La guerra de la comida
Casi nunca hay alimentos para todos y los hambrientos acaban siendo disueltos a culatazos
La historia se repite d¨ªa tras d¨ªa. Frente a los lugares donde se produce el reparto masivo de trigo en Kabul se forman largas filas, una para los hombres y otra para las mujeres. Todos llevan en la mano el cup¨®n que podr¨¢ ser canjeado por un saco de trigo. El reparto empieza bien; pero suele terminar mal.
Casi nunca hay para todos y los polic¨ªas que vigilan la operaci¨®n acaban disolviendo a las masas a culatazos, que, a su vez, lanzan piedras con bastante buena punter¨ªa. En total, antes del final de esta semana, el Programa Mundial de Alimentos de Naciones Unidas tiene previsto distribuir trigo para 1,3 millones de personas (la capital afgana tiene 1,8 millones de habitantes); pero muchos consideran que ¨¦sta no es la soluci¨®n y, desde luego, la violencia es cada vez mayor.
Las ONG critican el sistema de ayuda establecido por Naciones Unidas
La ONU reconoci¨® ayer que un conductor hab¨ªa resultado herido grave despu¨¦s de ser apaleado por una multitud durante un reparto de trigo en la capital afgana. Otros cuatro ayudantes locales de Naciones Unidas resultaron heridos leves durante el mismo incidente, en el que un cami¨®n fue saqueado. 'Eso demuestra hasta qu¨¦ punto es necesaria la ayuda y hasta qu¨¦ punto est¨¢ desesperada la gente', dice Yusuf Hasan, portavoz de la ONU en Afganist¨¢n.
En una escuela del barrio de Kharti Katta Parwan, Habid Raman, de 45 a?os, espera en la cola por cuarto d¨ªa consecutivo. Las jornadas anteriores volvi¨® a su casa con las manos vac¨ªas. Esta vez est¨¢ muy cerca del cami¨®n, debajo del que varios ni?os recogen en los faldones de sus camisas el trigo que ha ido col¨¢ndose mientras se entregan los sacos. 'Podr¨¦ hacer harina y pan y dar de comer a mi familia durante 15 d¨ªas', asegura.
?Y despu¨¦s? La ONU asegura que va a intentar mantener los repartos durante todo el invierno; pero otras ONG consultadas mantienen que el remedio puede ser peor que la enfermedad. El precio del trigo en Kabul puede bajar y, adem¨¢s, en muchos casos es vendido posteriormente para conseguir otros alimentos. Los robos de cupones son frecuentes. 'Lo que la poblaci¨®n necesita no es trigo', asegura Yolanda Romero, que trabaja en Acci¨®n contra el Hambre en Kabul.
Esta ONG, que lleva a?os trabajando en Afganist¨¢n, considera que en la capital no hay hambruna, sino 'necesidad extrema'. En otras partes de Afganist¨¢n, sobre todo en el norte, s¨ª que se producen situaciones de aut¨¦ntica hambruna, de ni?os muriendo de hambre. La dieta b¨¢sica de la mayor¨ªa de la poblaci¨®n de la ciudad es el t¨ªpico pan afgano y t¨¦. De vez en cuando comen arroz. Los adultos, pasando hambre, pueden sobrevivir con eso. Los ni?os no. 'Los casos de desnutrici¨®n son muy frecuentes y los ni?os afectados pueden morir de cualquier enfermedad, como una gripe o una diarrea', se?ala el doctor Adulaziz Naqeeb en un dispensario de esta organizaci¨®n, situado en uno de los barrios m¨¢s pobres de Kabul, Khair Khana 3.
En la peque?a consulta entran mujeres como Parigal, 21 a?os, tres hijos y embarazada de cinco meses. Su marido no tiene trabajo, ella no pod¨ªa trabajar bajo los talibanes y todos sus hijos padecen malnutrici¨®n. All¨ª son pesados y examinados y, posteriormente, el m¨¦dico les receta una papilla alimentaria para los m¨¢s mayores (cinco y tres a?os) y leche en polvo para el peque?o (un a?o).
Cada d¨ªa pasan 150 pacientes por la consulta y hay 18 abiertas en toda la ciudad. Muchos de ellos son localizados por trabajadores locales de la organizaci¨®n que rastrean las bolsas de pobreza en busca de ni?os con problemas y les llevan al m¨¦dico.
Es una forma muy diferente de enfrentarse al problema de la pobreza en Afganist¨¢n. 'Lo importante es estudiar, primero, las necesidades alimentarias de la poblaci¨®n y, luego, repartir la comida de forma controlada', dice Yolanda Romero. Otras organizaciones humanitarias est¨¢n distribuyendo desde le?a y mantas hasta utensilios de cocina.
Las necesidades son enormes. Naqeeb explica que casi nadie tiene un trabajo de verdad en la ciudad y que la mayor¨ªa de la gente se busca la vida como puede vendiendo en las calles.
Una familia -la media en Afganist¨¢n es de ocho miembros- puede ganar unos 50.000 afganis (dos d¨®lares) al d¨ªa con un puesto de manzanas en el mercado; pero s¨®lo un kilo de carne cuesta 60.000. La soluci¨®n a esta ecuaci¨®n se llama hambre.
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