'Todav¨ªa hoy 'La Regenta' tiene dificultad para ser entendida'
A punto de concluir el a?o del primer centenario de la muerte de Leopoldo Alas, Clar¨ªn, Antonio Vilanova ha reunido en un volumen 'los estudios m¨¢s valiosos y significativos sobre la obra literaria del gran cr¨ªtico y novelista asturiano' publicados por ¨¦l en los ¨²ltimos quince a?os. En el m¨¢s reciente, que da t¨ªtulo al volumen, y que es de este mismo a?o, Vilanova propone una 'nueva lectura' de La Regenta, que corrige la m¨¢s com¨²n que ha solido hacerse del libro. Catedr¨¢tico em¨¦rito de la Universidad de Barcelona, donde ha ense?ado literatura espa?ola y cr¨ªtica literaria durante m¨¢s de cuarenta a?os, Antonio Vilanova (Barcelona, 1923) es autor de importantes estudios literarios, pero ejerci¨® tambi¨¦n la cr¨ªtica de actualidad en la revista Destino (una selecci¨®n de sus art¨ªculos fue publicada bajo el t¨ªtulo Novela y sociedad en la Espa?a de posguerra, 1995), y durante mucho tiempo ha dirigido para la editorial Lumen una colecci¨®n fundamental para la normalizaci¨®n literaria del pa¨ªs: Palabra en el Tiempo.
'Poco antes de publicar La Regenta, Clar¨ªn se muestra tan temeroso de los ataques que pueda recibir como del vac¨ªo que, como bien sospecha, pretender¨¢n hacerle'
'Ten¨ªa toda la raz¨®n Clar¨ªn en su idea de una cr¨ªtica policiaca'
'Demasiado a menudo, La Regenta ha sido le¨ªda muy por encima, repar¨¢ndose ¨²nicamente en la s¨¢tira feroz contra el mundo clerical de Vetusta'
PREGUNTA. A los 100 a?os de su muerte, ?cu¨¢l es la posici¨®n de Clar¨ªn en el canon de la literatura espa?ola?
RESPUESTA. Pienso que est¨¢ definitivamente consolidada. A nadie le cabe duda de que La Regenta es la gran novela del XIX espa?ol, si bien, cuando se dice esto, no hay que perder de vista a Gald¨®s, que viene a ser algo as¨ª como el Balzac espa?ol, un autor por el que no se puede dejar de sentir el mayor respeto y admiraci¨®n.
P. Parece, sin embargo, que debido a su prolongado eclipse, Clar¨ªn se libr¨® de las animadversiones y de las andanadas que en todo este tiempo se fue ganando Gald¨®s.
R. Es cierto. Pero es una triste manera de salvarse, ese silencio sepulcral en torno a uno.
P. ?A qu¨¦ atribuye usted que La Regenta tardara tanto tiempo en ganar cr¨¦dito?
R. Ocurrieron dos cosas. La primera tiene que ver, qu¨¦ duda cabe, con el anticlericalismo de Clar¨ªn, determinante a la hora de ganarle la hostilidad de media Espa?a. Poco antes de publicar La Regenta, Clar¨ªn se muestra tan temeroso de los ataques que pueda recibir como del vac¨ªo que, como bien sospecha, pretender¨¢n hacerle. Pero al lado de eso est¨¢ una inexplicable dificultad para, todav¨ªa hoy, leer La Regenta y enterarse de qu¨¦ es lo que realmente pasa en la novela. Ser¨¢ que es demasiado larga o complicada... El caso es que demasiado a menudo ha sido le¨ªda muy por encima, repar¨¢ndose ¨²nicamente en lo m¨¢s notorio y escandaloso, que es la s¨¢tira feroz contra el mundo clerical de Vetusta y todo eso, que es lo ¨²nico con lo que se han quedado. Algunos de los m¨¢s eminentes clarinistas nos han dado una interpretaci¨®n de La Regenta demasiado parcial, cuando no superficial. Y as¨ª ha venido ocurriendo casi sistem¨¢ticamente al menos hasta 1952, fecha del centenario del nacimiento de Clar¨ªn, cuando empiezan a ver la luz algunos estudios serios. Hasta ese momento, todo el que, como yo, tenga el capricho de repasar los textos que en Espa?a comentan o analizan La Regenta, se quedar¨¢ parado. Valbuena, en su c¨¦lebre historia de la literatura espa?ola, no le dedica m¨¢s de cinco o seis l¨ªneas, y es evidente que no ha le¨ªdo la novela, o al menos no lo ha hecho en serio. Un hombre inteligente y de ampl¨ªsima cultura como es Max Aub no dice m¨¢s que tonter¨ªas cuando se refiere a La Regenta en su Discurso sobre la novela espa?ola. Habla de Clar¨ªn con desprecio, y considera que la suya es una obra de tercera. En este sentido, la situaci¨®n, desde luego, ha dado un vuelco inmenso.
