La disputada casa del marqu¨¦s
Diez a?os despu¨¦s de la muerte de Mu?oz Ramonet, el museo que deb¨ªa llenar el palacete que ocup¨® con su familia est¨¢ por hacer
El h¨¢bito no hace al monje, ya se sabe. Y no por habitar la casa de un marqu¨¦s asciende nadie a la dignidad nobiliaria: ni ahora ni antes, en los viejos tiempos del franquismo, aunque quien lo pretenda -si ese fue el caso- se llame Julio Mu?oz Ramonet, empresario modelo de aquel r¨¦gimen fatal al que la democracia habr¨ªa alojado en una celda carcelaria durante m¨¢s de una d¨¦cada. Eso es, al menos, lo que persegu¨ªa el fiscal, del que nuestro hombre logr¨® zafarse con una sonada huida a Suiza. Regres¨® en mayo de 1991, ya cad¨¢ver, para ocupar una de las nobles tumbas de Montju?c.
Por tanto, nunca pudo Mu?oz Ramonet regresar a la casa que a finales de la d¨¦cada de 1940, a¨²n soltero, hab¨ªa comprado junto a su hermano ?lvaro. Mar¨ªa Eugenia e In¨¦s Fabra Boada y Mercedes y Victoria de Pallej¨¤ Fabra percibieron cuatro millones de pesetas por la espl¨¦ndida mansi¨®n que hab¨ªa mandado construir a principios de siglo su bisabuelo, Camil Fabra i Fontanills, empresario textil, alcalde de Barcelona, primer marqu¨¦s de Alella y autor de un C¨®digo o deberes de buena sociedad. No es probable que Julio Mu?oz Ramonet, 'estraperlista con suerte, rey de la noche barcelonesa', seg¨²n se ha escrito, conociera ese texto: la comisi¨®n de un presunto fraude de 4.000 millones de pesetas que descubri¨® la investigaci¨®n judicial de la crisis de la Compa?¨ªa Internacional de Seguros no deb¨ªa de figurar entre los deberes de la buena sociedad barcelonesa, con la que Mu?oz Ramonet pudo codearse -pese a su origen humilde- gracias a la fuerza que le dio su dinero y, sobre todo, su matrimonio con Carmen Villalonga, hija de Ignacio Villalonga, entonces presidente del Banco Central.
Los ciudadanos, aut¨¦nticos herederos, siguen sin poder ver las pinturas ni visitar la casa
Fue justo despu¨¦s de casarse, o cuando estaba en trance de hacerlo, que Julio Mu?oz Ramonet adquiri¨® la entera posesi¨®n de la casa comprando, por 2,5 millones de pesetas, la parte que pose¨ªa su hermano de la propia finca y de otras tres, que formaban un amplio solar situado en la calle de Muntaner, entre las de Mariano Cub¨ª y del Avenir, y en el que adem¨¢s del palacete del marqu¨¦s de Alella se levanta otro edificio. Personas que le trataron afirman que esa fue su posesi¨®n m¨¢s querida: all¨ª instal¨® su domicilio familiar y all¨ª guard¨® y exhibi¨® su famosa colecci¨®n de arte. Y es justamente esa casa el motivo de la disputa que enfrenta al Ayuntamiento de Barcelona y a las hijas y herederas del pol¨¦mico empresario. Las hermanas Carmen, Isabel, Elena y Alejandra Mu?oz Villalonga se negaron al principio a reconocer la validez del testamento otorgado por su padre en Suiza; la justicia les ha negado la raz¨®n; el testamento, por tanto, es v¨¢lido. Queda ahora por resolver la reclamaci¨®n de legado efectuada por el Ayuntamiento de Barcelona en un juzgado de la ciudad.
