Kandahar, villa y c¨¢rcel
Una semana despu¨¦s de que los talibanes abandonasen su feudo, todav¨ªa no se ven mujeres en las calles, y menos sin 'burka'
Una semana despu¨¦s de que los talibanes abandonasen Kandahar, todav¨ªa no se ven mujeres en las calles. Por supuesto, las que salen lo hacen con burka. Y, aun as¨ª, son poqu¨ªsimas las que se ven en una ciudad de decenas de miles de personas. En los hospitales no hay madres al lado de sus hijos ni hermanas con hermanos, ni siquiera abuelas con nietos. Los soldados de Gul Agh¨¢ y de Hamid Karzai, los jefes pastunes que han arrebatado el poder a los integristas, les dicen a las reporteras que no se pongan burka, que esa etapa ya pas¨®, que han llegado los musulmanes de mente abierta. Y gesticulan con las manos: qu¨ªtatelo, fuera, qu¨ªtatelo. Pero sus propias hermanas y esposas siguen en casa y con el burka puesto.
'No es bueno que se escuche m¨²sica por la calle. Iremos al infierno'
Una periodista sali¨® al bazar el viernes vestida al estilo past¨²n, pero sin burka. El cabello cubierto y el rostro tapado hasta la nariz. Los hombres se volv¨ªan como para seguirla. Las miradas parec¨ªan propias de condenados a cadena perpetua. Como siempre ocurre en las poblaciones pastunes, primero se aglomeran cinco, despu¨¦s 15 y despu¨¦s 30. Los ni?os corriendo por delante de ellas y los hombres por detr¨¢s como si fuese desnuda.
Bienvenidos a Kandahar, villa y corte del mul¨¢ Omar hasta hace poco, la ciudad cortejada por monta?as en forma de olas, la reserva espiritual de la cultura past¨²n. Los talibanes se fueron hace ya siete d¨ªas, pero los burkas y todo lo que conllevan permanecer¨¢n mucho tiempo. Mucho m¨¢s que las barbas.
En la barber¨ªa de Joshid Jan, algunos dicen que se cortar¨¢n la barba despu¨¦s del Ramad¨¢n. Y otros, que no. ?Es que temes a¨²n a los talibanes? 'No es a ellos, sino a Dios a quien temo', contest¨® un cliente. La siguiente pregunta se formul¨® a los 15 clientes que aguardaban su turno en la barber¨ªa: ?Qui¨¦n de ustedes ver¨ªa con buenos ojos que sus hermanas o esposas salieran sin burka? Cesaron las risas. Ninguno de ellos. El barbero Joshid Jan explicaba las razones: 'Esto no es como Kabul o Mazar-el-Sharif. Aqu¨ª nunca han salido las mujeres a la calle sin burka. Ni siquiera cuando los rusos mandaban. Y cuando digo nunca quiero decir eso: nunca'.
El afgano Sult¨¢n Mohamed, de 22 a?os, critica sin ambages la hipocres¨ªa de los dirigentes talibanes. 'Anunciaban por la radio que quedaba prohibido cultivar opio y despu¨¦s eran ellos mismos quienes traficaban con el opio. Y se constru¨ªan buenas casas y compraban coches todoterreno japoneses que nadie m¨¢s que ellos usaban en la ciudad'. Pero... el propio Sult¨¢n Mohamed, de 22 a?os, que se muestra tan cr¨ªtico con los talibanes y ans¨ªa la llegada de las antenas que permitan ver la televisi¨®n, que ha trabajado con las Naciones Unidas como int¨¦rprete, cuando se le pregunta si dejar¨ªa a su hermana salir sin burka a la calle deja de sonre¨ªr y dice que no. 'Es que es nuestro h¨¢bito. Despu¨¦s todo el mundo ir¨ªa diciendo por ah¨ª que mi hermana estaba en el parque sin burka'.