P. Sin embargo, usted sostiene que los art¨ªculos dedicados a La Regenta en el momento de su aparici¨®n son los de mayor calidad y rigor cr¨ªticos aparecidos en la prensa del siglo XIX. Y atribuye el eclipse ulterior de la novela 'a la desatenci¨®n y falta de rigor cr¨ªtico de la historiograf¨ªa literaria posterior'.
R. Es cierto. Hay incomprensi¨®n y mala lectura. En el momento en que aparece La Regenta, Clar¨ªn y sus amigos se preocupan de que, dentro de lo que cabe, la cosa tenga alg¨²n eco y se hable en serio de la novela, pues, como ya he dicho, se temen una avalancha de cr¨ªticas feroces, gratuitas y est¨²pidas. Son los hombres de la Instituci¨®n Libre de Ense?anza, con la que Clar¨ªn simpatizaba, los que hacen en su momento cr¨ªticas que, dejando a un lado su lenguaje y estilo decimon¨®nicos, en buena medida no han sido superadas. Pero en cuanto esto termina, la incomprensi¨®n es total. Ya poco despu¨¦s, Clar¨ªn, simplemente, deja de interesar. Eso es lo que ocurre con la gente de la Revista de Occidente. Ellos mismos lo confiesan: no les gusta Clar¨ªn, como no les gusta Gald¨®s; no les gusta la novela del XIX, y no s¨®lo la espa?ola, la francesa tampoco.
P. Su 'nueva lectura' de La Regenta centra la atenci¨®n en la cuesti¨®n del adulterio y en la relaci¨®n de Ana Ozores con ?lvaro de Mes¨ªa, dejando de lado el destacado protagonismo que en la novela tiene Ferm¨ªn de Pas.
R. El del Magistral es un personaje novelesco de una talla impresionante. Pero eso ha tergiversado enormemente la lectura de La Regenta en el sentido que le preocupaba a Clar¨ªn, que era, por encima de todo, el que apuntaba a la personalidad de Ana Ozores. Conforme al ideario naturalista -que Clar¨ªn profesaba plenamente cuando escribi¨® la novela-, una persona no puede vivir en contra de su propia naturaleza. El problema de La Regenta es sencillamente el de una mujer frustrada como tal en todas sus dimensiones: sexual, sentimental, afectiva... ?sta es la piedra de toque de la novela. Ya desde el comienzo se va insinuando que Ana Ozores se enamora del hombre que quiere conquistarla, y ello se ve condicionado por un ambiente social que coadyuva a la seducci¨®n. En este punto, la originalidad de La Regenta respecto de Madame Bovary es impresionante. En Madame Bovary no hay apenas atisbos de un ambiente social establecido y estructurado, como el de La Regenta. Mi nueva lectura de la novela se limita a mostrar el enamoramiento progresivo de Ana Ozores y c¨®mo a trav¨¦s de ¨¦ste se pone de manifiesto la intenci¨®n de Clar¨ªn.
P. ?Piensa que La Regenta, escrita, como usted dice, por un aut¨¦ntico militante del naturalismo, escapa a las limitaciones de este movimiento, o las trasciende?
R. Totalmente. En el sentido de que, con relaci¨®n, por ejemplo, a su admirado Zola (y conste que yo soy un entusiasta de Zola), Clar¨ªn introduce una sensibilidad de la que aqu¨¦l casi siempre carece. En mi ¨²ltima ponencia sobre la novela, insist¨ª mucho en mostrar la modernidad sorprendente de Clar¨ªn en el tratamiento de cuanto Ana Ozores va sintiendo con relaci¨®n a su seductor. Es impresionante la gama de sensaciones que describe. Clar¨ªn era, por as¨ª decirlo, un hiperest¨¦sico, un virtuoso de las impresiones sensoriales, que acierta a captar con una riqueza y gradaci¨®n de matices extraordinarios. Matiza y humaniza y tiene una delicadeza y un refinamiento y una sensibilidad de los que el naturalismo puro y duro carece. Al concluir la ponencia a la que me he referido, colegas hubo que, tras escuchar los pasajes citados por m¨ª, se acercaron para decirme: '?Caramba, no sab¨ªa que Clar¨ªn escrib¨ªa tan bien!'.