La casa con 'todo su contenido completo', seg¨²n el testamento de Mu?oz Ramonet, deb¨ªa ser convertida en museo, lo que constituye un mandato nada dif¨ªcil de cumplir si no mediara la oposici¨®n de las hermanas y siempre que sigan en su sitio, claro, las m¨¢s de 500 pinturas que colgaban de las paredes mientras el empresario tuvo all¨ª su residencia. Nadie, sin embargo, ha podido precisar si esas pinturas permanecen o no en la casa: unos, porque carecen de noticias ciertas; otros, como los representantes del Ayuntamiento de Barcelona, prefieren callar para no irritar a las hermanas. Los ciudadanos, aut¨¦nticos herederos, siguen sin poder ver las pinturas ni visitar la casa, una espl¨¦ndida construcci¨®n noucentista que consta en el cat¨¢logo de edificios que se debe proteger.
Dise?ado por Enric Sagnier i Villavecchia -en aquellos a?os el arquitecto de las familias m¨¢s ricas de Barcelona-, el palacete fue construido entre 1912 y 1914 al amparo de una licencia de obras solicitada por Araceli Fabra, en la que Camil Fabra i Fontanills consta como propietario. Los hermanos P¨¤mies, acreditados constructores de la ¨¦poca, levantaron el edificio residencial, formado, seg¨²n consta en el registro de la propiedad, por 'planta baja, piso principal y otro de servicio', adem¨¢s de una torre anexa y de 'otras dependencias para garaje y dem¨¢s servicios' dispersas por el jard¨ªn. Un jard¨ªn que fue dise?ado por otro reconocido especialista del momento: el arquitecto, urbanista y escritor Nicolau Maria Rubi¨® i Tudur¨ª -una de cuyas obras, por cierto, acaba de reeditarse: Caceres a l'?frica tropical (Columna).
La casa y el resto de los inmuebles que se levantan en el solar, especialmente el edificio con fachada a la calle del Avenir -compuesto de s¨®tano, planta baja y dos pisos-, pertenecieron hasta su muerte a Julio Mu?oz Ramonet, aunque a partir de 1967 no constaran a su nombre, seg¨²n han informado a este diario personas que le trataron y conoc¨ªan a fondo su actividad. Porque en enero de ese a?o, el empresario aport¨® esas propiedades -que valor¨® en 49,9 millones de pesetas- para la constituci¨®n de la sociedad inmobiliaria Carvill, obteniendo a cambio el 99,8% de las acciones de la compa?¨ªa, seg¨²n consta en el Registro de la Propiedad n¨²mero 6 de Barcelona. En este registro se conserva tambi¨¦n la noticia de una nueva venta, inscrita en septiembre de 1971, en esta ocasi¨®n a Porvemunte, sociedad domiciliada en el mencionado edificio de la calle del Avenir, de la que es presidenta y administradora Carmen Mu?oz Villalonga, la hija mayor del empresario. Un hombre, seg¨²n dicen, listo, list¨ªsimo para los negocios, pero con escasa imaginaci¨®n a la hora de nombrar sus empresas: Carvill, por Carmen Villalonga, su mujer, y Porvemunte, por Porvenir (en catal¨¢n Avenir) y Muntaner.
Nadie sabe cu¨¢ndo concibi¨® Mu?oz Ramonet la idea de legar su casa a la ciudad para que fuera convertida en museo. Si en los tiempos luminosos en que 'lleg¨® a ser la imagen misma del ¨¦xito, en su versi¨®n m¨¢s fastuosa', como le vio Rafael Abella, o en las horas m¨¢s grises, pero al parecer no del todo tristes, de su forzada residencia helv¨¦tica. Nadie sabe tampoco a ciencia cierta el porqu¨¦, aunque la decisi¨®n podr¨ªa no ser ajena al deseo, tal vez inconsciente, de emular al marqu¨¦s, generoso mecenas, cuyo apellido da nombre al Observatorio Fabra. A los 10 a?os de la muerte de Mu?oz Ramonet, su ¨²ltima voluntad no se ha visto cumplida, el museo que quiso bautizar con su nombre est¨¢ por hacer, sus hijas lo impiden, y la que fue su casa sigue siendo la casa del marqu¨¦s, del marqu¨¦s de Alella.
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