Historia de una pionera
La malague?a Conchi Aranda ha decidido vivir sola pese a su grave minusval¨ªa f¨ªsica
Si las cumbres que ha escalado Conchi Aranda fueran monta?as, su curr¨ªculum s¨®lo ser¨ªa comparable al de un Juanito Oyarz¨¢bal. Ha escalado mucho esta malague?a de 38 a?os desde que la poliomielitis atrofiara su cuerpo al a?o y medio de vida. Estuvo entre los primeros minusv¨¢lidos escolarizados en colegios corrientes, fue la primera estudiante de Derecho en silla de ruedas de M¨¢laga, sac¨® las oposiciones para el INEM antes de que hubiera cupos para minusv¨¢lidos y ahora ha decidido afrontar otro reto: el de vivir sola.
'Me di cuenta de que pod¨ªa independizarme cuando pude comprar un aparato que me permite ba?arme sin ayuda', cuenta Conchi, que s¨®lo puede mover bien la mano izquierda. Eso fue hace unos a?os, y ahora ya est¨¢ amueblando el piso adaptado de VPO que solicit¨® al Ayuntamiento de M¨¢laga. 'Este a?o no se ha comprado ni un calcet¨ªn. Todo para la casa', dice orgullosa Emi, su madre, la persona que le inculc¨® desde ni?a el valor del trabajo y la independencia.
Los comienzos fueron terribles. Sus primeros siete a?os los pas¨® tumbada bocabajo en una camilla, con el cuerpo sometido a constantes operaciones y atroces ejercicios de rehabilitaci¨®n. Eso no impidi¨® que se escolarizara. 'Al principio iba a una clase con ni?os discapacitados en un hospital, pero mi madre se empe?¨® en que fuera al colegio. Le dijeron que era imposible'.
Pero Emi no conoce la palabra imposible. Insisti¨® hasta aburrir a todo el mundo. Finalmente accedieron, pero asignaron a Conchi a una clase en la planta alta del edificio. 'Yo creo que dec¨ªan: a ver si se aburren'. Pero nada. Emi se sac¨® el carn¨¦ de conducir y se instal¨® en una sillita en la puerta del colegio. 'Me llevaba costura, guisantes para desgranar, lectura... y en el recreo, sub¨ªa a por ella y la bajaba'. As¨ª hasta que se enteraron de que hab¨ªa un viejo almac¨¦n en la primera planta del edificio. Entonces, Emi recurri¨® a la ayuda de los compa?eros de Conchi. Entre todos, a cambio de una caja de dulces, improvisaron un aula para ella.
Tampoco unas notas brillantes bastaron para abrirle las puertas de Derecho. Su madre, que por entonces se hab¨ªa separado y trabajaba de limpiadora por las noches, tuvo que volver a insistir. Al final Conchi se convirti¨® en la estudiante m¨¢s popular de la facultad. 'Mi casa era el cuartel general de toda la clase', r¨ªe Emi.
Terminada la carrera, aprob¨® las oposiciones para el INEM. A¨²n surgieron dificultades. 'Me dijeron que mi trabajo iba a consistir en visitar empresas, y que si no me conven¨ªa, pod¨ªa renunciar a la plaza. Me entraron unas ganas terribles de llorar, pero pens¨¦: esto lo tengo que arreglar yo sola'. Y consigui¨® un puesto m¨¢s adecuado para ella. Estando tan curtida, a Conchi no le queda m¨¢s remedio que coronar el pico m¨¢s alto. 'Estoy preparada para vivir sola, aunque a¨²n no dan muchas facilidades'. Es el problema de ir siempre abriendo camino. Las cuerdas que ponga Conchi quedar¨¢n en la pared para otros escaladores.
La aventura de la independencia
Conchi Aranda tiene que atar todav¨ªa algunos cabos sueltos para poder cumplir su sue?o de independencia. Uno de ellos es el tema de la ayuda a domicilio. 'Necesito una persona que venga a echarme una mano de vez en cuando', explica. Otro es el transporte. El Ayuntamiento de M¨¢laga otorga subvenciones para usar los cuatro ¨²nicos taxis adaptados de la ciudad, pero a Conchi se la han denegado porque sus ingresos superan la renta exigida. 'Eso no me parece l¨®gico. Si el objetivo es que las personas con minusval¨ªas tengamos derecho a una vida normal no se nos puede penalizar por el hecho de tenerla. Mis ingresos no me permiten pagar a diario el desplazamiento a mi trabajo en un taxi. Ahora tiro de mi madre y de mi hermano, pero eso no puede ser siempre as¨ª', explica. Con todo, Conchi no explota la vena reivindicativa. 'Creo que las personas con minusval¨ªas no nos podemos quedar en una actitud dependiente. Si queremos normalidad, no podemos vivir de la compasi¨®n. Lo que s¨ª tenemos que exigir es que se atiendan nuestras necesidades espec¨ªficas. El sistema, tal como est¨¢ pensado, es proteccionista. Si aspiras a la normalidad y a la independencia, encuentras demasiadas lagunas', razona. Por ejemplo, la plataforma hidr¨¢ulica para poder entrar en la ba?era sin necesidad de ayuda, que fue el aparato que le permiti¨® a Conchi plantearse una vida independiente, cuesta un m¨ªnimo de 250.000 pesetas, y no est¨¢ subvencionado por la Seguridad Social. 'Yo tengo un sueldo digno, y a¨²n as¨ª, me cost¨® mucho sacrificio comprarlo. Otra gente no se lo puede ni plantear', se queja. En el plano del acceso a la vivienda s¨ª se ha avanzado, aunque t¨ªmidamente. Por ejemplo, en la promoci¨®n del Instituto Municipal de la Vivienda de M¨¢laga a la que se acogi¨® Conchi hab¨ªa dos casas reservadas para personas con discapacidad. El problema es que las condiciones laborales y de cualificaci¨®n de muchos a¨²n no les permiten so?ar con la independencia.
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