Estados supuestos
Casi todas las intervenciones occidentales, humanitarias o no, de la posguerra fr¨ªa han acabado en la necesidad de asistir a los territorios en los que se ha intervenido. Bosnia, Kosovo, Macedonia, Timor Oriental, y ahora Afganist¨¢n son fen¨®menos que se pueden multiplicar en los pr¨®ximos a?os, para los que la comunidad internacional no est¨¢ bien preparada. Pero ¨¦sta debe dotarse de los recursos institucionales, financieros y humanos para hacer frente a esta demanda. Es en los llamados Estados fallidos donde encuentran cobijo algunos terrorismos o tr¨¢ficos ilegales de todo tipo, pasto para se?ores de la guerra.
De no tomarse las medidas adecuadas, se ampliar¨¢ esa 'anarqu¨ªa que viene', que anunciara ya en 1994 Robert Kaplan, tras observar sobre el terreno en ?frica que una cosa son las fronteras oficiales dibujadas en los mapas, y otra que tras ellas haya algo que se parezca a un Estado. No es una vuelta atr¨¢s, sino que pensar que hubo un adelante es un espejismo. En Afganist¨¢n, cuentan m¨¢s los mapas que reflejan la distribuci¨®n de las etnias que los pol¨ªticos. Siguiendo b¨¢sicamente estas l¨ªneas, y seg¨²n les dejen EE UU y los propios afganos, se ir¨¢n desplegando las fuerzas internacionales, lo que puede forzar la pacificaci¨®n, aunque tambi¨¦n confirmar fragmentaci¨®n. A veces, como recuerda Michael Ignatieff, imponer la democracia en territorios de este tipo puede provocar, una desintegraci¨®n, un estallido ¨¦tnico o cultural. Por eso parece que tantas guerras se libran en el seno de las sociedades y no entre Estados. La prioridad debe ser construir Estados, -pues la gobernabilidad de la globalizaci¨®n requiere Estados fuertes-, y asegurar libertades y respeto a los derechos humanos. Las tribus nunca se han ido del todo; reaparecen incluso en las urbes con nuevas caracter¨ªsticas. Ya se ha dicho: el mundo se ha hecho uno, pero en ¨¦l conviven siglos diferentes, a menudo con la m¨¢xima proximidad geogr¨¢fica.
Parad¨®jicamente, esta situaci¨®n se da cuando m¨¢s ¨¦xito ha tenido la principal exportaci¨®n europea: la del Estado -ni siquiera naci¨®n- como forma pol¨ªtica. Hoy, s¨®lo la Ant¨¢rtida escapa a la estatalidad formal. Cuando se cre¨® en 1945, la Organizaci¨®n de Naciones Unidas contaba con 51 Estados (algunos como Bielorrusia con esca?o separado pero perteneciente a la URSS). A finales de 2000, 189 Estados miembros (y el mundo con algunos m¨¢s, dado que, por ejemplo, Suiza no es miembro de la ONU). Pensar que se puede aplicar nuestro concepto de Estado ni siquiera a una mayor¨ªa de ellos es err¨®neo. Pues en muchos casos, las instituciones del Estado no cubren el territorio que se le supone tiene asignado, ya sea en Colombia, en Sierra Leona, en Congo, en Albania, Indonesia o Filipinas. El derrumbe o fracaso de estos Estados, como hemos visto tantos casos en los ¨²ltimos tiempos, es un factor central de inestabilidad.
El de los Estados fallidos empieza a ser un tema de atenci¨®n primordial acad¨¦mica y pol¨ªtica. Se est¨¢ convirtiendo en uno de los problemas centrales de la agenda global, aunque George W. Bush llegara a la Presidencia del Estado m¨¢s poderoso de la Tierra abjurando de las ideas de Clinton sobre el nation-building, la construcci¨®n de Estados. Ahora se ve obligado a ello. Es caro. Pero m¨¢s caro, en t¨¦rminos humanos y econ¨®micos, que construir Bosnia o Kosovo, o ahora Afganist¨¢n, han sido las guerras, o los efectos del 11-S. Muchos Estados de este mundo van a precisar de muletas para seguir andando. ?Disponemos de tantas?
Otra escuela piensa que lo primordial no es construir Estados, sino imperios, o nuevas formas imperiales que permitan convivir a etnias o religiones diferentes, al observar que muchos problemas derivan del colapso de algunos imperios: el Otomano en los Balcanes y Oriente Pr¨®ximo; el sovi¨¦tico en la periferia de Rusia. Y algunos apelan a que ese nuevo imperio sea ese sheriff reticente que es EE UU. Pero estos ¨²ltimos a?os la llamada Pax Americana no ha funcionado. Hay inventar una nueva forma de gobernar el mundo.
aortega@elpais.es
Tu suscripci¨®n se est¨¢ usando en otro dispositivo
?Quieres a?adir otro usuario a tu suscripci¨®n?
Si contin¨²as leyendo en este dispositivo, no se podr¨¢ leer en el otro.
FlechaTu suscripci¨®n se est¨¢ usando en otro dispositivo y solo puedes acceder a EL PA?S desde un dispositivo a la vez.
Si quieres compartir tu cuenta, cambia tu suscripci¨®n a la modalidad Premium, as¨ª podr¨¢s a?adir otro usuario. Cada uno acceder¨¢ con su propia cuenta de email, lo que os permitir¨¢ personalizar vuestra experiencia en EL PA?S.
En el caso de no saber qui¨¦n est¨¢ usando tu cuenta, te recomendamos cambiar tu contrase?a aqu¨ª.
Si decides continuar compartiendo tu cuenta, este mensaje se mostrar¨¢ en tu dispositivo y en el de la otra persona que est¨¢ usando tu cuenta de forma indefinida, afectando a tu experiencia de lectura. Puedes consultar aqu¨ª los t¨¦rminos y condiciones de la suscripci¨®n digital.