En Floridos Pensiles
El v¨ªdeo de Bin Laden, con el texto 'karaoke' impreso en la pantalla, no me produjo demasiada sorpresa. Si acaso, por lo aburrida que puede resultar la conversaci¨®n con alguien que se pasa todo el rato repitiendo gracias a Dios y bendito sea Dios y v¨¢lgame Dios. El t¨ªo Osama me record¨® a mi abuela Clara cuando yo era ni?a. Tambi¨¦n ella subrayaba con fervorosas jaculatorias cualquier hueco inquietante en la tertulia -'Ene, Jangoiko maitia'-.
Al d¨ªa siguiente, las televisiones en Estados Unidos abr¨ªan sus micr¨®fonos para recoger las reacciones de los ciudadanos de a pie. Las gentes de la calle no s¨®lo expresaban indignaci¨®n, lo que comprendo muy bien, sino que parec¨ªan sorprendidas por la crueldad de alguien capaz de alegrarse por la muerte de inocentes. Eso me hizo preguntarme: ?En qu¨¦ mundo creen que viven? Es que a¨²n no se han enterado de a qui¨¦nes tienen por vecinos? O, a¨²n m¨¢s, ?es que nunca se miran al espejo?
Como esos que se difrazan de 'boronos' para ascender en el escalaf¨®n de la Caja
Siempre me sorprende observar la perplejidad de la gente ante la banalidad del mal. Qu¨¦ fuerza inhibidora despliega la maldad desnuda. Ante ella nos sentimos desarmados; paralizados en cuerpo y alma, como se?alaba Hannah Arendt. Quedamos enganchados en ese velo de palabras con el que el criminal encubre su fr¨ªa mirada. Pero me temo que no es la grotesca estupidez del discurso terrorista lo que nos deja de piedra. Lo que m¨¢s nos aterra es el aire familiar que percibimos en el cerebro del canalla; esas jaculatorias, en medio de una apacible reuni¨®n en la que s¨®lo faltan unas pastas, nos producen la sensaci¨®n del 'ya visto'. Porque las hemos visto y porque son un espejo que devuelve nuestra propia mirada.
En cuanto a m¨ª, la forma como ese individuo hablaba del asesinato en masa de inocentes, en el punto de su afectada naturalidad, me transportaba a mi trabajo en clase. Tratar con adolescentes te acostumbra a esperar que las peores cat¨¢strofes se presenten de improviso, con aire de 'naturalidad'. A pesar de la opini¨®n de algunos colegas, la ense?anza no es como trabajar en un zool¨®gico; es mucho peor. Los adolescentes son tiernos y crueles; sinceros y extremadamente c¨ªnicos. No s¨®lo los hay de varias clases, sino que el mismo individuo pasa f¨¢cilmente de un estado a otro. Abrir cada ma?ana la puerta del aula me lleva casi siempre a la misma pregunta: ?qu¨¦ me espera ah¨ª dentro? como si me dispusiese a entrar en una de las cuevas de Tora Bora.
De los adultos, en cambio, esperamos que se hayan asentado. Y, sobre todo, nos ponemos una especie de gafas para creer que el mundo es un 'florido pensil' (que, aunque sigamos sin saber qu¨¦ significa, suena tranquilizador). Hace a?os cre¨ªa, como otras personas de mi entorno, que la ideolog¨ªa era siempre 'ideolog¨ªa burguesa', pues lo nuestro era pura ciencia; no ideolog¨ªa. Qu¨¦ rid¨ªculos pod¨ªamos llegar a ser.
Pero no s¨®lo con el pensamiento hacemos el rid¨ªculo. Tambi¨¦n por los sentimientos podemos sentirnos rid¨ªculos y a¨²n algo peor, cuando los contemplamos al cabo del tiempo. ?Cu¨¢ntos de los que est¨¢n leyendo estas l¨ªneas no han cantado despu¨¦s de una buena comida, aquella canci¨®n catalana con letra 'vasca' que dec¨ªa: 'Vol¨®, vol¨®, Carrero vol¨®', y han lanzado entre risas sus servilletas a lo alto? Yo s¨ª lo he hecho; y m¨¢s veces de lo que ahora me gustar¨ªa recordar. Pero seguramente nadie de los que celebr¨¢bamos jocosamente aquel asesinato nos consider¨¢bamos unos monstruos, ni siquiera ligeramente inmorales. Muy al contrario, nos sent¨ªamos felices y con la dignidad de quien se ha atrevido a enfrentarse a una injusta opresi¨®n.
Mis adolescentes pasan de un estado al opuesto con suma facilidad. Odian, aman y hablan de sus sue?os y de f¨²tbol (vamos, como Bin Laden). Yo creo que a veces tambi¨¦n hacen teatro, porque experimentan actitudes de adulto para observar su efecto en los dem¨¢s, sobre todo, cuando tienen a todo el grupo delante para que les jaleen. Algunos se har¨¢n adultos de verdad, pero otros seguir¨¢n siendo adolescentes mal crecidos y seguir¨¢n sobreactuando teatralmente. Eso me parece que es Bin Laden (?se dar¨ªa cuenta de que estaba siendo grabado?). Un moderno, disfrazado de medieval. Un laico con poses de sant¨®n, que repite a todas horas bendito sea Dios y gracias a Dios, no porque sea un ignorante sino porque se hace el ignorante, para ser reconocido como l¨ªder entre los ignorantes. Como esos que entre nosotros se disfrazan de boronos para ascender en el escalaf¨®n de la Caja de Ahorros y la Diputaci¨®n. Por ejemplo.
Todo caso, los floridos pensiles no se acabaron con el franquismo. Se nos han hecho aut¨®ctonos, pero tambi¨¦n los encontramos decorando la aldea global.
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