Como si fueran suyos
Las familias acogedoras de ni?os se debaten entre su compromiso solidario y las trabas de la Administraci¨®n
Chelo tiene un registro dif¨ªcilmente superable. Desde 1986 no ha pasado un a?o sin que esta mujer de 56 a?os y cuatro hijas haya acogido en casa a un menor en riesgo o desamparo. En total, suma 25 ni?os a sus espaldas. El ¨²ltimo es un beb¨¦ de dos meses y medio del que no pierde detalle mientras conversa y que recibi¨® cuando apenas hab¨ªa cumplido las dos semanas. El primero fue un chaval de seis a?os, que ya tiene veinte, con el que a¨²n mantiene relaci¨®n. Recuerda con ilusi¨®n c¨®mo hace poco apareci¨® con su novia porque quer¨ªa presentarle a su t¨ªa -as¨ª se refiere a Chelo- y ense?arle la casa en la que pas¨® a?o y medio de su infancia.
Entre ellos, han pasado otros 23, cada uno con su historia. Como los dos hermanos que acogi¨® durante 11 d¨ªas mientras operaban a su madre de un tumor. O los siete beb¨¦s con anticuerpos de VIH que ha cuidado. 'Con estos quiz¨¢s te toca ir m¨¢s al m¨¦dico, pero por lo dem¨¢s no tienen nada de especial', apunta. Tampoco olvida a la peque?a de dos a?os que sali¨® de casa en adopci¨®n. 'Fue de la que m¨¢s nos cost¨® recuperarnos', recuerda. Y es que pese a las grandes satisfacciones que aporta acoger a un menor temporalmente, no es f¨¢cil verlos salir de casa sin tiempo para hacerse a la idea. Nunca se sabe la fecha en que volver¨¢n a sus casas al resolverse los problemas que motivaron la acogida o cu¨¢ndo tendr¨¢n unos padres que los adopten definitivamente. La acogida es as¨ª, acaba casi de un d¨ªa para otro.
Chelo recuerda a los siete beb¨¦s con anticuerpos de VIH que ha acogido
La figura del acogimiento es, quiz¨¢s, la forma m¨¢s humana de la que pueden disfrutar los menores que no pueden vivir con sus padres por el motivo que sea. Se trata de un recurso temporal que dura hasta que se resuelve el problema que tiene la familia o se decide una adopci¨®n. En Francia, por ejemplo, se trata de una pr¨¢ctica generalizada. No existen residencias para menores y todos se encuentran en un hogar. La acogida en ese pa¨ªs est¨¢ perfectamente articulada y regulada. La situaci¨®n en la Comunidad, sin embargo, es distinta. En la mayor¨ªa de los casos, el fuerte impulso de las familias carece de un empuje paralelo por parte de la Consejer¨ªa de Bienestar Social y, en general, del Consell, como denuncian muchos de los padres con menores en casa.
Las familias son las encargadas de educar a los ni?os, abren su casa a los menores y como se?ala Mar¨ªa Jos¨¦, madre acogedora, ofrecen 'lo m¨¢s ¨ªntimo, lo m¨¢s personal. Y sin sentimiento de posesi¨®n'. Poca gente est¨¢ dispuesta y capacitada a hacerse cargo de menores en dificultades, en situaci¨®n delicada o con problemas de comportamiento en las edades m¨¢s duras para los chavales. O a atender a una reci¨¦n nacida, recogerla casi de la cuna, cuidarla, atenderla para, en una fecha indeterminada, no tener derecho a volver a tenerla en casa nunca m¨¢s.
Pero mientras las familias lo dan todo, a la Administraci¨®n, que es la responsable del menor en todo momento, le corresponder¨ªa una atenci¨®n total educativa, sanitaria y la manutenci¨®n del ni?o, que no siempre es tan eficaz como deber¨ªa. 'Una familia modesta no puede cargar con los costes econ¨®micos y organizativos que le corresponden a la Administraci¨®n', apunta Adelina Gimeno, presidenta de la Asociaci¨®n de Voluntarios de Acogimiento Familiar (AVAF).
Est¨¢n, por ejemplo, los retrasos de la Administraci¨®n en pagar a las familias -la ayuda por un beb¨¦ ronda las 47.000 pesetas al mes-. Pero como se?ala Gimeno, esto es lo de menos, pese a que es el ¨²nico aspecto claramente regulado por ley. Adem¨¢s est¨¢n otros, como los problemas escolares o los sanitarios. Muchas veces, los ni?os llegan a las familias a mitad de curso, lo que implica escolarizarlos en colegios con clases cerradas, y las familias cargan con la tarea de luchar con los centros, que en muchas ocasiones, se resisten a hacer hueco en la escuela a los nuevos alumnos. O los gastos extraordinarios sanitarios -casi siempre costosas pr¨®tesis- que tienen que adelantar los padres ante la falta de agilidad de la Administraci¨®n, cuando no pagarla casi por completo. Tampoco tienen derecho a los permisos laborales que s¨ª gozan los padres adoptivos. Son muchas trabas que dificultan la pr¨¢ctica normalizada de una atenci¨®n que, al fin y al cabo, las familias prestan a la propia Administraci¨®n cuidando como suyos a los hijos de todos. De ah¨ª que las familias pidan que la Administraci¨®n coordine sus esfuerzos y d¨¦ m¨¢s facilidades a las familias acogedoras. Destacan que las ayudas no son para ellos, sino para los menores. Y sostienen sus argumentos en un s¨®lido razonamiento: es mucho mejor para los menores y m¨¢s barato para la Administraci¨®n tenerlos en familias que en centros. Una soluci¨®n que proponen es la creaci¨®n de una cartilla que garantice a los menores que todas sus necesidades est¨¢n cubiertas, y ahorre a las familias la necesidad de dar explicaciones constantemente y luchar por que se respeten los derechos de los ni?os.
Mientras tanto, Chelo seguir¨¢ acogiendo menores hasta que no le queden 'fuerzas'. Y como ella, Mar¨ªa Jos¨¦, y el resto de familias valencianas seguir¨¢ cuidando de ni?os que necesitan un hogar y ofreciendo una c¨¢lida alternativa a los centros de menores.
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