El or¨¢culo sordomundo
De todos los seres desdichados es el converso el m¨¢s pat¨¦tico, siempre resuelto a ir m¨¢s lejos en defensa de la impostura, nunca dispuesto a admitir que consumar el rid¨ªculo no requiere tanto esfuerzo
Psiquiatras
Los psiquiatras saben que la propensi¨®n hacia la conducta desviada emite se?ales sutiles antes de resolverse en desastre, y que una simple (y, en el caso del suceso de Tu¨¦jar, parece que ¨²nica) discusi¨®n familiar no basta para explicar las razones del drama. Cu¨¢ntas veces, indagando en los acontecimientos que rodean a la tragedia, se ha podido reconstruir despu¨¦s un cierto recorrido de rarezas que conforma un rosario de carencias en la urdimbre afectiva, que a veces ni las personas m¨¢s pr¨®ximas a quien lo padece ha sabido detectar en la vida de a diario. Y cu¨¢ntas veces tambi¨¦n la obediencia a cierta clase de reglas sociales ahoga la singularidad de quienes consienten en fingir una normalidad ajena antes de dejar claro de una vez por todas el car¨¢cter radical de sus insuficiencias.
Amor en Shakespeare
Viendo un juvenil Shakespeare en el Micalet, y prestando al texto -en excelente versi¨®n de Salvador Oliva- esa atenci¨®n flotante que recomiendan los que saben, di en rumiar en el papel¨®n que hacen los personajes femeninos en las obras del monstruo ingl¨¦s, circunstancia que sorprende si se entra en detalles sobre edad y condici¨®n del dramaturgo. Es posible que el t¨¦rmino talento sea una expresi¨®n arcaica y un tanto m¨ªtica que en vano trata de suplantar el m¨¦rito que se reconoce a la constancia en el trabajo. Y, sin embargo, qu¨¦ otra cosa que el talento, del que tanto desconf¨ªan los bur¨®cratas de la cultura que a la vez se creen cultos en ejercicio, podr¨ªa confluir en el brillante estallido del Godot de Beckett o en el espejismo barroco de Las Meninas. Qu¨¦ otra cosa que ese don explicar¨ªa la fastuosa composici¨®n de las tres hijas de El Rey Lear. El resto es oficio.
El cond¨®n en la farmacia
Un farmac¨¦utico andaluz que no ejerce ha ganado un pleito que introduce nada menos que la cl¨¢usula de conciencia en la dispensa en farmacias de la llamada p¨ªldora del d¨ªa despu¨¦s. Parece que el pollo tiene 35 primaveras, que est¨¢ contra cualquier procedimiento que pueda considerarse m¨¢s o menos abortivo y que ser¨ªa miembro de una Asociaci¨®n Nacional para la ?tica Sanitaria. Como es de rigor en estos casos, la trifulca leguleya se monta a cuenta de las mujeres, confundiendo sin m¨¢s un anticonceptivo con un abortivo para acogerse a una selectiva objeci¨®n de conciencia. Como siempre, llama la atenci¨®n el car¨¢cter absolutamente restringido, y restrictivo para otros, de una cl¨¢usula de esa clase y el alborozo de su ejercicio, as¨ª como la constancia de algunos lun¨¢ticos en confundir como sea sus creencias privadas con las necesidades p¨²blicas. ??tica sanitaria? Si fuera una pulsi¨®n inocente, no le faltar¨ªan a ese sujeto -de apellido, por casualidad siniestra, Anguita- ocasiones para ejercerla sin atropellar los derechos de las mujeres y de sus parejas.
Atroz aniversario
Cuando se cumple un a?o del asesinato de Ernest Lluch, hay que considerar como una suerte desdichada que el profesor dialogante con sus enemigos no haya tenido la mala fortuna de verse forzado a intervenir en las talibanescas disquisiciones que desde hace m¨¢s de dos meses ocupan a la plana mayor (y tambi¨¦n a la menor, lo que viene a ser m¨¢s desgraciado) de la intelectualidad europea, en lo que nos concierne m¨¢s de cerca. Supongo que alg¨²n avispado alumno de doctorado andar¨¢ preparando su tesis sobre tanto disparate. Tambi¨¦n en este aniversario indeseado podr¨ªamos hablar de la pertinaz afon¨ªa de un valiente ilustrado que se enfrent¨® a gritos en San Sebasti¨¢n a quienes le ofend¨ªan con sus vociferaciones, y recordar a Ernest -pero eso es ya como m¨¢s ¨ªntimo y lo debe todo a la nostalgia- en el bar de Econ¨®micas, en la mesa donde se sentaban casi todos, con su mirada entre algodones y una manera de caminar que tomaba el impulso -curioso, pero cierto- precisamente en sus cejas inquisitivas.
Opini¨®n de ministra
Pilar del Castillo se atiene hasta el paroxismo al grotesco gui¨®n de los conversos al insistir en que el n¨²mero de matriculados en las universidades es mucho mayor que el de manifestantes contra la reforma que trama. Se podr¨ªa decir que sorprende, de no suceder todo lo contrario, que la esbelta izquierdista de anta?o utilice sin verg¨¹enza alguna argumentos propios de un Fraga Iribarne en el mejor de sus momentos pero en todo impropios de alguien que razona y pondera en su conjunto los elementos del conflicto. Cabe suponer que ella misma se carcajeaba en otro tiempo hasta caer de culo de las pertinaces explicaciones franquistas, lo mismo que podr¨ªamos re¨ªrnos de la turbia afici¨®n de la ahora ministra por la estad¨ªstica de mercadillo. Pero, sabe usted, ocurre que muchos hemos perdido la sonrisa.
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