Fumar al borde de la enfermedad
Pacientes y personal sanitario se saltan la norma que desterr¨® el tabaco de los hospitales
Un cartel con el lema 'Espacio sin tabaco. Por favor, apague aqu¨ª su cigarrillo', suscrito por el Gobierno vasco y Osakidetza, da la bienvenida a todos los que acceden a cualquiera de los hospitales de la comunidad aut¨®noma. Pero la mujer que cruza la puerta de acceso tras adquirir un cup¨®n de la Once junto a la entrada de Cruces no ve la advertencia.
'No se permitir¨¢ fumar en los centros, servicios o establecimientos sanitarios y en sus dependencias', reza la orden del Departamento de Sanidad publicada en julio de 1998 en el Bolet¨ªn Oficial del Pa¨ªs Vasco. Sin embargo, la prohibici¨®n se incumple, a pesar de que el 94,8% de los vascos rechaza que se fume en las habitaciones de un hospital y un 80%, en cualquier lugar, seg¨²n datos del Observatorio Vasco de Drogodependencias.
'En los ¨²ltimos a?os la presi¨®n social y la mayor concienciaci¨®n han hecho que se fume menos en los hospitales. Pero, aunque ha habido grandes avances, es verdad que no se ha resuelto del todo el problema. La campa?a tiene car¨¢cter pedag¨®gico, y eso significa que se necesita tiempo para que sea totalmente eficaz', argumenta Txema S¨¢nchez, responsable del plan de prevenci¨®n, control y reducci¨®n del tabaquismo del Departamento de Sanidad del Gobierno vasco.
Como prueba de que se acata la medida, S¨¢nchez recuerda haber visto hace menos de una d¨¦cada los ceniceros de los ascensores que sub¨ªan a la planta de maternidad de Cruces llenos de colillas. Hace un par de a?os que retiraron los ceniceros. Tambi¨¦n resulta raro ver al personal de los hospitales fumando y en las habitaciones ya no se atreve nadie a encender un cigarrillo. 'Hasta hace seis a?os la gente fumaba en las habitaciones y tiraba las colillas por la ventana', dice S¨¢nchez.
Una responsable de Enfermer¨ªa del hospital de Cruces, que prefiere ocultar su identidad, explica que entre el personal sanitario se ha notado tanto la prohibici¨®n que incluso muchos han aprovechado para dejar el h¨¢bito. 'Los que siguen fumando lo hacen en sus despachos o lugares de trabajo. Sin embargo, los que fuman son los propios pacientes y las visitas. Se colocan junto a la escaleras de caracol [las que comunican los 12 pisos del edificio] y no se puede hacer nada. Hace un par de a?os hab¨ªa m¨¢s vigilancia. Hab¨ªa gente que iba con una cajita por los pasillos pidiendo a los fumadores que depositaran all¨ª el cigarro. Nosotros no solemos decimos nada', afirma.
S¨¢nchez dice que esa medida contin¨²a y que dos estudiantes de Medicina son los encargados de que se cumpla. 'De todas formas, aunque apaguen el cigarro en ese momento pueden volver a encenderlo a continuaci¨®n. Hemos pasado del 0 al 50, eso es lo importante. Hay que ir poco a poco. Hay que seguir educando', recalca el responsable de educaci¨®n sanitaria.
En el estudio del Observatorio Vasco de Drogodependencias citado se se?ala que cada fumador habitual fuma unos 110 cigarrillos por semana, lo que significa 15 o 16 diarios. Los ocasionales se quedan en una media de 21 cigarrillo semanales. Se puede afirmar que el 47% de la poblaci¨®n de 15 a 79 a?os fum¨® en 1999, aunque s¨®lo el 28,5% se pod¨ªa considerar fumador habitual.
En la planta segunda de Cruces, donde est¨¢n los quir¨®fanos de traumatolog¨ªa, una mujer del servicio de limpieza, a las doce del mediod¨ªa de un d¨ªa de labor arrastra con su escoba decenas de colillas arrinconadas en el suelo. 'Nunca ver¨¢s esto limpio. No hacen caso de las prohibiciones', comenta sin quejarse, como si supiera que no servir¨ªa de nada.
Dos plantas m¨¢s arriba, unos pacientes charlan y fuman bajo el anagrama de prohibido fumar. '?Que est¨¢ prohibido? Ya lo s¨¦, pero yo estoy ingresado desde hace d¨ªas y no voy a bajar hasta la calle. ?Qu¨¦ voy a hacer? Que pongan una sala especial y ya veremos', responde airado uno de ellos. Un paseo por el edificio permite comprobar que en la sala de espera de la planta baja no fuma nadie y que por los pasillos s¨®lo se ve un par de personas con un cigarrillo en la mano, aunque est¨¢n apagados.
'Ya se sab¨ªa que la prohibici¨®n no se iba a cumplir en un a?o. Es un paso. No trato de justificar pero no quiero que afecte a la convivencia. De lo contrario no se podr¨ªa ni hablar', se?ala S¨¢nchez. En Basurto tampoco hay un espacio para fumadores, pero no es habitual ver a fumadores en el interior. En Urgencias de Cruces y de Basurto, los nervios se apagan encendiendo un cigarro en la calle.
Sanciones y convivencia
S¨¢nchez parece tener raz¨®n cuando insiste en la necesidad de preservar la convivencia. El trabajo del Observatorio de Drogodependencias recoge que cuando se priva a fumadores cr¨®nicos de tabaco durante 24 horas, aumenta su ira, hostilidad y agresividad. Adem¨¢s, disminuye su cooperaci¨®n. 'Nuestro planteamiento es nuevo. Buscamos soluciones. Concienciamos de que que fumar es un problema. Es verdad que la ley dice que se delimiten lugares alternativos para fumadores en los centros pero que si no es posible pues que se prohiba fumar; y eso es lo que hacemos, pero con alguna flexibilidad', dice S¨¢nchez. Las sanciones por fumar oscilan entre las 500.000 pesetas y los 2,5 millones, pero est¨¢n dirigidas a los responsables de los locales, no al consumidor.
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