?Cu¨¢ntas mujeres con el rostro al aire ve un afgano de Kandahar a lo largo de toda una vida? 'De mi familia he visto unas cincuenta, porque tengo muchas t¨ªas. Pero, al margen de eso, s¨®lo alguna extranjera de la ONU', contin¨²a Sult¨¢n Mohamed, de 22 a?os. '?Ni siquiera ha visto la cara de las hermanas de sus mejores amigos?'. 'Por supuesto que no'. ?Y su novia? 'Yo estoy comprometido desde hace cuatro meses. Pero hasta el d¨ªa de la boda no la ver¨¦. Mi madre s¨ª que la ha visto y dice que es muy guapa'.
Kandahar, con o sin talibanes es mucho Kandahar. Los propios soldados, los propios polic¨ªas que protegen a las periodistas no pueden evitar desnudarlas con los ojos y sonre¨ªr como si asistieran a una espect¨¢culo seudoporno. 'Yo tengo 20 a?os', comenta el amigo de Sult¨¢n Mohamed, quien se expresa en ingl¨¦s, 'y Afganist¨¢n lleva m¨¢s de 20 a?os en guerra. Las ¨²nicas caras de mujeres que he visto son cuando he ido a Quetta en Pakist¨¢n. All¨ª hay muchas'. Pero muchas, para Sult¨¢n Mohamed y su amigo son 10 o 15 caras en 20 a?os. Cualquier adolescente espa?ol ve m¨¢s mujeres en un d¨ªa de instituto que las que ha visto un anciano de Kandahar en toda su vida.
El mul¨¢ Wal¨ª Yan sale de su mezquita y cuando ve a una periodista se niega a ser entrevistado. Accede cuando se trata del var¨®n el que pregunta. 'No es bueno que se escuche m¨²sica por la calle. Iremos al infierno. Y tampoco es bueno que estos soldados de Gul Agh¨¢ se paseen armados a cada momento por la calle. Los americanos conseguir¨¢n que al final se vean mujeres sin burka. Nosotros no podemos hacer nada. Pero seguro que Dios har¨¢ algo para acabar con eso'.
Masooma es una madre de tres hijos que arriesg¨® su vida y el futuro de los suyos en plena guerra. Tuvo valor y coraje para ir con un tel¨¦fono sat¨¦lite bajo su burka en plena guerra. Ella era una de las tres mujeres que lo trasladaba. Y Abdul Al¨ª, el actual director de la radio afgana, se encargaba de llamar al primer ministro afgano, Hamid Karzai, para indicarle qu¨¦ edificios ten¨ªan que bombardear los americanos. Masooma tuvo el valor de llevar un tel¨¦fono sat¨¦lite bajo el burka cuando ya hab¨ªan colgado a un hombre en la plaza de Kandahar acusado de usar otro sat¨¦lite. Pero ahora no tiene valor para salir sin burka a la calle. Es una de las pocas mujeres en Kandahar que recibe en su casa a un hombre con el rostro descubierto y habla con ¨¦l. 'Pero salir fuera sin el burka no lo har¨¦ hasta que pasen unos a?os y yo vea que lo hacen otras'.
'La ¨²nica posibilidad de que las cosas vayan cambiando en esta provincia es que el Gobierno inicie una pol¨ªtica de contrataci¨®n de mujeres', comenta Abdul Al¨ª, reci¨¦n nombrado jefe de los medios de comunicaci¨®n p¨²blicos de Kandahar. Yo, por mi parte, pienso hacerlo en la radio, en la tele y en los peri¨®dicos. En esta ciudad no ha habido televisi¨®n durante muchos a?os. Conf¨ªo que en menos de un mes tengamos dinero para ponerla en marcha'.
En ciertas calles de Kandahar ya se respira por la noche el olor al hach¨ªs que fuman los propios soldados de Gul Agh¨¢ y Hamid Karzai. Los talibanes lo prohibieron. Pero el aire que se respira en esta ciudad indica que pueden llevarse tardes enteras fumando hach¨ªs y en el futuro hasta viendo la tele, pero seguir¨¢n escandaliz¨¢ndose ante el rostro desnudo de una mujer durante muchos, much¨ªsimos a?os.
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