Alegre muchachada

Aznar no es partidario de reformar la Constituci¨®n, pero ello no le da derecho a identificar defensa de los valores constitucionales con oposici¨®n a cualquier reforma de su articulado. El presidente del Gobierno eligi¨® el peor d¨ªa, la v¨ªspera del aniversario de la Constituci¨®n, y el peor lugar, una reuni¨®n con las juventudes de su partido, para hacer alarde de intolerancia y mezquindad. Ayer lo quiso remediar, pero s¨®lo lo consigui¨® a medias.

Los socialistas comparten con los populares las razones de prudencia pol¨ªtica que aconsejan evitar una din¨¢mica de reformas de fondo de la Constituci¨®n. Lo que ahora proponen es la modificaci¨®n de tres o cuatro art¨ªculos que afectan al Senado a fin de hacer realidad su te¨®rica vocaci¨®n de C¨¢mara territorial. No ser¨ªa el primer cambio, porque a ra¨ªz de la aprobaci¨®n del Tratado de Maastricht se reform¨® por amplio consenso un art¨ªculo relativo al derecho al sufragio de los extranjeros residentes. Es injusto, por ello, que Aznar presente la iniciativa socialista como un intento de dinamitar el pacto constitucional. Podr¨¢ estarse en contra por razones de oportunidad, pero es falso que sea una ocasi¨®n para que los nacionalistas cuelen la autodeterminaci¨®n; tampoco es una forma de cuestionar el equilibrio entre unidad y pluralidad que consagra el t¨ªtulo preliminar de la Carta Magna.

Est¨¢ fuera de lugar conmemorar el aniversario de la Constituci¨®n acusando al primer partido de la oposici¨®n de no tener 'ni idea' de lo que es Espa?a y a?adiendo que tiene tantas concepciones auton¨®micas como comunidades hay en Espa?a. De lo que se trata es justamente de contar con un proyecto com¨²n. Que se le llame federal o de otra manera no es trascendental: la mayor¨ªa de los especialistas consideran que el modelo constitucional es una variante del federalismo. Y escandalizarse de que se busquen v¨ªas de participaci¨®n de las autonom¨ªas en las instituciones europeas resulta hip¨®crita cuando el propio PP aprob¨® en 1998 (cuando necesitaba el apoyo de los nacionalistas) una proposici¨®n parlamentaria instando al Gobierno a articular mecanismos que posibilitasen esa participaci¨®n.

En cuanto al estilo, resulta deplorable. Aznar carece de talento para el sarcasmo. Ofende, pero sin gracia. Considerar que participar en una manifestaci¨®n contra la reforma universitaria es sumarse 'al l¨ªo', desfilando detr¨¢s de 'una pancarta que no se sabe lo que dice', es considerar a los ciudadanos que ejercen ese derecho constitucional gente sin criterio, borregos obedientes. Y para obedientes, los que consideran normal que Aznar designe secretario general del PP sin consultar al partido, a mes y medio de su congreso y entre grandes risotadas de la alegre muchachada.