Vivir al lado de La Pedrera
Miles de turistas al d¨ªa visitan la barcelonesa Casa Mil¨¤ de Gaud¨ª
Vivir en Barcelona junto a un monumento tur¨ªstico como La Pedrera tiene sus ventajas y desventajas. Empiezo as¨ª, con una oraci¨®n inocurrente, obvia, un tanto est¨²pida, para intentar ordenar el desorden del mensaje en botella que vendr¨¢. No es f¨¢cil vivir junto a La Pedrera. Tampoco es dif¨ªcil (en realidad, conveng¨¢moslo, es un verdadero privilegio); pero es una situaci¨®n que provoca emociones complejas encontradas. Por un lado -para bien o para mal-, uno es f¨¢cilmente ubicable. Por otro, no todo el mundo accede al placer de contemplar una obra maestra del arte arquitect¨®nico con la frecuencia con que uno suele enfrentarse a los neones de un McDonald's.
La parte mala, claro, es atravesar esa constante masa humana fotografiando y fotografi¨¢ndose a la hora de desarrollar actividades del tipo de comprar el pan y el peri¨®dico. La parte buena es contemplar, una y otra vez, en cada uno de sus rostros ese venerable asombro que va del ¨¦xtasis japon¨¦s al desconcierto norteamericano, y que limita directamente con la felicidad, cuando contemplan ese edificio que empeque?ece y pone en su justo sitio al m¨¢s ambicioso sue?o o pesadilla del cineasta Tim Burton.
FUERA. Mientras escribo estas l¨ªneas, La Pedrera est¨¢ cubierta de p¨¢jaros y aves como si fuera un leviat¨¢n encallado en las orillas del paseo de Gracia. En sus cornisas, en sus balcones, en todas partes. Algo relativo a los festejos del d¨ªa mundial del pico y del ala. Lo cierto es que molesta un poco que disfracen a La Pedrera, que le pongan cosas encima de acuerdo a la estaci¨®n y al ¨¢nimo de a quien se le ocurran estas cosas. Despu¨¦s de todo, a la Gioconda no le pintan un gorro frigio cada 14 de julio. La Pedrera -planteada y construida por Gaud¨ª entre 1906 y 1912, como cumbre del modernismo dom¨¦stico para ser disfrutada por la burgues¨ªa- no tiene por qu¨¦ soportar que la adornen como un ¨¢rbol de Navidad. Del mismo modo en que yo -ya que estamos- no ten¨ªa por qu¨¦ soportar a ese enjambre de Comediants disparando ca?onazos desde su fachada durante los mediod¨ªas del ¨²ltimo y milenarista trimestre de 1999, ni tengo por qu¨¦ o¨ªr todos los veranos la resaca s¨®nica de esos conciertos de jazz / tango / flamenco / ¨®pera que no hacen sino recordar a esos n¨²meros de musicales de crucero caribe?o, donde todos aplauden con la bebida en alto y en ascenso. Si no es f¨¢cil vivir junto a un gran espect¨¢culo que no cesa, es mucho m¨¢s dif¨ªcil vivir junto a un p¨¦simo espect¨¢culo que jam¨¢s termina, creo. En cualquier caso, ahora que lo pienso, hay algo todav¨ªa m¨¢s inc¨®modo que vivir junto a La Pedrera: vivir dentro de La Pedrera.
DENTRO. Llevo casi tres a?os viviendo a su lado y no fue sino hasta algunas semanas atr¨¢s cuando me decid¨ª a visitar sus tripas. Hab¨ªa estado, s¨ª, cada ma?ana en su misteriosamente desaparecido y a?orado bar, as¨ª como en varias de las excelentes muestras de la sala de exposiciones desde cuyas ventanas de cristales oscurecidos la ciudad se contempla en un permanente invierno. Eso, sumado al buen aire acondicionado, convierte a La Pedrera en escala obligatoria del vecino agobiado por el calor m¨¢s all¨¢ de las bondades de las retrospectivas de Giacometti (a quien idolatro), Chagall (a quien detesto) o Salgado (a quien idolatro o detesto, seg¨²n con el humor que me haya levantado). En cualquier caso, mi primera visita no fue cosa sencilla. Los ascensores son peque?os y los turistas tienden a juntarse todos en los mismos rincones del reconstruido piso modernista. Promet¨ª no volver en alg¨²n tiempo. Lo mejor de todo, claro, es la terraza. Sentarse all¨ª con un libro al atardecer y preguntarse ad¨®nde se habr¨¢ ido La Pedrera ahora que uno est¨¢ en ella.
