Zaplana pone otra pica en Madrid
De antiguo es sabido que recibir la alternativa en Madrid es una condici¨®n imprescindible para los pol¨ªticos perif¨¦ricos con ambiciones y sin vitola nacionalista. Incluso para los nacionalistas sin ¨ªnfulas soberanas. Lo que se ignora es cu¨¢ntas veces hay que repetir el tr¨¢mite para sentar plaza de figura estatal. Al parecer, hay que ensayar la jugada en cuantas oportunidades surjan o se propicien para no perder pie en el escalaf¨®n de los elegidos, si bien es una temeridad que est¨¢ al alcance de muy pocos porque la clac madrile?a puede ser c¨¢lida como pocas, g¨¦lida como ninguna, aunque siempre vol¨¢til. Reiterar la suerte s¨®lo est¨¢ al alcance de los m¨¢s arrojados o ungidos por la baraka.
Es, hoy por hoy, el caso del presidente Eduardo Zaplana. En febrero pasado present¨® en la Villa y Corte un libro -El acierto de Espa?a- con estela escandalosa por el presunto plagio. Un esp¨ªritu m¨¢s encogido que el suyo hubiese huido como gato escaldado de salir de nuevo al mismo proscenio. Tanto m¨¢s cuando cacarear en estos momentos entre el Olimpo del Partido Popular podr¨ªa sugerir intenciones sucesorias inoportunas a la prevista sede vacante de La Moncloa. Pero ah¨ª se las den todas al molt honorable. ?l se sabe bien arropado por el poder medi¨¢tico que se ha urdido personalmente, anda sobrado de fuerzas, ya le ha tomado sobradamente el pulso a la clase pol¨ªtica de alto coturno y, adem¨¢s, contaba con el texto y pretexto de su europe¨ªsmo para perorar en el selecto p¨²lpito del Club Siglo XXI.
Europa, o m¨¢s exactamente el Comit¨¦ de las Regiones que Zaplana ha de presidir, la versi¨®n amable de la globalizaci¨®n totalitaria que se acrece por d¨ªas y el desarrollo de la cuenca mediterr¨¢nea es un tajo id¨®neo para redondear una buena faena ret¨®rica sin el peligro de pisar minas. M¨¢s a¨²n trat¨¢ndose de un habilidoso dise?ador de realidades virtuales y felicitarias, cual es el titular de la Generalitat. 'Lo m¨¢s granado de la vida pol¨ªtica madrile?a', como describ¨ªa un rotativo conservador la concurrencia, tampoco esperaba otra cosa. De la vida pol¨ªtica y de la econ¨®mica, a?adimos nosotros. Estaba all¨ª porque percib¨ªa el halo del ganador, de consuno con los intereses que a unos u otros les unce a la Comunidad Valenciana. Son los muchos amigos del presidente, m¨¢s los que quieren acceder a su mano, que han sido un mont¨®n a tenor de las presiones que ha habido para conseguir una invitaci¨®n al evento.
Desde la izquierda ind¨ªgena, como le concierne, se ha querido atenuar el brillo de la operaci¨®n, sin admitir siquiera la destreza log¨ªstica de su preparaci¨®n, desarrollo y explotaci¨®n del ¨¦xito. Un despliegue inusual por estas latitudes tan bien dotadas para vender cualquier mercanc¨ªa que no sea el prestigio de sus l¨ªderes pol¨ªticos. Adictos a esta inercia, la oposici¨®n ha remedado la zorra de Esopo y decretado que todo ese alboroto est¨¢ verde, que s¨®lo es ruido y nada. ?Qu¨¦ proced¨ªa, pues, y qu¨¦ hubiera hecho en ese mismo trance? ?Acaso en tal foro y ante semejante cohorte de ministros y pudientes la voz de la oposici¨®n hubiese arg¨¹ido las flaquezas del Pa¨ªs Valenciano en punto a inseguridad ciudadana, tr¨¢fico de drogas o incapacidad para la gesti¨®n del problema migratorio, decimos por citar s¨®lo algunas cuestiones m¨¢s vivas que acad¨¦micas?
Es obvio que no, aunque en realidad son los asuntos que interesan verdaderamente a los ciudadanos y acerca de los cuales celebrar¨ªan que su presidente, entre una y otra singladura viajera, se mojase el trasero asumiendo compromisos confortantes. Pero un discurso de corte tan dom¨¦stico no es el indicado para fastos como el que glosamos y que ¨²nicamente tienen la finalidad de aquilatar la talla pol¨ªtica y la proyecci¨®n social de un dirigente que apunta donde ning¨²n otro de entre los nuestros apunt¨® antes. En este sentido, puede discutirse que poner una o dos picas en Madrid nos sirva de algo a los administrados. Lo incuestionable es que sirve de mucho a su protagonista, decididamente instalado en el meollo de la clase gobernante.
Con este capital en mano ha de subir notablemente el list¨®n de sus aspiraciones. Y no digamos cuando se familiarice con Bruselas y tenga tel¨¦fono directo con los primeros espadas de Europa. Si ahora pone apenas los pies en la calle de Caballeros, ?qu¨¦ ser¨¢ entonces?
SUBVENCIONES
Concitados por los -insuficientes- recursos econ¨®micos que se les adjudica en los presupuestos de la Generalitat, algunos colectivos de la cultura en el cap i casal han emprendido una severa cr¨ªtica a la reciente Bienal de Valencia y de alguno de sus fastos m¨¢s espectaculares. Est¨¢n en su derecho y hasta resultaba llamativo su discreto mutismo hasta este momento. Pero puestos a clamar por la ortopedia financiera que les sostiene y su distribuci¨®n, vendr¨ªa al pelo abrir el debate no s¨®lo sobre la cuant¨ªa de las subvenciones, sino tambi¨¦n acerca de su necesidad y contrapartidas para que no parezca que se vive a expensas de la teta p¨²blica.
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