Los olvidados de la guerra
En el mayor hospital de Kandahar, los heridos tratan de rehacer sus vidas tras los intensos bombardeos estadounidenses
Ahora que las bombas apenas suenan en Afganist¨¢n, los heridos no cotizan al alza en el mercado period¨ªstico. Se persigue m¨¢s una entrevista con cualquier pol¨ªtico que hable sobre el nacimiento del Estado que las desventuras de gente an¨®nima. Sin embargo, ah¨ª est¨¢n. Personas como el ni?o Eslam Mohamed Afgan, en el hospital Mirwarz, el mayor de Kandahar. El viernes pasado, cuando los ¨¢rabes y muchos talibanes ya se marchaban de Kandahar, Eslam encontr¨® una bala en el suelo y quiso explosionarla con una piedra.
Una hora despu¨¦s yac¨ªa con la pierna amputada en el hospital. Y ah¨ª sigue. La mosca que se le posa en los labios no lo despierta. Y cuando se despierta, cuando los calmantes no pueden mantenerlo dormido por m¨¢s tiempo, es para llorar. La guerra ha dejado atr¨¢s personas como Rukia, una mujer de 39 a?os, que a¨²n convalece en el Hospital Civil de Quetta, con el brazo partido en varias partes, producto de una bomba ca¨ªda en Kandahar que se llev¨® a sus cinco hijos. Cuando se le pregunt¨® qu¨¦ le dir¨ªa a los americanos, Rukia respondi¨®: 'Que Osama a¨²n sigue libre y sin embargo mis cinco hijos han muerto. Rezo cada d¨ªa para que Bush muera. Rezar¨¦ para que todas las desgracias que Am¨¦rica ha tra¨ªdo sobre nosotros caigan sobre ella. Ahora d¨¦jeme, mi dolor es demasiado grande para seguir hablando'. Cuando la persona que la entrevistaba comenz¨® a llorar tambi¨¦n, Rukia le cogi¨® la mano y trat¨® de consolarla como si fuese la otra persona quien hab¨ªa perdido los cinco hijos.
'Mis cinco hijos han muerto. Rezo cada d¨ªa para que Bush muera'
Los m¨¦dicos del mayor hospital de Kandahar, con capacidad para 215 camas, aseguran que la inmensa mayor¨ªa de los heridos que llegaron desde el 7 de octubre, cuando se iniciaron los bombardeos, son civiles. Ahora, a todos los enfermos que se les pregunta aseguran que no eran talibanes. 'Mienten muchos porque, es l¨®gico, tienen miedo de las repercusiones. Pero a nosotros nos consta que la mayor¨ªa de los heridos eran civiles. ?rabes s¨®lo tenemos ahora unos 20. Y en total habr¨¢n pasado por aqu¨ª unos 150 o 180. Sin embargo, mujeres, cada d¨ªa ven¨ªan unas cinco o seis por lo menos', comenta un m¨¦dico.
'No se me olvidar¨¢ nunca la imagen de aquel campesino que hab¨ªa perdido a sus dos hijas y se daba golpes en la cabeza', se?ala otro de los cirujanos del hospital. 'O aquella familia de Argandarz en la que murieron todos sus miembros menos uno'.
La guerra ha dejado atr¨¢s a gente como el soldado an¨®nimo de Gul Agh¨¢ que yace en una cama herido en el est¨®mago. Cuando se le pregunta si se arrepiente de haber luchado se queda callado. Si luch¨® pensando en ganar un buen dinero y ahora se encuentra malherido, sin dinero y sin apoyo, no lo dice. Pero por mucho que le paguen, su vida no cambiar¨¢ demasiado. Los nuevos polic¨ªas de Kandahar aspiran a cobrar unas 9.000 pesetas al mes. Cifra muy inferior a las 18.000 pesetas diarias que han estado cobrando la mayor¨ªa de los noventa traductores afincados en Quetta que prestaban ayuda a los periodistas. Para estos traductores, muchos de ellos con un nivel ¨ªnfimo de ingl¨¦s, la guerra les va a permitir comprarse un coche, casarse o ayudar a alg¨²n familiar.
Los heridos son los olvidados. Pero ninguno olvida. Los 20 ¨¢rabes que yacen en el hospital m¨¢s grande de Kandahar, el Mirwarz, viven pendientes de que en cualquier momento se abra la puerta y vengan los hombres de Gul Agh¨¢, el nuevo gobernador de Kandahar, a llev¨¢rselos.
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