Luces y sombras marcianas
'OJAL? NO TENGA que aguardar m¨¢s de 40 minutos para la respuesta', afirma para s¨ª misma la comandante Kate (Carrie-Ann Moss) Bowman (?pariente del astronauta protagonista, tambi¨¦n comandante, de 2001?), tras enviar un mensaje radio a la Tierra desde la ¨®rbita marciana. Correcto. Al inicio del filme, nos referimos a Marte rojo (Red Planet, 2000), que ya comentamos en el anterior Ciberp@a¨ªs, una voz en off explica que la expedici¨®n terrestre enviada para averiguar las causas del fracaso del proyecto de terraformaci¨®n de Marte, ha viajado 309 millones de kil¨®metros. Esta distancia es recorrida por las ondas radio, ondas electromagn¨¦ticas que se desplazan a la velocidad de la luz, en 17,2 minutos.
Asumiendo que aqu¨¦lla es la distancia que separa la nave de la Tierra y dado que el mensaje debe ir y la respuesta volver, el tiempo indicado de 40 minutos es una buena estimaci¨®n del retardo de las comunicaciones entre Marte y la Tierra. Un claro ejemplo de los problemas que suponen para la comunicaci¨®n tiempos de espera tan largos. Y eso sin salir de ese min¨²sculo rinc¨®n de la Galaxia, nuestro sistema solar.
Incre¨ªble
La pel¨ªcula plantea otras situaciones mucho menos cre¨ªbles. Perdida la comunicaci¨®n con la nave nodriza en ¨®rbita, los astronautas se hacen con el radiotransmisor del veh¨ªculo Sojourner, el rover empleado realmente en julio de 1997 durante la misi¨®n de la sonda Pathfinder. Gracias a ¨¦l, Gallagher (Val Kilmer), el astronauta manitas, logra comunicarse con la comandante Bowman, que permanece en ¨®rbita. Dejando de lado el asunto de las bater¨ªas (en las futuras misiones espaciales, no estar¨¢ de m¨¢s llevar siempre algunas pilas en el bolsillo, por si acaso), las cosas no podr¨ªan ser as¨ª. La radio del rover tiene un rango muy limitado de actuaci¨®n: no m¨¢s all¨¢ de 20 metros. Tal como se?ala Phil Plait en su p¨¢gina web (Bad Astronomy) dedicada a los errores astron¨®micos en filmes recientes y puede leerse en la informaci¨®n t¨¦cnica de la misi¨®n Mars Pathfinder de la NASA.
El veh¨ªculo estaba dise?ado para moverse en las inmediaciones del punto de aterrizaje de la sonda. Y adem¨¢s de su corto alcance, este radiotransmisor no estaba pensado para transmitir la voz, sino s¨®lo se?ales en un rango de frecuencias determinado. Vanos esfuerzos los de Gallagher, en cualquier caso. Nuestro ma?oso astronauta se las ver¨¢ con una sonda sovi¨¦tica, la Kosmos, que lleva m¨¢s de 50 a?os muda y sin uso en la superficie marciana. Para poder utilizarla, Gallagher deber¨¢ reprogramarla. Dicho y hecho, s¨®lo habr¨¢ que abrir una compuerta y all¨ª est¨¢ la consola con su teclado y su sistema de audio. Uno se pregunta para qu¨¦ necesita tama?a sofisticaci¨®n una sonda autom¨¢tica que es programada desde la Tierra v¨ªa radio, sin contacto humano directo. ?Alg¨²n ingeniero ruso tuvo una visi¨®n del futuro?
Dos ¨²ltimas perlas, en este caso del campo de la (exo) biolog¨ªa. Una: las criaturas que habitan las ¨¢ridas planicies marcianas son calificadas sin asomo de duda por el doctor Burchenal, el genetista de la expedici¨®n, como nem¨¢todos. Pero su apariencia, que recuerda a las luci¨¦rnagas, nada tiene que ver con esta clase de animales al que pertenecen lombrices y gusanos. Y dos: en la versi¨®n doblada (no sabemos si en la original es as¨ª tambi¨¦n), el propio cient¨ªfico, uno de los mejores del mundo en su especialidad (algo de lo que uno empieza ya a dudar), se?ala que el alfabeto del DNA es A, G, T y P, en vez de A, G, T y C (por adenina, guanina, timina y citosina, las cuatro bases nitrogenadas que conforman el ¨¢cido desoxirribonucleico).
Luces y sombras. Errores y aciertos, en esta interesante pel¨ªcula sobre nuestro vecino planetario.
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