?Es posible estar contra las drogas?
Hay drogas malas y drogas buenas, del mismo modo que hay m¨²sica mala y m¨²sica buena. Decir que uno est¨¢ 'en contra de las drogas' ser¨ªa algo as¨ª como afirmar que uno est¨¢ 'en contra de la m¨²sica' por el hecho de que exista m¨²sica mala. Estas palabras no son nuestras, ni tampoco de Sadie Plant, la inteligent¨ªsima autora de Escrito con drogas, sino de Michel Foucault. Sadie Plant las cita sin parafrasearlas. Su actitud consiste en presentar datos sin apenas comentarlos, en la creencia, muy anglosajona, de que los hechos hablan por s¨ª solos. Sadie Plant organiza su apasionante y muy bien informado ensayo sobre el tema de las drogas con la inteligencia y la sutileza de un maestro en estrategia. No es, en modo alguno, una 'defensa' de las drogas, pero tampoco es un libro 'en contra', y lo cierto es que ante tal avalancha de informaci¨®n cualquier lector se dar¨¢ cuenta enseguida de lo absurdo que es estar 'a favor' o 'en contra' en un tema tan complejo como ¨¦ste. La intenci¨®n de Sadie Plant parece ser, primero, recordarnos (si es que hab¨ªamos decidido olvidarlo) que las drogas son consustanciales a la civilizaci¨®n, que hay drogas donde hay cultura, es decir, donde hay seres humanos, y segundo, que las drogas no son un 'otro', temible o adorable, sino parte de nuestra propia fisiolog¨ªa. El libro de Sadie Plant resulta atractivo no s¨®lo por la riqueza de su documentaci¨®n, la infatigable inteligencia con que est¨¢ escrito y su casi absoluta falta de prejuicios, sino sobre todo, y muy especialmente, por los espectaculares vuelos conceptuales en los que la autora nos embarca para poner en relaci¨®n su tema con muchos otros temas con los que no se nos habr¨ªa ocurrido relacionarlo, mostr¨¢ndonos una y otra vez lo inextricablemente que est¨¢n unidas las drogas a cualquier definici¨®n hist¨®rica, materialista, antropol¨®gica, m¨ªstica o cibern¨¦tica de lo que es el ser humano.
ESCRITO CON DROGAS
Sadie Plant Traducci¨®n de Ferran Meler-Orti Destino. Barcelona, 2001 357 p¨¢ginas. 3.200 pesetas
Escrito con drogas no es, como su t¨ªtulo podr¨ªa inducir a creer, un ensayo sobre la relaci¨®n entre las drogas y la literatura. Sadie Plant comenta extensamente las agon¨ªas y las hierofan¨ªas de Baudelaire, De Quincey, Coleridge, Poe, Michaux, Burroughs, etc¨¦tera, y nos sugiere, por ejemplo, que la poes¨ªa moderna (Poe, Baudelaire, Coleridge) no existir¨ªa de no ser por el concurso de los estupefacientes, pero su tema rebasa con mucho los l¨ªmites del mero ensayo literario. El libro comienza, aproximadamente, con Coleridge, pero termina con los talibanes y con el c¨¢rtel de Medell¨ªn.
La cruz cristiana puede ser un anagrama de una seta. La historia de Ad¨¢n y Eva, como la de la Bella Durmiente, son historias de drogas y su efecto. Las religiones se originan en plantas m¨¢gicas: el ¨¢rbol del bien y del mal, el soma de los Vedas, la 'rama dorada', el hongo azteca que es 'la carne de los dioses'. La lucidez implacable de Arsenio Lupin y de Sherlock Holmes tiene su origen, quiz¨¢, en la visi¨®n ampliada proporcionada por las drogas, del mismo modo que Freud invent¨® la droga blanda (o no tan blanda) del psicoan¨¢lisis cuando se cans¨® de experimentar con la coca¨ªna y la morfina. Bleriot estaba drogado cuando cruz¨® por primera vez el canal de la Mancha. Hitler lleg¨® a inyectarse metanfetamina hasta ocho veces al d¨ªa durante los ¨²ltimos tiempos del Reich, y por las mismas fechas, Churchill comprobaba con agrado que las anfetas le ayudaban a aclararse la cabeza y a sentir confianza en s¨ª mismo. Kennedy us¨® la anfetamina para superar la 'crisis de los misiles' cubanos de 1962. Los experimentos de Walter Benjamin con la mezcalina, el opio y el hach¨ªs se convertir¨ªan m¨¢s tarde en sus 'iluminaciones profanas'; las visiones de campos de energ¨ªa que rodean a los objetos tras la ingesti¨®n de psicotr¨®picos, en su famoso concepto del 'aura' de la obra de arte...
Mucho de lo que dice Sadie Plant hay que deducirlo -o asumirlo-. Todo es pertinente y deber¨ªa hacernos reflexionar. Est¨¢n aqu¨ª las agon¨ªas y los ¨¦xtasis, los para¨ªsos y los infiernos. Est¨¢ la relaci¨®n indudable entre el uso de las drogas y las exploraciones en el interior de la conciencia, y tambi¨¦n la torpeza de muchos de esos exploradores y sus limitaciones expresivas. (Est¨¢n las interminables quejas de Michaux y Huxley, y el pesad¨ªsimo tema de si las im¨¢genes provenientes de la mezcalina y la ayahuasca -cuyos usuarios verdaderos, por cierto, llaman el ayahuasca- pueden servir para la creaci¨®n literaria. ?Acaso no les sirvi¨® el opio a Coleridge o a Wilkie Collins? La verdadera pregunta es ?c¨®mo podr¨ªa no servir? Resulta ingenuo suponer que no es posible transmitir a un tercero las vivencias del peyote: ?acaso es posible transmitir a un tercero la experiencia del amor, o el sabor del pomelo?). Est¨¢n las tropel¨ªas diab¨®licas de la CIA o los narcotraficantes, pa¨ªses del Tercer Mundo hundidos en el humo caliginoso de las 'rocas chinas', campesinos birmanos a quienes se les paga su salario en hero¨ªna, y tambi¨¦n la creaci¨®n de los analg¨¦sicos y la anestesia. Est¨¢, y despu¨¦s de haber recorrido el herbolario del cham¨¢n y todas las retortas del alquimista, la constataci¨®n detallada, minuciosa, implacable, de que todas esas sustancias cuyos avatares hemos ido recorriendo cap¨ªtulo por cap¨ªtulo y continente por continente, existen dentro de nuestro cerebro, que las genera continuamente para equilibrar nuestro estado de ¨¢nimo y para crear ese cierto acuerdo de la percepci¨®n que solemos llamar 'realidad'.
Hay drogas buenas y drogas malas, del mismo modo que hay m¨²sica buena y m¨²sica mala. Decir que uno est¨¢ 'en contra de las drogas' es tan absurdo como decir que est¨¢ 'en contra de la m¨²sica' porque aborrece, con toda la raz¨®n del mundo, la tuna, el bacalao o la copla espa?ola.
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