Desilusi¨®n en los campos de olivos
El 30% de los miles de inmigrantes que llegan a la campa?a de recogida de la aceituna carece de documentaci¨®n
Manolo Mart¨ªnez, Momo para los amigos, da la mano a Bouaza, un joven de 24 a?os que abandon¨® sus estudios de F¨ªsica en Casablanca (Marruecos) para encontrar en Espa?a 'lo que ve¨ªa en los concursos de televisi¨®n'. Un solo apret¨®n le sirve a Momo para saber que el marroqu¨ª ya ha trabajado en el campo. 'Que vaya esta tarde al albergue, ma?ana tendr¨¢ trabajo con un amigo olivarero'. Bouaza no tiene una perspectiva demasiado desalentadora ante s¨ª, puede trabajar, pero no le ocurre lo mismo a otros inmigrantes que han llegado este a?o a Ja¨¦n para la recolecci¨®n de la aceituna sin permiso de trabajo. El n¨²mero de los que han llegado desde noviembre en busca de jornales se calcula que oscila entre los 4.000 y los 7.000, seg¨²n administraciones, sindicatos y organizaciones sociales, pero la cifra real se desconoce.
Bouaza sonr¨ªe feliz. Hace un a?o lleg¨® a la Pen¨ªnsula con un visado de turista y con dinero prestado por sus padres. Ahora desear¨ªa marcharse de nuevo con su familia, pero no puede regresar sin nada en las manos. Busca trabajo en la recolecci¨®n de la aceituna. No tiene dinero y tiene que dormir en un peque?o habit¨¢culo que ofrece una f¨¢brica abandonada de Mancha Real (Ja¨¦n) en el que apenas cabr¨ªa una cama de matrimonio, pero en el que duermen cuatro personas.
'No he encontrado en Espa?a nada de lo que esperaba, que es todo lo que uno puede so?ar', explica a Manolo Mart¨ªnez, un hombre jubilado, ex alcoh¨®lico de 52 a?os, que ha dedicado los ¨²ltimos cinco a?os de su vida a ayudar a los inmigrantes que llegan a Mancha Real. Fue maestro y ahora pasa su tiempo ayud¨¢ndoles en todo lo que puede y viajando por todo el mundo. 'Esto llena mi ocio, me sirve, se lo dedico a ellos y me siento muy feliz'.
La red de albergues de Ja¨¦n abiertos en ¨¦poca de aceituna para atender a los jornaleros, 16 en total, no es suficiente para atender la demanda. En cada uno de los pueblos de la provincia durante el mes de noviembre y en el actual diciembre se ve a inmigrantes, marroqu¨ªes o de pa¨ªses del Este de Europa, fundamentalmente, durmiendo en la calle, en casas abandonadas, en locales, en cualquier espacio techado libre.
Lo que encuentran son ruinas, espacios sucios, sin las m¨ªnimas condiciones de habitabilidad, con paredes y techos rotos, con ventanas de cristales inexistentes, sin luz ni agua, con humo esparcido por cada rinc¨®n a causa del fuego que encienden en el interior de cada local para intentar combatir el fr¨ªo.
Los que no tienen trabajo, o cuentan con ¨¦l pero se encuentran la negativa de la poblaci¨®n para alquilarles viviendas, tienen suerte si pueden pasar cinco noches en alg¨²n albergue. El de Mancha Real tiene 19 plazas, 16 para hombres y tres para mujeres. Todas las noches, como el resto, se llena y deja lista de espera para los d¨ªas posteriores.
Manolo Mart¨ªnez habla con todos los vecinos del pueblo buscando alguien que les alquile una vivienda a los inmigrantes. El ya tiene acogidos en su propia casa a dos. 'Cuando s¨¦ que alguien alquila una casa voy y hablo con ellos, pero cuando me ven me dicen que ya no alquilan, que han decidido vender', comenta.
No obstante, la solidaridad de las poblaciones est¨¢ haciendo que los albergues puedan dar comida a m¨¢s personas de las que tendr¨ªan derecho a comer en ellos. En Mancha Real cada d¨ªa se da de comer a 45 personas, 60 usan las instalaciones para ducharse y todos los que lo solicitan puedan lavar su ropa all¨ª. Todos los d¨ªas se da de comer a los que no trabajan. Los alimentos los donan los habitantes de la ciudad. Han podido comprarse 200 mantas para ofrecer a los que pernoctan en la calle o lugares abandonados, y tienen suficiente comida para poder garantizar que no les faltar¨¢ mientras dure la campa?a de la aceituna.
![Karim y Abdelghani, dos marroqu¨ªes que viven y trabajan en Mancha Real.](https://imagenes.elpais.com/resizer/v2/2XMXQ46NMSHUFSLL3GWNYCPXEM.jpg?auth=684d86423b6355595d94660c71753b88fa333aa494dcbe57e90915578cddb82f&width=414)
Solidarios en la miseria
'Si no fuese por lo solidarios que son entre ellos, ser¨ªan muchos m¨¢s los que dormir¨ªan en la calle'. Manolo Mart¨ªnez tiene claro que ese v¨ªnculo que mantienen les hace soportar mejor las situaciones de miseria en la que muchos inmigrantes se encuentran. Recuerda que un d¨ªa vio por la calle a Jamal Darbale, de 31 a?os, un marroqu¨ª que le dio una moneda de 500 pesetas a un compatriota que no ten¨ªa nada. Tampoco ¨¦l entonces ten¨ªa mucho m¨¢s, pero hizo el pr¨¦stamo. Mart¨ªnez decidi¨® hablar con ¨¦l, se hicieron amigos, y le ayud¨® a regularizar su situaci¨®n en el pa¨ªs. Es legal desde hace apenas un a?o. Vive en Mancha Real, est¨¢ asentado en la poblaci¨®n y comparte piso con el argelino Chaai Noureddine, de 30 a?os. Ahora los dos se ocupan de llevar adelante el albergue de inmigrantes de esta localidad, y cada d¨ªa escuchan a los inmigrantes contar sus problemas. La falta de papeles y de un lugar en el que vivir son las conversaciones m¨¢s frecuentes en el albergue. Tambi¨¦n se escuchan lamentos sobre las exigencias de los propietarios de algunas viviendas. No quieren tenerlos como inquilinos si con ellos no hay mujeres. Noureddine dice entender que no quieran a hombres solos 'que son m¨¢s sucios' y que teman alquilar las casas porque en alguna ocasi¨®n se han producido destrozos. Mart¨ªnez conoce todas y cada una de las dificultades del colectivo. ?l es muy conocido en el pueblo y a ¨¦l acuden empresarios que necesitan trabajadores. Por eso les deja claro en cuanto se les acercan: hay dos condiciones. La primera que pone al contratador es que d¨¦ vivienda a los inmigrantes y la segunda que no le reclame que sean de una determinada nacionalidad.
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