Capturado en Afganist¨¢n un estadounidense que luchaba junto a Bin Laden
John Walker estuvo presente en la revuelta talib¨¢n de la c¨¢rcel de Mazar-i-Sharif
El Pent¨¢gono esperaba encontrarse con sorpresas en Afganist¨¢n, pero no contaba con esto. El primer prisionero de guerra de la campa?a afgana no es un jefe talib¨¢n ni un dirigente de Al Qaeda, sino un chico estadounidense de buena familia llamado John Walker, convertido a la fe musulmana y enrolado en las filas de Osama Bin Laden para combatir por un 'Estado musulm¨¢n puro'. Cuando le sacaron de las ruinas de Qala-i-Jhangi, donde hab¨ªa resistido durante una semana junto a casi un centenar de guerrilleros, estaba herido y dijo llamarse 'Abdul Hamid, luchador de la guerra santa'.
Luego explic¨® que su 'otro' nombre era John Phillip Walker Lindh, que hab¨ªa nacido en Washington DC en febrero de 1981 y que hab¨ªa vivido en California hasta 1999. Sus padres, divorciados, dicen que siempre fue 'muy buen chico, t¨ªmido y estudioso', y se declaran 'sorprendidos' por la peripecia de John. 'No s¨¦ si se le acusar¨¢ de alg¨²n crimen ni s¨¦ qu¨¦ tipo de tribunal le juzgar¨¢, pero estar¨¦ a su lado', declar¨® Frank Lindh, su padre.
John Lindh vivi¨® en Maryland, junto a Washington DC, hasta los 10 a?os. Era el segundo de tres hermanos y, seg¨²n su madre, Marilyn Walker, se distingu¨ªa por su talento para los idiomas y por su sentido de la justicia. El padre, abogado, era cat¨®lico practicante. La madre, asistente social, se convirti¨® al budismo. En 1991, la familia se traslad¨® a California y los padres se divorciaron.
'A los 16 a?os nos anunci¨® que deseaba convertirse al islam', explic¨® el padre a la revista Newsweek. 'Se sumergi¨® en su nueva religi¨®n de forma muy natural y una vez le coment¨¦ que tal vez hab¨ªa nacido ya musulm¨¢n, porque estaba claro que esa fe resultaba muy importante para ¨¦l', a?adi¨®.
A los 18 a?os, el chico viaj¨® a Sanna, en Yemen, para aprender ¨¢rabe. Poco despu¨¦s se desplaz¨® a Bannu, un pueblo al noroeste de Pakist¨¢n cercano a la frontera afgana, y se inscribi¨® en una madraza, una escuela isl¨¢mica.
El propio John explic¨® a un corresponsal de CNN que en Bannu 'todo el mundo apreciaba a los talibanes'. 'Empec¨¦ a leer sus ense?anzas, la historia de Kabul... y mi coraz¨®n se lig¨® a Afganist¨¢n', dijo, tumbado en el suelo, herido y con evidentes muestras de dolor. Seg¨²n la versi¨®n del padre, John conoci¨® en Pakist¨¢n a varios de los maestros que hab¨ªan formado a los dirigentes talibanes -la palabra significa 'estudiantes'- y se convenci¨® de que Afganist¨¢n era el ¨²nico pa¨ªs realmente isl¨¢mico. 'Quiso estudiar la fe musulmana en un lugar donde se practicara en su forma m¨¢s pura', coment¨® la madre.
Fuerzas extranjeras
John se present¨® el a?o pasado en Kabul con el proyecto de 'trabajar para los talibanes'. Hablaba ¨¢rabe, pero apenas conoc¨ªa las lenguas locales, el urdu y el past¨²n; las autoridades le recomendaron que se uniera a las fuerzas extranjeras de Bin Laden y sigui¨® su consejo. Recibi¨® adiestramiento militar en un campamento de Al-Qaeda, donde vio varias veces al gran l¨ªder, aprendi¨® a manejar un Kal¨¢shnikov y, seg¨²n su testimonio, fue enviado a Cachemira para combatir con los paquistan¨ªes contra las tropas indias.
Despu¨¦s de foguearse en Cachemira, volvi¨® al campamento a principios del pasado verano, para otro mes de instrucci¨®n. Cuando ocurrieron los atentados del 11 de septiembre, John Walker -prefiere utilizar el apellido materno- ya era 'Abdul Hamid, luchador de la guerra santa'.
Al comenzar los bombardeos estadounidenses, John camin¨® 150 kil¨®metros hasta Kunduz. Semanas m¨¢s tarde, los 3.000 miembros de la guarnici¨®n de la ciudad, John Walker entre ellos, se rindieron a los guerrilleros de la Alianza del Norte. La rendici¨®n fue una trampa, porque los prisioneros ocultaron armas y se sublevaron, tomando casi toda la fortaleza de Qala-i-Jhangi.
Durante la revuelta, un miembro de la CIA se convirti¨® en la primera v¨ªctima estadounidense en combate. 'Yo quer¨ªa entregarme, pero tuve que combatir cuando uno de mis compa?eros lanz¨® una granada', explic¨® el joven. Recibi¨® un balazo en el muslo, pero pudo arrastrarse hasta un s¨®tano donde resisti¨®, con otros sublevados, durante una semana. Les arrojaron granadas, gasolina e inundaron el s¨®tano, hasta que, fam¨¦licos, exhaustos, heridos y rodeados de cad¨¢veres, decidieron rendirse.
Un corresponsal de CNN habl¨® con ¨¦l antes de que un comando especial estadounidense se lo llevara a un lugar desconocido. El Pent¨¢gono no ha decidido a¨²n qu¨¦ hacer con ¨¦l. Ser¨¢ juzgado, pero se ignoran a¨²n los cargos.
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