ARRIBA. Desde las alturas se ve la Sagrada Familia, otro greatest hit de Gaud¨ª que -leo en este mismo suplemento- recibi¨® 333.666 visitantes m¨¢s que La Pedrera durante 2000. Debe de ser duro, tambi¨¦n, vivir al lado de la Sagrada Familia, pienso. Aun as¨ª, este dato, parad¨®jicamente, despierta en m¨ª una competitividad futbol¨ªstica.
Otra paradoja: asom¨¢ndose por la terraza de La Pedrera y mirando hacia abajo, uno accede a una vista privilegiada. La vista a los turistas. As¨ª, muchos gritos y muchos flases y uno que los mira desde las alturas y se muerde los labios del cerebro para no caer en ese clich¨¦ del 'parecen hormiguitas' porque ya saben las ganas de pisarlas que suelen producir las hormiguitas.
ABAJO. Abajo, ya lo dije, est¨¢n los turistas sacando fotos. O tomando fotos. En cualquier caso, sacar y tomar nunca fueron mis verbos predilectos, y de ser cierta esa antigua creencia de que las fotos te roban el alma, bueno, a m¨ª ya no me queda nada porque -yendo a comprar el pan o el peri¨®dico- he aparecido sin quererlo en demasiadas fotos mientras pasaba por ah¨ª. Ignoro si exist¨ªa el turismo antes de la invenci¨®n de la fotograf¨ªa, pero de ser as¨ª, estoy seguro, era una actividad m¨¢s noble y civilizada e inmune a la fiebre de Agfa, el s¨ªndrome de Fuji o el mal de Ilford.
Yo estoy seguro de que tanta sobreexposici¨®n a los negativos no puede ser positivo para La Pedrera. Yo hago lo que puedo para defenderla. Digamos que lo m¨ªo es un forma de guerrilla urbana: cada vez que un japon¨¦s o un norteamericano o lo que sea me detiene a gritos y me pide que le haga una foto frente a ese venerable portal de hierro forjado, yo le digo que encantado, un poco m¨¢s adelante, dos pasos a la izquierda, ah¨ª, y lo encuadro a la perfecci¨®n para que no salga en la foto su cabeza. Y disparo a quemarropa con una sonrisa. Despu¨¦s le devuelvo la c¨¢mara, me dice gracias, le respondo que el agradecido soy yo, ¨¦l regresa a su casa junto a un McDonald's y yo regreso a la m¨ªa junto a La Pedrera.
Rodrigo Fres¨¢n es periodista y escritor argentino. Su nuevo libro, Mantra, una cr¨®nica novelada de M¨¦xico DF, est¨¢ editado por Mondadori.
GU?A PR?CTICA
- La Pedrera (Casa Mil¨¤). Centro cultural de Caixa Catalunya. Paseo de Gracia, 92. Barcelona. - Tel¨¦fono: 934 84 59 95. - Internet: www.casamila.com. Con informaci¨®n no s¨®lo sobre el edificio, sino tambi¨¦n sobre la vida y obra de Gaud¨ª. Organiza tours por la ciudad para recorrer sus edificios. - Horario de visitas: de lunes a domingo, de 10.00 a 20.00 horas; festivos, de 10.00 a 15.00. - Precios: Espai Gaud¨ª (desv¨¢n dedicado a la vida y obra del artista), 600 pesetas. Piso Pedrera, 600. Entrada combinada para ambos recintos, 1.000. Carnet Joven, jubilados y parados: 350 (Espai Gaud¨ª o Piso Pedrera) y 500 pesetas (entrada combinada). Escolares, 375.
- Autob¨²s. En las inmediaciones tienen parada las l¨ªneas n¨²mero 7, 16, 17, 22, 24, 28 y N4. - Metro. La parada m¨¢s cercana es Diagonal (l¨ªneas 3 y 5).
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