Sissi cabalga
Parece necrofilia que a finales del a?o 2001 siga siendo querida esta princesa del siglo XIX. ?La Lady Di austro-h¨²ngara? Las dos eran hermosas y presumidas, salen en las pinturas y las fotograf¨ªas con parecidos ¨¢ngulos de tristeza, y el asesinato por casualidad de la primera, el accidente borroso de la segunda, tambi¨¦n las une en una nube de desdicha rom¨¢ntica. Elisabeth de Austria, nuestra Sissi familiar, rein¨® y escribi¨® versos, y le gustaba Wagner casi tanto como a su pariente Luis II, el enfermizo rey de Baviera. Ladi Di ni rein¨® ni ha dejado reinar a su viudo, y congeniaba muy bien con Elton John, hasta la fecha el artista que mejor la ha llorado. En la calidad del llanto derramado se basan las leyendas m¨¢s duraderas.
Los de una edad igual o superior a la m¨ªa se encapricharon de Sissi gracias a la actriz Romy Schneider, que interpret¨® el papel de la emperatriz en dos pel¨ªculas lacrim¨®genas hechas sin verdadero dolor. (Otra figura tr¨¢gica y bella la de Romy, por cierto, que, despu¨¦s de perder a su hijo de manera terrible y menos novelesca de como lo perdi¨® Sissi, prefiri¨® darse la muerte antes de que la muerte repitiera con ella sus crueles jugadas). Corr¨ªan los a?os cincuenta -del siglo XX, conviene aclarar; tampoco somos tan mayores- y el m¨¢rmol de los palacios vieneses, unido al alabastro de la piel de Romy Schneider y al cine, que entonces hechizaba m¨¢s ingenuamente que hoy, convirti¨® a varios millones de espectadores europeos en sissi-lovers.
En A Coru?a, sin embargo, en la magn¨ªfica exposici¨®n Sissi, Isabel de Austria, que puede visitarse hasta mediados de enero en el Kiosco Alfonso, he visto grandes cantidades de j¨®venes actuales que no han o¨ªdo ni hablar de esas pel¨ªculas enfrascados en la figura imperial.
Una buena parte del tir¨®n popular se debe a la eficiencia germ¨¢nica. La exposici¨®n viene de Trieste (donde Sissi pudo ver desde los ventanales del castillo de Miramar los mismos senderos que Rilke andaba invocando a sus ¨¢ngeles), pero se origina en Austria. No s¨®lo las pinturas, los documentos, los cuadros sin¨®pticos, son rotundos, limpios, ilustrativos. Para vivificar el ¨¢mbito de la corte vienesa, un especialista en montar mesas regias vino expresamente, tard¨® varios d¨ªas en colocar la cuberter¨ªa y hacer el pliegue historiado de las servilletas y, tras rociar con una laca permanente los panecillos y flores de los manteles, sell¨® las vitrinas que ning¨²n profano podr¨¢ abrir hasta la clausura. En otro pabell¨®n frente al Kiosco Alfonso se exhiben, para completar la pompa y la circunstancia, los carruajes aut¨¦nticos de Francisco Jos¨¦, que han viajado desde un museo de Viena con sus caballos de cart¨®n piedra, tan reales que uno los imagina cansados de las largas jornadas de posta.
No es el lujo ni la nostalgia de ¨¦poca lo que nos atrae alrededor de Sissi. Esta mujer cumpli¨® con los requisitos de su papel pol¨ªtico, pero se mantuvo siempre ind¨®mita, aislada, anticonvencional. Tan enigm¨¢tica como el motivo del anarquista italiano al clavarle en Ginebra el estilete que destinaba a pecho m¨¢s poderoso. Cocteau, Joseph Roth, Syberberg, Antonioni, Visconti, o Ana Mar¨ªa Moix, Juan Luis Panero, ?ngeles Caso, entre nosotros y m¨¢s recientemente, son algunos de los escritores o cineastas que, fascinados por ella e insatisfechos de las simples respuestas biogr¨¢ficas, la pensaron distinta, m¨¢s turbulenta en sus deseos (Moix), enamorada de Luis II (Visconti), provocadora de su propia muerte (Cocteau y Antonioni).
'?Gobernar? ?Qui¨¦n gobierna en el mundo de los sue?os?'. El verso de Cernuda (que forma parte de Luis de Baviera escucha Lohengrin) no est¨¢ escrito para ella, sino para alguien cercano a ella y yo dir¨ªa que en muchas cosas como ella. El v¨ªnculo que les mantuvo unidos, quiz¨¢ algo enamorados, es la materia idealizada de lo imposible. 'Ni existe el mundo, ni la presencia humana / interrumpe el encanto de reinar en sue?os.', dice tambi¨¦n Cernuda en su poema. Uno m¨¢s desquiciado en sus pasiones, ella con la cabeza firme, el Rey Loco y Sissi fueron dos personajes que quisieron vivir sin que ning¨²n otro mundo necesario interrumpiese su reino de fantas¨ªa. Por eso seguimos am¨¢ndolos como a hermanos que han ido a descarriarse en la utop¨ªa.
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