Occidente y el islam
El foso de incomprensi¨®n entre los pa¨ªses occidentales y el mundo isl¨¢mico se ha agrandado en los ¨²ltimos meses
Si razonable es no desear que se produzca una guerra de civilizaciones, ignorar la existencia de un foso de incomprensi¨®n entre Occidente y el mundo musulm¨¢n, que no cesa de agrandarse en las ¨²ltimas d¨¦cadas, es un peligroso ejercicio de ceguera.
Ese foso ha vuelto a hacerse patente con las dudas y las teor¨ªas conspirativas con que se recibi¨® el v¨ªdeo con la confesi¨®n de Bin Laden en Casablanca, El Cairo, Beirut, Teher¨¢n, Islamabad y Yakarta. El que viaja estos d¨ªas a cualquiera de esas capitales descubre enseguida que existe una gran desconfianza popular hacia la pol¨ªtica procedente de Occidente, y muy en particular de Washington, y mucho resentimiento por el doble rasero en el conflicto israelo-palestino.
De esos sentimientos, y de hechos como la tiran¨ªa, la corrupci¨®n y las desigualdades sociales, se nutre el islamismo, que no es, en efecto, todo el islam, pero s¨ª un monstruo pol¨ªtico e ideol¨®gico surgido en su seno. Se equivocan de objetivo los George Bush, Tony Blair, Jos¨¦ Mar¨ªa Aznar y compa?¨ªa cuando proclaman que la primera guerra del siglo XXI se libra contra el terrorismo. Como bien ha subrayado Thomas Friedman en The New York Times, el terrorismo es un instrumento; un deleznable utensilio que es usado tanto por los islamistas de Bin Laden, Hezbol¨¢, Ham¨¢s y el GIA, como por el ultranacionalismo de ETA, los narcotraficantes colombianos y las bandas mafiosas. Incluso es empleado, seg¨²n muchos musulmanes, por Estados democr¨¢ticos como Israel. As¨ª que decir que esta guerra es contra el terrorismo es como decir que la II Guerra Mundial se libr¨® contra las bombas volantes de Hitler o la guerra fr¨ªa contra el arsenal nuclear sovi¨¦tico.
No, esta guerra, como las dos citadas, es contra una ideolog¨ªa totalitaria: el islamismo. Aunque los estadounidenses cosechen la cabeza de Bin Laden, no se ganar¨¢ hasta que los valores de la democracia, la separaci¨®n de religi¨®n y pol¨ªtica, la igualdad de los sexos y la renuncia a la violencia como modo de expresar las cuitas no triunfen en Dar el Islam.
Esto pasa por algo que el islam no ha hecho todav¨ªa: la reforma. ?Existen en el Cor¨¢n y en la vida de Mahoma elementos que posibiliten esa reforma? Afortunadamente, la respuesta es afirmativa. Como sostuvo hace un siglo un movimiento intelectual de Oriente Pr¨®ximo llamado Nahda o Renacimiento, es factible hacer una lectura progresista del mensaje cor¨¢nico.
Con otros ropajes y aunque minoritaria, esa lectura reformista existe en nuestros d¨ªas. La hacen personajes como la escritora marroqu¨ª Fatima Mernissi, que sostiene un feminismo basado en el Cor¨¢n y Mahoma; el converso espa?ol Mansur Escudero o el egipcio afincado en Suiza Tariq Ramad¨¢n, que proponen que Europa invierta en la construcci¨®n en su suelo de un islam respetuoso del laicismo y la democracia, que no deje a los inmigrantes a merced de las mezquitas y los imames financiados por Arabia Saud¨ª, y el gran ayatol¨¢ iran¨ª Yusef Saanei, que, con el Cor¨¢n en la mano, sostiene el principio jeffersoniano de que todos los seres humanos nacieron libres e iguales en derechos.
El islam es la religi¨®n monote¨ªsta m¨¢s joven del planeta -acaba de terminar el Ramad¨¢n del a?o 1422 de la H¨¦gira- y ¨¦sa es una de las razones de su atractivo para m¨¢s de mil millones de personas y tambi¨¦n de la virulencia de alguna de sus interpretaciones, como la del islamismo. Pero, en la era de la aldea global, el mundo musulm¨¢n no puede tomarse el tiempo que se tom¨® el cristiano en pensar y poner en pr¨¢ctica la reforma. Esta ingente tarea compete obviamente a los musulmanes, pero Occidente, que jam¨¢s ha prestado la menor atenci¨®n a los reformistas de la religi¨®n isl¨¢mica, ni tampoco a los combatientes por la democracia en los pa¨ªses musulmanes, deber¨ªa no obstaculizarla. Por otra parte, el doble rasero pol¨ªtico demostrado en Tierra Santa o en la relaci¨®n con Arabia Saud¨ª son graves zancadillas.
El 11 de septiembre ha demostrado que va siendo hora de que, aunque sea por estrictas razones ego¨ªstas de seguridad, EE UU y Europa se preocupen por las causas que han generado la enfermedad del totalitarismo islamista. La acci¨®n policial y militar no ganar¨¢ en exclusiva esta primera guerra del siglo XXI. Se necesita tambi¨¦n una gran acci¨®n pol¨ªtica,econ¨®mica y cultural. Es preciso escuchar con atenci¨®n el mensaje de las voces razonables que, entre la algarab¨ªa de la desconfianza y el resentimiento, se alzan en las capitales musulmanas y entre los inmigrantes en EE UU y Europa, para pedir a los occidentales coherencia y vigor en su defensa de los valores democr¨¢ticos y humanitarios. Pero en los 100 d¨ªas transcurridos desde el brutal ataque contra las Torres Gemelas se han escuchado caer muchas bombas y apretarse muchas esposas, pero pocas reflexiones de dirigentes pol¨ªticos sobre el verdadero objetivo de este conflicto y sobre los medios adicionales necesarios para ganarlo.
A falta de eso, y mientras prosigue la caza de Bin Laden, nuevas generaciones de terroristas kamikazes se est¨¢n forjando en las ciudades y los campamentos de refugiados del mundo ¨¢rabe y musulm¨¢n.
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