Sin noticias de Benavent
La celebraci¨®n del juicio del 'jard¨ªn de los horrores' no aclara la muerte del inform¨¢tico desaparecido
Cuando el caso de Enrique Benavent, poco despu¨¦s conocido en toda Espa?a como el caso del jard¨ªn de los horrores salt¨® a la luz, la trama parec¨ªa, m¨¢s o menos, clara. Un hombre joven, inform¨¢tico de profesi¨®n, hab¨ªa desaparecido en Valencia en 1991. Seis a?os despu¨¦s otro hombre, un preso de Picassent, Rafael Romero Leiva, se decide a contar lo que le hab¨ªa pasado. El despecho, su salud fr¨¢gil o la obtenci¨®n de beneficios penitenciarios fueron algunos de los motivos que se barajaron para explicar por qu¨¦ Romero Leiva se decid¨ªa a desvelar lo ocurrido, incluso autoinculp¨¢ndose en la participaci¨®n del crimen. En su declaraci¨®n se?al¨® a otra persona, Emilio Pellicer, al que en Castell¨®n se conoce como El Petxina, como autor de la muerte y guardi¨¢n del cad¨¢ver de Benavent, un cuerpo que deb¨ªa encontrarse enterrado en su jard¨ªn.
La Guardia Civil acudi¨® a su domicilio a detenerle, pero no lo pudieron localizar. Entonces, se inici¨® la b¨²squeda de El Petxina. Pocos d¨ªas despu¨¦s era arrestado en el aeropuerto madrile?o de Barajas, al que acababa de llegar en un vuelo procedente de la ciudad de Santa Cruz de Bolivia con escala en Brasil; mientras, al remover la tierra de su jard¨ªn, aparec¨ªan restos ¨®seos de una veintena de seres humanos. La detenci¨®n de El Petxina encaj¨® en aquel momento con la de un asesino en serie relacionado, adem¨¢s, con el tr¨¢fico de drogas. Tambi¨¦n se presumi¨® que un ajuste de cuentas hab¨ªa sido el m¨®vil del crimen.
Durante esta semana se ha celebrado en Castell¨®n el juicio contra Rafael Romero Leiva y contra El Petxina, sin embargo, el juicio no ha aportado ninguna prueba concluyente de que el inform¨¢tico est¨¦ muerto, aparte de las declaraciones de los dos imputados, que se acusan mutuamente de ser los autores del crimen. Ni las muestras de sangre halladas en casa de El Petxina, ni el an¨¢lisis de los huesos hallados en su jard¨ªn, ni uno solo de los testimonios han servido para probar que Benavent estuviera en Castell¨®n, muriera y que su cuerpo fuera a parar al jard¨ªn de los horrores.
Salfum¨¢n y cal
Los peritos indicaron durante el juicio que el paso de tiempo y la acci¨®n de algunos compuestos con los que pudo ser tratado el cad¨¢ver (salfum¨¢n y cal) han podido alterar las muestras pero, en ning¨²n caso, determinaron que estas pertenecieran a la v¨ªctima. Y eso no es todo. Otra informaci¨®n ha complicado cualquier hip¨®tesis y es que los restos humanos aparecieron en el jard¨ªn de El Petxina pero, al parecer, ¨¦ste hab¨ªa comprado tierra procedente de un antiguo cementerio para allanar la superficie.
Desvanecida la posibilidad de un caso de asesinatos m¨²ltiples, en el juicio ha adquirido protagonismo el mundo subterr¨¢neo del tr¨¢fico de drogas. Han pasado por la sala una serie de personas que podr¨ªan estar vinculadas con la venta de estupefacientes y que han testificado a pesar de no quedar clara su relaci¨®n con el crimen. S¨®lo el fiscal, en su informe final, sostuvo que ambos acusados forman s¨®lo el ¨²ltimo eslab¨®n de una cadena de mayor dimensi¨®n dedicada el tr¨¢fico de estupefacientes y a otras actividades delictivas. La abogada de El Petxina a?adi¨® que, seg¨²n su versi¨®n, fue Romero Leiva quien mat¨® a Benavent 'por orden de alguna persona o como consecuencia de un ajuste de cuentas entre ambos'.
El ¨²ltimo d¨ªa depar¨® una sorpresa. El Petxina hab¨ªa optado por no declarar durante el juicio, pero en la sesi¨®n del viernes el magistrado de la sala solicit¨® un careo entre los acusados. 'T¨² te lo cargaste a palos y me dijiste que yo me apa?ase con ¨¦l o tendr¨ªa problemas y yo me deshice del cad¨¢ver porque ten¨ªa miedo, ya que me amenazaste', le espet¨® El Petxina. 'Fuiste t¨² quien se lo carg¨® con un cuchillo, cortaste el cuerpo y lo quemaste, amenaz¨¢ndome si dec¨ªa algo de lo ocurrido', respondi¨® Romero Leiva dirigi¨¦ndose a su compa?ero de banquillo.
Fiscal y acusaci¨®n sostienen que ambos asesinaron a Benavent por un ajuste de cuentas. Pero existe un peque?o inconveniente. Nadie sabe, a ciencia cierta, si ¨¦ste muri¨®.
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