Retorno al unilateralismo
La ilusi¨®n habr¨¢ durado poco. El brote multilateralista en Estados Unidos ha resultado ef¨ªmero: el tiempo suficiente para forjar la coalici¨®n que ha apoyado la legitimidad (resoluciones un¨¢nimes del Consejo de Seguridad y de la OTAN) y la log¨ªstica para hacer la guerra de Afganist¨¢n. Tras los ataques terroristas del 11-S, Washington se apresur¨® a pagar las cuotas debidas a la ONU. Pero en la semana en la que, pr¨¢cticamente, ha ganado la guerra de Afganist¨¢n, aunque a¨²n no haya dado con Bin Laden, EE UU -no s¨®lo el Ejecutivo, sino tambi¨¦n el Congreso- ha tomado medidas unilaterales de gran alcance.
La mayor prueba de unilateralismo la ha dado la manera en que EE UU ha llevado esta guerra: pr¨¢cticamente solo. Es el ¨²nico pa¨ªs con los medios militares para poder hacerlo, y la experiencia de la guerra de Kosovo, en la que comparti¨® decisiones en la OTAN, no le gust¨®. Mientras, Bush reactiva los programas de armamentos, una forma de hacer keynesianismo militar, que, de crecer la distancia tecnol¨®gica, puede socavar la capacidad de trabajar juntos en la OTAN.
El espejismo, o el mito, del multilateralismo se ha roto por varias partes. En primer lugar, con el rechazo de EE UU al protocolo de control de la prohibici¨®n de las armas biol¨®gicas, con lo que el tratado pierde toda eficacia. En segundo lugar, con la denuncia, legal, del Tratado ABM de 1972 con Rusia, que limitaba el desarrollo de los sistemas antibal¨ªsticos. Puede que, efectivamente, est¨¦ caduco, pero al dar tal paso hace caso omiso de los temores chinos, franceses y otros a una nueva carrera de armamentos, y se queda con las manos libres para el desarrollo de una defensa antimisiles, que preludia una carrera por el control militar del espacio. Bush ha actuado con habilidad, tras envolver a Putin en una colaboraci¨®n de nuevo cu?o entre Rusia y la OTAN, y prepactar una notable reducci¨®n de armamento nuclear. Pero desmontar los acuerdos de control de armamentos existentes sin reemplazarlos por otros puede alimentar la proliferaci¨®n de armas de destrucci¨®n masiva.
El tercer solo lo ha protagonizado el Senado, controlado por los dem¨®cratas, al aprobar masivamente la famosa ley ASPA (American Servicemembers' Protection Act), que que permite a EE UU tomar medidas que llegan hasta la invasi¨®n para rescatar a cualquier ciudadano estadounidense que se pretenda llevar ante el futuro Tribunal Penal Internacional, ya suscrito por 139 pa¨ªses, y ratificado por 47 (con lo que s¨®lo quedan 13 ratificaciones para su entrada en vigor). El Senado ha suavizado el texto que le llegaba de la C¨¢mara, haciendo posible que el Ejecutivo deje en suspenso la aplicaci¨®n de esta ley si cree que as¨ª se responde mejor al inter¨¦s nacional. S¨®lo hace falta una sesi¨®n conjunta de ambas c¨¢maras para acordar el texto final.
Por otra parte, a pesar de las apariencias de mediaci¨®n, la Administraci¨®n de Bush parece desentenderse del conflicto en Oriente Pr¨®ximo. Bush, elegido en unas condiciones dudosas, puede buscar una reelecci¨®n que disipe toda duda que quede y en la que puede pesar el voto jud¨ªo, en un momento en que crece la impopularidad de Arafat en la opini¨®n p¨²blica de EE UU. Sharon sabe que, pr¨¢cticamente, tiene las manos libres para su unilaterialismo.
Estados Unidos sale reforzado de Afganist¨¢n en su papel de hiperpotencia global. Esta Administraci¨®n va hacia lo que el diplom¨¢tico canadiense David Malone llama el 'unilateralismo inteligente', acompa?ado de toda una panoplia de relaciones bilaterales con pa¨ªses o con organizaciones como la UE. Este unilateralismo -por no a?adir la pena de muerte, que dificulta algunas extradiciones, o las reacciones europeas si Bush decide atacar Irak-, puede aumentar las diferencias entre EE UU, que sabe lo que quiere, y una Europa que a¨²n se busca, como se ha visto en Laeken.
aortega@elpais.es
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