Canes
EXPULSADO de todos los domicilios conyugales de sus amigos artistas y cerrado en Cercle Zutique, refugio extremo de la bohemia hampona tras la Comuna, el estragado e inasumible Arthur Rimbaud s¨®lo pudo compartir miserias con otro joven, casi de su misma edad y cala?a, el pintor Jean-Louis Forain (1852-1931), hoy injustamente casi olvidado por el gran p¨²blico. Ambos se reconocieron instant¨¢neamente como lo que eran: perros callejeros marcados por el hambre voraz de la videncia.
El cap¨ªtulo en que trata de su circunstancial amistad, en la excelente biograf¨ªa que Graham Robb ha escrito sobre Rimbaud (Tusquets), se titula precisamente Perros. Rimbaud llamaba a Forain 'perro joven', porque ¨¦ste andaba siempre correteando tras las faldas, mientras que el pintor le devolv¨ªa el cumplido canino, porque el poeta ten¨ªa un cuerpo grande y desgarbado y, sobre todo, porque s¨®lo se dignaba a hablar o a ladrar cuando estaba enfadado.
Durante los crudos inviernos de Par¨ªs, parece que Forain logr¨® hacerse acompa?ar de Rimbaud al Museo del Louvre, dotado de una buena calefacci¨®n; no obstante, mientras Forain copiaba a los grandes maestros, Rimbaud miraba, displicente con la pintura, por la ventana que daba al tr¨¢fago urbano de la Rue de Rivoli. Seg¨²n Robb, ¨¦ste 'hubiera sido un espl¨¦ndido cuadro aleg¨®rico del arte del siglo XIX entre el romanticismo y la modernidad: Rimbaud dando la espalda a los rembrandts, mirando por la ventana del Louvre (...) El lienzo plano y el ¨®leo no pod¨ªan competir con el caleidoscopio tridimensional de la realidad'. Aunque ciertamente Rimbaud no sent¨ªa el menor respeto ni por los m¨¢s irrespetuosos pintores de vanguardia -s¨®lo le gustaban las 'pinturas idiotas, dinteles de puertas, decorados, lonas de saltimbanquis, ense?as, estampas populares...'-, es probable que sus interesantes diatribas antiart¨ªsticas tuvieran lugar gracias a su contacto con Forain.
Quiz¨¢ pensando en la relaci¨®n entre Baudelaire y el hoy tampoco muy popular dibujante Constantin Guys (1805-1892), en quien el poeta se inspir¨® para trazar la imagen del aut¨¦ntico artista moderno, Robb sugiere que Forain bien podr¨ªa ser tomado como el genuino cronista visual del terrible Rimbaud. De esta manera, en este lazo coyuntural se habr¨ªa producido una nueva identidad canina entre la poes¨ªa y la pintura, la de quienes husmean de consuno en las sucias callejas de la ciudad para roer el hueso descarnado de la existencia.
Los ladridos, mordeduras y lamentos de estos perros sin collar son las melod¨ªas que retumban en nuestros ensordecidos o¨ªdos, mientras que su imagen esquiva alumbra nuestros adormecidos ojos. Este arte de irrepetibles perros callejeros es el que m¨¢s ¨ªntimamente nos define y al que no hay que confundir con los seriales perros de paja de ninguna clonaci¨®n.
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