Repetici¨®n
Causan admiraci¨®n en este pa¨ªs los coros peque?os y transparentes, quiz¨¢s porque aqu¨ª abunda lo contrario. La prueba es el entusiasmo del p¨²blico ante las 18 voces que, con ayuda de los solistas y la orquesta (s¨®lo un poco m¨¢s grande), pusieron en pie un Mes¨ªas bien alejado de las tradiciones mastod¨®nticas. Entusiasmo justificado por la claridad, el empaste, la afinaci¨®n y el ajuste de la agrupaci¨®n inglesa, cualidades que deben atribuirse tambi¨¦n a los instrumentistas.
Lo anterior no es m¨¢s que una repetici¨®n de lo que se ha dicho ya muchas veces con respecto a The Sixteen y su director, Harry Christophers. No en balde es ¨¦sta la quinta vez que visitan el Palau, y cuatro de ellas con la misma obra (la temporada pasada se les cambi¨® el encargo e hicieron otro oratorio haendeliano: Israel en Egipto). Teniendo en cuenta que los solistas tambi¨¦n repiten (Michael George cuatro veces, Catherine Wyn-Rogers dos, Paul Nilon y Carolyn Sampson otras dos -aunque estos ¨²ltimos en obras diferentes-), ser¨ªa hora de que los responsables de la programaci¨®n se plantearan la conveniencia de alternativas para la m¨²sica navide?a, a pesar del ¨¦xito que The Sixteen aseguran.
El Mes¨ªas
De Haendel. The Sixteen Symphony of Harmony and Invention. Director: Harry Christophers. Solistas: Carolyn Sampson (soprano), Catherine Wyn-Rogers (contralto), Paul Nilon or) y Michael George (bajo). Palau de la M¨²sica. Valencia, 16 de Diciembre.
De entre los solistas es preciso destacar a Carolyn Sampson, cuyas facultades resultaron ya muy llamativas en su otra visita, y que el d¨ªa 16 volvi¨® a seducir a los oyentes con la frescura juvenil y la intencionalidad de su canto. Vertiginosa en las vocalizaciones del Rejoice greatly, O daughter of Sion, no se conform¨®, sin embargo, con la exhibici¨®n virtuos¨ªstica, sino que molde¨® una l¨ªnea de canto emotiva y dulce en todas sus intervenciones. Catherine Wyn-Rogers, con un instrumento atractivo por su color oscuro, manifest¨® ciertos problemas de fiato. Las voces solistas masculinas anduvieron muy por debajo, con serios problemas de emisi¨®n en el caso del tenor y de resistencia en el bajo: la voz de ¨¦ste, que al principio s¨®lo flaqueaba en los agudos, se hizo totalmente quebradiza en la tercera parte.
Con respecto a la direcci¨®n, Harry Christophers se mostr¨® tan pulcro y eficiente como siempre, aunque quiz¨¢s algo m¨¢s c¨¢lido que en los otros cuatro Mes¨ªas que le hemos escuchado. El c¨¦nit de su expresividad, sin embargo -al menos en lo que a Valencia se refiere- quiz¨¢s lo logr¨® en el Israel en Egipto ya mencionado (diciembre del 2000). Cont¨® tambi¨¦n entonces con la ayuda de la misma soprano. Adem¨¢s, los niveles de referencia -l¨®gicamente-, no eran tan altos como en El Mes¨ªas.
En ambos casos, sin embargo, es de justicia subrayar la decisiva aportaci¨®n de los instrumentistas, cuyo rigor y estilo proporcionan un sustrato bien definido sin el cual poco podr¨ªan hacer las voces, aunque el p¨²blico, sin embargo, casi siempre corresponde a ¨¦stas con un entusiasmo mucho mayor.
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