El derecho a elegir pareja
Las palabras pronunciadas por el pr¨ªncipe Felipe en su inesperada irrupci¨®n en la rueda de prensa ofrecida por el jefe de la Casa del Rey han puesto fin a los rumores de su futuro matrimonio con Eva Sannum, a la vez que confirmaban la relaci¨®n sentimental que ambos han mantenido a lo largo de los ¨²ltimos cuatro a?os. Creo que la noticia no debe ser tratada ¨²nicamente desde la perspectiva de la llamada 'prensa del coraz¨®n' sino que, al ser uno de los protagonistas el sucesor del actual Rey, ofrece una dimensi¨®n pol¨ªtica evidente, especialmente por las circunstancias que han rodeado el caso.
Al hablar de circunstancias me refiero, como es obvio, a las presiones ejercidas sobre el Pr¨ªncipe para que pusiera fin a esta relaci¨®n. No tengo constancia cierta sobre si ha habido presiones de tipo familiar o privado, aunque imagino, como tantos espa?oles, que no s¨®lo han existido sino que han sido las m¨¢s concluyentes en la muy digna decisi¨®n final que la pareja afectada ha tomado de mutuo acuerdo. Pero, en todo caso, lo que s¨ª consta es que ha habido presiones p¨²blicas: desde la prensa, especialmente desde el ABC, se ha publicado alg¨²n art¨ªculo sobre la novia noruega que ha constituido una clara intromisi¨®n en su vida privada, por supuesto escrito desde una mentalidad carca y clasista que si bien es expresi¨®n de n¨²cleos conservadores realmente existentes no se corresponde con lo que piensan muchos otros sectores de la sociedad espa?ola.
Uno de los aciertos de la actual monarqu¨ªa es haber prescindido, cuando menos aparentemente, de los mon¨¢rquicos. En efecto, el Rey no ha creado una Corte. Pues bien, en esta campa?a, los mon¨¢rquicos han reaparecido y se han mostrado como un grupo compacto y agresivo que, a la vista del desenlace final, hacen presumir que pueden estar autorizados, o quiz¨¢ instigados, por el m¨¢s alto representante del ¨®rgano constitucional que dicen defender. Al ceder ante estas presiones -que es la percepci¨®n que muchos tenemos- no s¨®lo se ha debilitado, probablemente, la imagen p¨²blica del heredero como persona independiente y madura, sino que de rebote ello ha afectado tambi¨¦n a la Corona misma.
No s¨¦ si el Rey y su entorno han calibrado bien la situaci¨®n. Como sucede tambi¨¦n en las otras monarqu¨ªas europeas, la inmensa mayor¨ªa de la poblaci¨®n espa?ola no es mon¨¢rquica, si entendemos este t¨¦rmino en su sentido tradicional. Las monarqu¨ªas occidentales perviven por sus espec¨ªficas circunstancias hist¨®ricas, cada una de ellas ciertamente muy peculiar, pero sus ciudadanos son mayoritariamente republicanos. En nuestro caso, se adopt¨® la forma mon¨¢rquica en la Jefatura del Estado por el decisivo papel desempe?ado por el Rey en los a?os de la transici¨®n a la democracia. Despu¨¦s se fue consolidando por su firme actitud en defensa del r¨¦gimen constitucional durante las tensas horas del 23-F, por el estricto cumplimiento de sus deberes jur¨ªdicos sin salirse nunca del ¨¢mbito que le corresponde por su cargo y, tambi¨¦n, por su simpat¨ªa y trato campechano. Todo ello ha contribuido a que la familia real en su conjunto disfrute de una indudable popularidad, lo cual se refleja en todas las encuestas de opini¨®n que muestran como la Corona es la instituci¨®n p¨²blica m¨¢s valorada, muy por encima de gobiernos, diputados, senadores, jueces o partidos pol¨ªticos.
