El Otelo m¨¢s completo
Pl¨¢cido Domingo lleva a la inauguraci¨®n de la temporada de La Scala, que cierra el A?o Verdi, el personaje que m¨¢s gloria le ha dado: Otelo. Tras 231 funciones, ?se despide del moro veneciano? Con Domingo, las predicciones suelen fracasar.
Cuenta Helena Matheopoulos, en su libro Pl¨¢cido Domingo, mis personajes, mi vida, recientemente traducido al espa?ol (Ediciones Robinbook, Barcelona, 2001), que tras la ¨²ltima -al decir de las cr¨ªticas, memorable- de las cuatro representaciones de Otello ofrecidas en el Metropolitan de Nueva York en octubre de 1999, Pl¨¢cido Domingo confes¨® a sus ¨ªntimos: 'Estabais convencidos de que esta funci¨®n iba a ser la ¨²ltima, ?no? Todos pensabais lo mismo esta noche'.
El morbo ha perseguido al tenor madrile?o desde la primera vez que abord¨® el sumo papel dram¨¢tico verdiano en 1975, en Hamburgo, a las ¨®rdenes de James Levine y con Katia Ricciarelli en el papel de Desd¨¦mona. Entonces contaba 34 a?os y fueron muchas las voces que profetizaron el fin de su mete¨®rica carrera al lanzarse a un papel demasiado pesado para sus l¨ªricas prestaciones.
Se equivocaban, obviamente. Un cuarto de siglo m¨¢s tarde, con 231 funciones de moro veneciano a sus espaldas, cumplidos ya los 60 a?os -61, el pr¨®ximo enero-, Pl¨¢cido Domingo se apresta a inaugurar el viernes que viene la temporada de La Scala y a la vez a culminar el A?o Verdi que ha llevado al teatro milan¨¦s durante 2001 nada menos que 10 t¨ªtulos del maestro de Busseto, algunos incre¨ªblemente ausentes del cartel desde mucho tiempo atr¨¢s (?22 a?os sin Trovatore en La Scala hasta la inauguraci¨®n de la temporada pasada!).
?Ser¨¢ ¨¦sta la despedida de Domingo del papel que m¨¢s fama le ha reportado en el mundo entero? Visto el ¨¦xito de las predicciones anteriores, mejor no lanzarse a la piscina. ?l ha anunciado que desear¨ªa cantar Otello por ¨²ltima vez en una producci¨®n completamente nueva. Bien, la de Graham Vick, un veterano en montajes verdianos, lo ser¨¢. Y tambi¨¦n ser¨¢ la primera vez que Domingo act¨²e en el papel a las ¨®rdenes de Riccardo Muti, con el que mantiene una estrecha colaboraci¨®n desde hace tiempo. Son coincidencias que inclinar¨ªan a pensar que nos hallamos efectivamente ante una despedida. Pero con Pl¨¢cido Domingo vale s¨®lo su propia l¨®gica: nadie como ¨¦l conoce sus propios recursos. Y si no se despide es que algo le queda por decir todav¨ªa.
De los cuatro Otelos que ha
dado el siglo XX, ¨¦l sin duda es el m¨¢s completo. Ramon Vinay fue el elegido por Toscanini -quien por cierto ocupaba el puesto de primer violonchelo cuando la ¨®pera se estren¨® en La Scala, en 1887- para su grabaci¨®n de 1947 y repiti¨® en 1951, esta vez a las ¨®rdenes de F¨¹rtwangler. Karajan escogi¨® a Mario del Monaco para acompa?ar a Renata Tebaldi en su grabaci¨®n para la Decca de 1961. En 1973, esta vez para Emi, repetir¨ªa el t¨ªtulo, con Jon Vickers y una joven Mirella Freni que desde entonces se impuso como la mejor Desd¨¦mona de los ¨²ltimos 30 a?os. Justamente fue con ella que Domingo llev¨® su primer Otello a La Scala, el 7 de diciembre de 1976, a las ¨®rdenes del inconmensurable Carlos Kleiber. Ah¨ª se consagr¨® como el m¨¢s completo Otelo del siglo.
Al car¨¢cter guerrero que sus antecesores imprim¨ªan al general veneciano, Domingo supo introducir, sin mostrarse inferior en fortaleza, el punto de duda, de vulnerabilidad de un personaje que acaba por autodestruirse. La dificultad de este papel, s¨®lo comparable en el repertorio alem¨¢n con el Trist¨¢n de Richard Wagner, es precisamente este cambio de car¨¢cter que exige pasar del lirismo inicial al oscuro drama final, siempre al l¨ªmite de la tesitura.
La Scala echa el cerrojo
EN EL GRAN acontecimiento internacional que significa la apertura de temporada de La Scala, tradicionalmente fijada para el 7 de diciembre -festividad de San Ambrosio, patr¨®n de Mil¨¢n-, Pl¨¢cido Domingo estar¨¢ acompa?ado por Barbara Frittoli en el papel de Desd¨¦mona y Leo Nucci como Yago. Ezio Frigerio y su mujer, Franca Squarciapino, firman los decorados y el vestuario. Pero esta inauguraci¨®n, que desde siempre constituye una fiesta m¨¢s mundana que aut¨¦nticamente cultural -aunque Muti ha luchado a brazo partido para cambiar este estado de cosas-, estar¨¢ en esta ocasi¨®n te?ida por la duda de cu¨¢ndo volver¨¢ a producirse otra prima en el entra?able teatro construido por el arquitecto Piermarini, frente al Ayuntamiento de la ciudad y a escasos metros del H?tel et de Milan donde Verdi celebr¨® el ¨¦xito popular de su primer Otello y donde falleci¨® 14 a?os m¨¢s tarde. Concluidas las representaciones del t¨ªtulo verdiano, en efecto, La Scala cierra por reformas y la temporada se traslada a la periferia de la ciudad, al Teatro degli Arcimboldi. Cabe suponer que, trat¨¢ndose de una instituci¨®n como la ¨®pera milanesa (las reformas pasan por la construcci¨®n de una nueva torre esc¨¦nica, adaptada a las nuevas tecnolog¨ªas teatrales), las obras estar¨¢n acotadas en el tiempo. Pero la sombra de La Fenice, que pese a su nombre, no ha conseguido resurgir todav¨ªa de las cenizas en que qued¨® convertida en 1995, es demasiado alargada para no alimentar los m¨¢s diversos temores.
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