Ardua recuperaci¨®n
Las se?ales econ¨®micas con que se despide 2001 no son especialmente esperanzadoras respecto a una r¨¢pida superaci¨®n del cuadro recesivo que afecta a EE UU, Jap¨®n y Alemania, y que amenaza al conjunto de la econom¨ªa mundial. Por primera vez desde 1973, estas tres grandes econom¨ªas registran tasas negativas o de muy escaso crecimiento, con una disminuci¨®n de sus transacciones comerciales, as¨ª como de sus flujos de capital hacia las econom¨ªas menos desarrolladas. Por otra parte, la OPEP acaba de anunciar un recorte de su producci¨®n para que suba el precio del petr¨®leo, lo que tampoco es una buena noticia.
La econom¨ªa espa?ola no queda al margen de ese cuadro desacelerador, como confirman los datos de crecimiento relativos al tercer trimestre conocidos hace poco. Estos datos alejan a¨²n un poco m¨¢s el objetivo del Gobierno de que la econom¨ªa espa?ola crecer¨ªa en 2001 un 3%. Aunque el consumo de las familias y la inversi¨®n en construcci¨®n mantienen todav¨ªa un ritmo aceptable, la inversi¨®n en bienes de equipo desciende, sin que pueda descartarse un crecimiento negativo para el conjunto de 2001. Lo mismo est¨¢ sucediendo con las exportaciones, reduci¨¦ndose con ello el formidable potencial de crecimiento que representa el sector exterior en nuestro pa¨ªs.
Es cierto que la mayor¨ªa de las econom¨ªas industrializadas -tambi¨¦n la espa?ola- disponen hoy de una mayor capacidad de maniobra que en anteriores recesiones: las tasas de inflaci¨®n son m¨ªnimas y se ha alcanzado un relativo saneamiento de las finanzas p¨²blicas. Sobre esa base, la Administraci¨®n estadounidense est¨¢ procediendo a impulsar la demanda interna mediante est¨ªmulos fiscales, al tiempo que la Reserva Federal facilita el saneamiento financiero de las empresas y los ciudadanos mediante significativas reducciones en el precio del dinero. El conservador Bush no ha tenido empacho en utilizar f¨®rmulas keynesianas para intentar sacar a su pa¨ªs de las dificultades. Es un manejo pragm¨¢tico de la pol¨ªtica econ¨®mica, alejado de dogmatismos tipo d¨¦ficit cero, tan cercanos a nosotros.
Europa, sin embargo, sigue mostr¨¢ndose remisa a la hora de ejercer un liderazgo capaz de evitar a sus ciudadanos males peores a los hasta ahora conocidos. La pol¨ªtica monetaria del Banco Central Europeo sigue en exceso pendiente de una amenaza inflacionista que hoy no es la m¨¢s temible. Y la mayor¨ªa de los gobiernos europeos utilizan las restricciones sobre las finanzas p¨²blicas que exige el acceso a la fase final de la Uni¨®n Econ¨®mica y Monetaria, m¨¢s con el objetivo de sacar buena nota que de hacer lo que est¨¢ realmente en sus manos para impedir que sus ciudadanos vivan peor.
El caso de Espa?a es uno de los m¨¢s representativos de esa vinculaci¨®n fetichista a un guarismo, menoscabando las posibilidades de convergencia real, de aumento de la renta por habitante, de nuestra econom¨ªa. Aznar ha optado por el d¨¦ficit cero frente al bienestar. La insuficiencia de la inversi¨®n p¨²blica, en un periodo de ca¨ªda en la inversi¨®n privada, limita las posibilidades de crecimiento econ¨®mico y del empleo, haciendo m¨¢s dif¨ªcil el abandono del furg¨®n de cola de las econom¨ªas avanzadas en cuanto a productividad.En un entorno de bajo crecimiento econ¨®mico, con tipos de inter¨¦s reducidos y una deuda p¨²blica en descenso, es cuando menos una torpeza mantener escasas asignaciones a inversi¨®n p¨²blica y a investigaci¨®n, fundamento de los avances en la prosperidad de cualquier pa¨ªs. A los gobiernos no se les eval¨²a por la pasividad, sino por su habilidad para manejar los medios a su alcance con el fin de garantizar un crecimiento estable y duradero. El problema no es de torpeza, sino de tozudez a la hora de defender dogm¨¢ticamente la propia opini¨®n, en vez de mirar a la realidad.
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