a un modelo de universidad p¨²blica que se plasma en el siguiente dec¨¢logo de la buena universidad:
Primero: La universidad necesita estructuras m¨¢s flexibles y diversificadas que favorezcan el car¨¢cter interdisciplinario de su docencia y su investigaci¨®n. En los dos ¨²ltimos decenios se ha producido un elevado incremento de la tasa de escolarizaci¨®n universitaria; hoy se sit¨²a por encima del 40% y es probable que rebase el cincuenta por ciento al final de esta primera d¨¦cada del siglo XXI. El origen y el inter¨¦s por la educaci¨®n universitaria son cada vez m¨¢s diversos y, sin embargo, no ocurre lo mismo con las universidades, incluso con las de reciente creaci¨®n: contin¨²a habiendo demasiado parecido entre ellas. El sistema universitario debe evolucionar hacia una mayor complementariedad entre las instituciones, reduciendo la rigidez y escasa flexibilidad de sus estructuras, de modo que facilite su capacidad de abordar proyectos docentes y cient¨ªficos complejos o multidisciplinarios. Para ello se precisan diversos cambios: uno se halla en las ¨¢reas de conocimiento, que introdujeron en su d¨ªa orden entre las disciplinas cient¨ªficas pero que ahora representan un lastre ante proyectos docentes o investigadores interdisciplinarios. Conviene que se haga un replanteamiento de tal norma universitaria, de modo que no sea un simple listado de conocimientos ordenado alfab¨¦ticamente. -
Segundo: La universidad debe implicarse con el entorno, contribuyendo con su docencia e investigaci¨®n al desarrollo local y regional. Su liderazgo cultural, su condici¨®n de referente del progreso socioecon¨®mico y su labor de instituci¨®n formadora de ciudadanos han de mejorar mucho; en particular, su misi¨®n de defensa de valores esenciales de la condici¨®n humana, como la tolerancia o la solidaridad, es vital. La universidad tiene un papel innegable de organismo formador, pero tambi¨¦n un compromiso activo con su entorno, como soporte t¨¦cnico de su desarrollo y fuente permanente de procesos de innovaci¨®n. -
Tercero: La universidad ha de extender su oferta educativa a toda la vida de los ciudadanos. M¨¢s all¨¢ del listado de titulaciones que constituye su oferta reglada de ense?anzas, tiene una responsabilidad social en la formaci¨®n de los ciudadanos a lo largo de toda su vida. Tambi¨¦n debe dar apoyo a sus antiguos alumnos con posterioridad a sus a?os de estudiantes. Ante las fragilidades originadas por el sistema neoliberal vigente que propicia la r¨¢pida exclusi¨®n del mercado de trabajo de quienes sufren la obsolescencia de sus conocimientos, la universidad ha de asumir con firmeza un 'compromiso moral' con sus titulados y ayudarlos en la actualizaci¨®n de sus saberes y, llegado el caso, su reinserci¨®n en el mercado laboral.-
Cuarto: La universidad tiene que adoptar nuevos modos de relaci¨®n con la sociedad, basados en la rendici¨®n de cuentas y en la revisi¨®n de sus objetivos. Se deben revisar los contenidos de la autonom¨ªa universitaria, su sentido en nuestros d¨ªas. Determinadas injerencias del poder pol¨ªtico -recordemos aquello de 'quien paga manda'- han llevado a reacciones viscerales de 'cierre de filas' en torno al antiguo concepto de autonom¨ªa, demasiado simple para los vientos que corren. En Europa, durante la pasada d¨¦cada, se han realizado interesantes cambios orientados al reforzamiento de la autonom¨ªa universitaria, pero vistos con un sentido modernizador de la idea. Se trata de que existan unas formas diferentes de relacionarse con la sociedad, basados en la libertad acad¨¦mica de las instituciones y la peri¨®dica rendici¨®n de cuentas, sobre los planes de estudio, las actividades acad¨¦micas, el fracaso escolar, la producci¨®n cient¨ªfica, la eficiencia de la gesti¨®n econ¨®mica, etc¨¦tera. La evaluaci¨®n de los resultados, punto clave en la generalizaci¨®n de la cultura de la calidad en los recintos universitarios, tiene que estar acompa?ada de una eficaz pol¨ªtica de incentivos, establecida en funci¨®n del cumplimiento de sus objetivos actualizados peri¨®dicamente. -
Quinto: La universidad ha de disponer de m¨¢s recursos y gestionarlos con eficiencia. Es urgente que se incrementen los medios econ¨®micos disponibles, pero tambi¨¦n han de mejorarse los mecanismos vigentes para su distribuci¨®n. La cuesti¨®n se ha vinculado, a menudo, al debate sobre el incremento de las matr¨ªculas que pagan los alumnos; en mi opini¨®n, este tema no se puede abordar con un m¨ªnimo de seriedad mientras no cambie radicalmente el sistema de ayudas a los estudiantes tan deficiente que existe. Su revisi¨®n debe incluir un conjunto de cr¨¦ditos y pr¨¦stamos bancarios avalados por el Estado que complemente un sistema de becas, sustancialmente mejor dotado que el actual. En cuanto al incremento de los recursos es esencial que las empresas asuman un nuevo protagonismo: aqu¨¦llas que se beneficien de una buena formaci¨®n universitaria -y puedan participar en el dise?o de los contenidos curriculares- deber¨ªan contribuir a su financiaci¨®n econ¨®mica, con alg¨²n tipo de canon sobre las cuentas de resultados de las sociedades productivas con beneficios. -
