Eibar. Ciudad taller
No cabe duda que el paisaje es un genero bien establecido en la fotograf¨ªa. Toda una avalancha de autores en el Pa¨ªs Vasco se est¨¢n volcando hacia esta especialidad, cuyo origen estuvo influido esencialmente por matices documentales. Su desarrollo inicial, marcado en gran medida por la pintura, se dirigi¨® hacia los estudios de la naturaleza y a la elaboraci¨®n de un inventario de lugares naturales y monumentos. Lo ex¨®tico y la exaltaci¨®n de la belleza rom¨¢ntica de tierras v¨ªrgenes desarrollaron en una primera etapa una est¨¦tica de lo sublime. Estos comienzos derivaron en paisajes impresionistas donde el documentalismo perdi¨® relevancia ante las evocaciones de ambientes apoyados en tratamientos lum¨ªnicos que difuminaban rasgos y formas. El empuje de la vida en las ciudades y las modificaciones tra¨ªdas por la industrializaci¨®n provoc¨® un inter¨¦s especial hacia las vistas urbanas. La Nueva Objetividad en Alemania y el constructivismo sovi¨¦tico dieron prioridad a las l¨ªneas y a las formas, y as¨ª el paisaje bascul¨® hacia la abstracci¨®n.
Despu¨¦s de estos primeros pasos, la fragmentaci¨®n de estilos ha hecho de la fotograf¨ªa de paisaje un reflejo de la m¨ªstica del fot¨®grafo o tambi¨¦n de sus propias vivencias. Paralelamente a estas b¨²squedas personales se recurre a ella como una herramienta para la informaci¨®n y la memoria colectiva. Es dentro de estos conceptos donde puede encuadrarse el trabajo de Jos¨¦ Ronco (Ragama -Salamanca-, 1959) recogido en el libro Eibar. Ciudad taller y reci¨¦n publicado por Ongarri. Son im¨¢genes sobrias que, desde una aparente neutralidad, ense?an con profunda ternura espacios donde se entremezclan en un dialogo genuino viviendas con talleres, balcones con autopistas, y arboles con hormig¨®n. Las im¨¢genes de una factura t¨¦cnica impecable no pueden evitar la constataci¨®n de una concentraci¨®n urbana atosigante. Son encuadres sin gente, que obligan a recrearse en lo arquitect¨®nico. Curiosamente, estos espacios con aparente factura atemporal traen virtualmente a la escena la presencia de todos aquellos que con sus interesadas intervenciones limaron el calor humano en el paisaje de su vida cotidiana.
Jos¨¦ Ronco alterna su afici¨®n por la fotograf¨ªa con el trabajo en uno de los talleres de la Villa Armera. Son varias las exposiciones que ha realizado y, hasta ahora, su trabajo m¨¢s notable hab¨ªa sido una colecci¨®n sobre la naturaleza con el sugerente t¨ªtulo de Tierra m¨¢gica. Poco amigo de concursos y exhibiciones mundanas, este hombre humilde tiene entre sus virtudes la constancia, que le lleva a trabajar con precisi¨®n milim¨¦trica todas sus composiciones. La factura t¨¦cnica es impecable; si a ello se suma el pensamiento que trasluce, el resultado final es algo magn¨ªfico.
La remodelaci¨®n urban¨ªstica que viene sufriendo Eibar en estos ¨²ltimos a?os, la pr¨®xima desaparici¨®n de edificios que han sido s¨ªmbolo para vida y sustento de tantos eibarreses, motiv¨® este trabajo documental con la intenci¨®n de guardar para generaciones venideras un paisaje que desaparece. Son un total de 138 fotograf¨ªas las que conforman el recorrido. Realizadas en gran formato, precisan m¨¢s los detalles y piden lectura sosegada. Dentro del libro se distribuyen en distintos cap¨ªtulos para palpar mejor los matices del paisaje urbano elegido. En lo que titulan Periferia encontramos fundidos los limites campestres con el asfalto, como si se tratase de una alianza natural; algo similar ocurre en El caos y el orden, donde los mismos escenarios sirven para juego infantil y trabajo de adultos; Puerta con puerta recalca c¨®mo mercanc¨ªas y personas comparten los mismos lugares de tr¨¢nsito en las viviendas; Sonidos de la ciudad es una met¨¢fora ic¨®nica para el recuerdo de las sirenas de llamada a la f¨¢brica, aut¨¦ntica columna vertebral del ritmo de la ciudad.
Las p¨¢ginas se cierran con aspectos de un futuro que asoma t¨ªmido y altanero para tener mejor cabida en un laberinto de contradicciones urbanas que el autor descubre con la poes¨ªa de sus im¨¢genes.
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