Hijos de la ambig¨¹edad
Afirma John Burrow que, a pesar de lo escrito sobre posmodernidad, nuestra tradici¨®n sigue siendo la moderna. Pero ¨¦sta no es s¨®lo una afirmaci¨®n 'te¨®rica'; es la conclusi¨®n de toda una historia intelectual del 'modernismo' europeo: el periodo comprendido entre las revoluciones fallidas de mediados del XIX y las revoluciones cumplidas de principios del XX; una ¨¦poca que se abre con la extra?a amistad entre Wagner y Bakunin, espectadores entusiastas del alzamiento de Dresde cuya mirada prometeica esperaba ver arder las viejas y disfuncionales formas del pasado en las llamas del progreso; y que se cierra con los manifiestos del futurismo y la Bauhaus, en donde la forma (de los edificios, de los objetos y de los vestidos) ya parece adaptada a la funci¨®n, y la Victoria de Samotracia ha sido sustituida por el coche de carreras como ideal de belleza. En esto se percibe la parad¨®jica condici¨®n de quienes estamos destinados a hacer del modernismo nuestra tradici¨®n: ?o no es parad¨®jico convertir la revoluci¨®n en tradici¨®n, institucionalizar la ruptura como norma? Porque hay un novum radical del modernismo, una ruptura con el clasicismo, que Burrow define por tres grandes factores: la extensi¨®n del sufragio universal como procedimiento de gobierno, el crecimiento espl¨¦ndido y asfixiante de las grandes ciudades industriosas y la perplejidad moral provocada por la secularizaci¨®n del cristianismo. A la historia intelectual que propone este libro se puede objetar su dependencia de la bibliograf¨ªa en ingl¨¦s y que excluye a Espa?a de la historia intelectual de Europa. Pero hay que reconocerle que Burrow se atiene a lo que en aquel tiempo se consider¨® decisivo, y no a lo que nosotros hemos decidido salvar de ¨¦l. De ah¨ª que se rescaten autores 'menores', pero imprescindibles para comprender lo que hoy nos pasa.
LA CRISIS DE LA RAZ?N
John W. Burrow Traducci¨®n de J. Beltr¨¢n Cr¨ªtica. Barcelona, 2001 355 p¨¢ginas. 3.995 pesetas
Al heredar el modernismo, nos hemos hecho hijos de una cultura a la cual es inherente una irrebasable ambig¨¹edad: una ¨¦poca que tiende a reducir al hombre a sus medios t¨¦cnicos est¨¢ condenada a asistir al retorno de lo reprimido (los fines mismos) con su rostro m¨¢s inquietante y siniestro. As¨ª, la ambici¨®n cient¨ªfica (biol¨®gica y filol¨®gica) de clasificaci¨®n y ordenamiento del mundo natural y social se descubre en el origen del sue?o de un pueblo ario primordial, antepasado com¨²n de la estirpe europea. As¨ª tambi¨¦n, la erosi¨®n pol¨ªtica y mercantil de las estructuras sociales del Antiguo R¨¦gimen impulsa una reacci¨®n a favor del mito, del carisma y de una comunidad afectiva irreductible a la forma-Estado. As¨ª la conquista de la autonom¨ªa individual despierta los demonios del car¨¢cter, la naci¨®n y el inconsciente, y ti?e las llamadas de los artistas a la renovaci¨®n espiritual de una sombr¨ªa pulsi¨®n de muerte que 'saluda' esperanzada el advenimiento de la Gran Guerra, como victoria p¨ªrrica de la Vida sobre la Raz¨®n. Quiz¨¢ esto permita entender mejor la copertenencia mutua de tendencias culturales aparentemente contrapuestas (ecolatr¨ªa y tecnocracia o individualismo y comunitarismo), pero complementarias. Cita Burrow la reflexi¨®n de Tocqueville sobre la democracia americana: su impresi¨®n de que, m¨¢s que continuar la Revoluci¨®n Francesa, lo que all¨ª se hac¨ªa era representar una obra de teatro sobre ella. Leyendo La crisis de la raz¨®n se pregunta uno si nuestro presente es una continuaci¨®n del anfibio modernismo o una escenificaci¨®n audiovisual que repite aquella crisis como espect¨¢culo.
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