Integrados y resistentes
No es mucho lo que puede decirse sobre el papel asumido por la socialdemocracia europea en la digesti¨®n de la crisis del momento. Cuando no ha actuado como punta de lanza de medidas impresentables, sus recelos con respecto a las operaciones en curso, y a las restricciones en derechos y libertades, adem¨¢s de menores, se han expresado por lo com¨²n lejos de los micr¨®fonos. Claro es que, puestos a hurgar en realidades lamentables, m¨¢s grave se antoja lo ocurrido con los Verdes alemanes, decididos a tirarlo todo por la borda a cambio de un sobresueldo en las instituciones. A los ojos de todos ellos, y al parecer, no se barrunta ning¨²n problema en la concesi¨®n de un derecho ilimitado de agresi¨®n a una potencia de registros nada edificantes, en el afianzamiento de una pol¨ªtica de dobles raseros que se aplica con desparpajo, en la generalizada presunci¨®n de que la UE es, por arte de magia, un civilizad¨ªsimo agente internacional, o en las salidas inconfesables que se est¨¢n pertrechando en el S¨¢hara occidental o en Chechenia.
Lejos de ese universo, lo que se adivina entre nosotros es una reacci¨®n, a menudo a la desesperada, frente a maquinarias estatales y medios de comunicaci¨®n monocordes. En ella se dan cita las demandas de las plataformas contra la guerra y los mensajes acu?ados por unos movimientos, los de resistencia contra la globalizaci¨®n neoliberal, que antes del 11 de septiembre se hab¨ªan visto sometidos al doble efecto de la represi¨®n y de su abusiva vinculaci¨®n con la contestaci¨®n de parafernalias oficiales. La fusi¨®n que nos ocupa ha ganado terreno al calor de lemas -Paremos la guerra. Otro mundo es posible- en los que es f¨¢cil apreciar el ascendiente de unos y otros. No hay, por lo dem¨¢s, ning¨²n artificio en el intento: si, por un lado, el Banco Mundial anuncia que, al amparo de la crisis, cabe esperar un nuevo retroceso en los indicadores de pobreza, por el otro EE UU mueve sus peones para que esa filantr¨®pica organizaci¨®n, el Fondo Monetario, condone la deuda del amigo paquistan¨ª. Los problemas han llegado de otro sitio, en la forma, ante todo, de los espasmos cainitas que acosan por igual a plataformas y movimientos. Para que nada falte, al escenario han subido los sindicatos mayoritarios y las formaciones hegem¨®nicas de la izquierda no socialdem¨®crata, poco entusiastas los primeros, y arrastrando sus dolencias de a?os las segundas.
Aunque las im¨¢genes que han ido arribando de Afganist¨¢n han hecho que en Europa crezca la oposici¨®n a la guerra, la mayor¨ªa de los ciudadanos permanece imperturbable -no nos enga?emos- en su desidia. De resultas, los defensores de la causa del gran imperio americano apenas tienen que despeinarse y pueden difundir sin acritud sus monsergas. La medida m¨¢s cabal de la debilidad de la izquierda que resiste la aporta acaso el hecho de que quienes contestamos esta guerra -hemos sido incapaces, por cierto, de atraer a nuestra causa a las movilizaciones estudiantiles- nos damos por satisfechos cuando las manifestaciones convocadas re¨²nen a unos cuantos millares de personas.
Nada de lo anterior obliga a rehuir, eso s¨ª, un pu?ado de certezas: la globalizaci¨®n neoliberal, en parada t¨¦cnica, recuperar¨¢ su paso arrasador, adobada de at¨¢vicas exclusiones y calientes operaciones represivas, y ante ello la socialdemocracia realmente existente seguir¨¢ callando. No parece haberse percatado de que, por retomar la ignominiosa admonici¨®n de Bush hijo, entre quienes est¨¢n con los gobernantes norteamericanos y quienes est¨¢n con los terroristas, otro mundo tiene que ser posible.
Carlos Taibo es profesor de Ciencia Pol¨ªtica en la Universidad Aut¨®noma de Madrid.
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