P. ?Ocurre algo parecido con Clar¨ªn como cr¨ªtico, militante activo del naturalismo?
R. Desde luego. Es evidente que desde el punto de vista de la cr¨ªtica propiamente dicha, y dejando aparte sus fobias, a veces lamentables e injustificadas, como la que sinti¨® por Emilia Pardo Baz¨¢n, los art¨ªculos cr¨ªticos de Clar¨ªn, los que dedic¨®, por ejemplo, a La desheredada, de Gald¨®s, son una maravilla de penetraci¨®n y de finura, de agudeza y de inteligencia. Eso es lo que sobrevive, m¨¢s all¨¢ de su militancia m¨¢s o menos estricta en el naturalismo, del que en los ¨²ltimos a?os se fue distanciando, vislumbrando su bancarrota inminente, por mucho que nunca se apeara de su entusiasmo por ¨¦l. Creo que valdr¨ªa la pena hacer una selecci¨®n rigurosa de sus art¨ªculos cr¨ªticos m¨¢s valiosos. Dar¨ªa para un libro sensacional.
P. Clar¨ªn cr¨ªtico, ?se equivoc¨® mucho?
R. Un poco, un poco. Pero no en lo m¨¢s importante, que es la valoraci¨®n global de los autores. Lo que pasa es que pierde el tiempo miserablemente comentando y a veces atacando obras y autores que no merecen ni su ataque ni su atenci¨®n... Pero a pesar de sus errores, de su intemperancia, hizo una tarea benem¨¦rita. Fue capaz de reconocer valores muy en contra de sus gustos y sensibilidad. Es cierto que tambi¨¦n fue injusto, e incapaz, por ejemplo, de entender a Rub¨¦n Dar¨ªo. Pertenec¨ªa a otra ¨¦poca, y no lo asimil¨® ni lo entendi¨®. Algo raro, si se piensa que fue Clar¨ªn quien escribi¨® el primer ensayo en serio sobre Baudelaire publicado en Espa?a... Pero lo cierto es que no entendi¨® a Rub¨¦n ni se dio cuenta de su genio. Ahora bien, salvadas excepciones de este tipo, su obra cr¨ªtica es, como le digo, benem¨¦rita.
P. Respecto a eso de perder el tiempo miserablemente, parece que Clar¨ªn tuvo plena conciencia de ello, y actu¨® premeditadamente. Es evidente que se sinti¨® obligado a actuar contra lo que ¨¦l mismo llamaba 'la democracia del talento' ?Qu¨¦ le parece a usted, que ha ejercido de un modo regular y atento la cr¨ªtica period¨ªstica, esta concepci¨®n clariniana de la 'cr¨ªtica higi¨¦nica y policiaca'?
R. Creo que Clar¨ªn llevaba toda la raz¨®n, e hizo muy bien en practicarla. Yo por mi parte reconozco que no ejerc¨ª de cr¨ªtico policial porque ten¨ªa siempre la sensaci¨®n de que las pocas obras valiosas que se publicaban necesitaban toda la ayuda y el aliento posible, as¨ª que ten¨ªa tendencia a ignorar o silenciar lo que me parec¨ªa que no val¨ªa la pena ni ten¨ªa valor. Pero cualquiera sabe lo que hubiese ocurrido con la hojarasca delirante del XIX espa?ol sin una figura como Clar¨ªn, dada la cantidad inmensa de autores p¨¦simos y obras mediocres que entonces prosperaban... Ni Valera ni Men¨¦ndez Pelayo, por ejemplo, ten¨ªan la m¨¢s m¨ªnima conciencia de lo mala que llegaba a ser la poes¨ªa que ellos mismos llegaron a escribir, que era una cosa tremebunda. Por eso le digo que ten¨ªa toda la raz¨®n Clar¨ªn en su idea de una cr¨ªtica policiaca. Por otro lado, ¨¦l ten¨ªa una garra especial para decir las cosas y atacar sin piedad. Pues lo cierto es que Clar¨ªn no era nada piadoso.
P. ?Piensa que las circunstancias que determinaron el trabajo de Clar¨ªn como cr¨ªtico y las actuales son de alg¨²n modo equiparables?
R. En t¨¦rminos generales, s¨ª. Si bien la situaci¨®n tiende a hacerse, en la actualidad, cada vez m¨¢s desesperante, dado el imperio creciente de esos engendros contra natura que son los grandes grupos editoriales, sin inquietud real ninguna por la literatura, a la b¨²squeda s¨®lo del ¨¦xito comercial en el sentido m¨¢s vil y deleznable.
Leopoldo Alas y Ure?a
Conocido como Clar¨ªn, naci¨® en Zamora en 1852 y muri¨® en Oviedo en 1901. Escritor y cr¨ªtico literario, La Regenta (1884-1885) es considerada su obra maestra y una de las m¨¢s importantes y mejores novelas de Espa?a del siglo XIX. Clar¨ªn es autor de obras dram¨¢ticas como Teresa, la novela corta Do?a Berta y relatos recogidos en Narraciones breves, entre los cuales destacan ?Adi¨®s, cordera! y Pip¨¢. El autor zamorano tambi¨¦n fue un cr¨ªtico literario de prestigio, a cuyos art¨ªculos llam¨® 'paliques'. La obra de este autor espa?ol se encuentra publicada en diferentes ediciones y editoriales.
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