Sexto: La universidad tiene que preocuparse de formar a sus profesores no s¨®lo en conocimientos sino en pedagog¨ªa y nuevas tecnolog¨ªas educativas. El sistema de formaci¨®n de los futuros profesores en cuanto a sus conocimientos cient¨ªficos -mediante el programa de doctorado que cursan, la lectura de la tesis doctoral y la incorporaci¨®n a un equipo de investigaci¨®n de un departamento como becarios- es buena, no ocurre as¨ª con la formaci¨®n que reciben sobre metodolog¨ªas educativas que deber¨¢n emplear en su funci¨®n docente. La vocaci¨®n por la pedagog¨ªa siempre queda al arbitrio de la voluntad y el inter¨¦s del profesor. La selecci¨®n del profesorado no puede ser ajena a sus capacidades o conocimientos pedag¨®gicos. Si tenemos presente que -seg¨²n diversos estudios demogr¨¢ficos- en la segunda d¨¦cada de este siglo habr¨¢ un cambio generacional entre los docentes universitarios, es sustancial que la formaci¨®n pedag¨®gica se valore en la definici¨®n de las estrategias para la incorporaci¨®n de los nuevos profesores. -
S¨¦ptimo: La universidad debe replantear las condiciones en que desarrollan la vida acad¨¦mica sus profesores. Con el apoyo de las nuevas tecnolog¨ªas, deben replantearse los compromisos docentes del profesorado con su universidad. ?stos van m¨¢s all¨¢ del simple modelo vigente, definido por las horas de ense?anza impartidas y el tiempo obligatorio de presencia f¨ªsica en un despacho para la atenci¨®n a los alumnos, en unas mal llamadas, en su mayor¨ªa, tutor¨ªas, ya que suelen ocuparse tan s¨®lo con la resoluci¨®n de las dudas surgidas en el estudio de apuntes o textos. Una nueva gesti¨®n del tiempo del profesor es conveniente, con la introducci¨®n de contratos pedag¨®gicos para la gesti¨®n del conocimiento y los oportunos incentivos para las tareas bien hechas. -
Octavo: La universidad tiene que revisar los programas de ense?anza haci¨¦ndolos m¨¢s atractivos. Los actuales planes de estudio est¨¢n demasiado recargados de horas de clase; es bueno que se d¨¦ mayor libertad y responsabilidad al estudiante en el dise?o de su curr¨ªculo acad¨¦mico. La transversalidad de la educaci¨®n universitaria y el 'mestizaje' de los programas de ense?anza, con la incorporaci¨®n de otros contenidos que no sean de su estricta especialidad, son dos valores positivos en alza. Con sencillos a?adidos se puede reducir eficazmente la falta de atractivo para los j¨®venes de determinadas titulaciones, y mejorar su posterior rendimiento laboral. -
Noveno: La universidad ha de participar en la selecci¨®n de sus alumnos. Ser¨ªa necesario crear alg¨²n organismo que se ocupase del an¨¢lisis de los problemas que surgen en la transici¨®n de la ense?anza secundaria a la universitaria. Respecto al sistema de acceso a los estudios superiores, la selectividad ha representado -y ser¨ªa grave que dejase de hacerlo- una evaluaci¨®n de la madurez de la formaci¨®n de los j¨®venes al acabar sus estudios secundarios, y ¨¦ste es un papel del que el Estado no puede hacer dejaci¨®n. No obstante, las universidades tambi¨¦n tendr¨ªan que participar en la selecci¨®n, mediante la introducci¨®n de f¨®rmulas mixtas que contemplasen cuotas para la adjudicaci¨®n de plazas: una a cargo de la Administraci¨®n, como ocurre ahora, tras la calificaci¨®n de acceso, y otra por parte de las propias universidades.-
D¨¦cimo: La universidad conviene que distinga y separe las funciones de gobierno y de gesti¨®n. Las universidades precisan un gobierno fuerte y una gesti¨®n profesionalizada. Es prudente que el gobierno de la instituci¨®n contin¨²e a cargo de los acad¨¦micos, pero es muy oportuno que complementen su labor los profesionales de la gesti¨®n. Al mismo tiempo, se ha de replantear la asignaci¨®n de responsabilidades entre ellos, para lo cual conviene que se formen de manera sistem¨¢tica los nuevos profesionales de la gesti¨®n y la pol¨ªtica universitaria.
Francesc Michavila es director de la C¨¢tedra Unesco de Gesti¨®n y Pol¨ªtica Universitaria y ex rector de la Universidad Jaume I
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