Ahora bien, todo se puede venir abajo si las condiciones cambian, es decir, si se produce un enfriamiento en las relaciones entre el Rey y la mayor¨ªa de la sociedad debido a que -como en los ¨²ltimos meses- al estar prisionera de los partidarios de las viejas ideas aristocr¨¢ticas se desv¨ªe de la monarqu¨ªa que ha funcionado razonablemente bien a lo largo de los ¨²ltimos 23 a?os. Una monarqu¨ªa que, aparte de cumplir estrictamente sus deberes constitucionales, tiene unas costumbres que no desentonan mucho del resto de la sociedad espa?ola. Entre ellas, por supuesto, el derecho a escoger pareja con total libertad, no por indicaci¨®n de sus padres o amigos.
La monarqu¨ªa es una instituci¨®n fr¨¢gil. El jefe del Estado es un ¨®rgano constitucional del que se puede prescindir, sobre todo si no desempe?a ning¨²n poder, como en el caso de las monarqu¨ªas parlamentarias. Que el jefe del Estado sea un rey no tiene hoy ninguna justificaci¨®n racional, a menos que las circunstancias hist¨®ricas lo hayan aconsejado. La monarqu¨ªa parlamentaria tiene as¨ª, ¨²nicamente, una justificaci¨®n pr¨¢ctica. Pero dejar¨¢ de estar justificada, y por tanto, de ser leg¨ªtima, cuando los ciudadanos crean que ha dejado de ser ¨²til.
Por otra parte, la monarqu¨ªa, en su forma parlamentaria, es compatible con la democracia. Pero si un miembro de la familia real no puede casarse con quien desee por raz¨®n del origen social de su pareja quiz¨¢ resulte que es incompatible con los derechos humanos, en especial con el derecho fundamental a la igualdad y a la no discriminaci¨®n que nuestra Constituci¨®n reconoce. La mayor¨ªa de los espa?oles tienen un origen social parecido al de Eva Sannum: muchos de ellos, a la vista de los hechos, pueden considerar, a partir de ahora, que la familia real es algo distante y ajeno, un coto cerrado anclado en las viejas maneras de los antiguos tiempos. Quiz¨¢ no es casualidad que en los ¨²ltimos d¨ªas se haya o¨ªdo en el Congreso el grito de '?Viva la Rep¨²blica!'
Como tantos espa?oles, soy un republicano al cual no le importa que tengamos un Rey como el que tenemos. Y me gustar¨ªa que la monarqu¨ªa se conservara tal como est¨¢ para no reproducir de nuevo la artificial fractura pol¨ªtica entre mon¨¢rquicos y republicanos. Con la man¨ªa de tratar de averiguar si nos sentimos espa?oles, catalanes o vascos, creo que ya tenemos planteados suficientes falsos problemas.
Francesc de Carreras es catedr¨¢tico de Derecho Constitucional de la UAB.
Tu suscripci¨®n se est¨¢ usando en otro dispositivo
?Quieres a?adir otro usuario a tu suscripci¨®n?
Si contin¨²as leyendo en este dispositivo, no se podr¨¢ leer en el otro.
FlechaTu suscripci¨®n se est¨¢ usando en otro dispositivo y solo puedes acceder a EL PA?S desde un dispositivo a la vez.
Si quieres compartir tu cuenta, cambia tu suscripci¨®n a la modalidad Premium, as¨ª podr¨¢s a?adir otro usuario. Cada uno acceder¨¢ con su propia cuenta de email, lo que os permitir¨¢ personalizar vuestra experiencia en EL PA?S.
En el caso de no saber qui¨¦n est¨¢ usando tu cuenta, te recomendamos cambiar tu contrase?a aqu¨ª.
Si decides continuar compartiendo tu cuenta, este mensaje se mostrar¨¢ en tu dispositivo y en el de la otra persona que est¨¢ usando tu cuenta de forma indefinida, afectando a tu experiencia de lectura. Puedes consultar aqu¨ª los t¨¦rminos y condiciones de la suscripci¨®n digital.