'Goodbye', peseta
La esquina de Rossell¨® con Girona es una esquina tranquila. Hay una tienda de productos diet¨¦ticos, una mercer¨ªa y un bar. Hay un Pedro, un Pedrito y tres Pablos. Y est¨¢n la Mari, el ?scar, Alba, el Manolo, la Toni, la N¨²ria, el Abdul. El bar se llama Morrysom, aunque nadie sabe por qu¨¦. Cuando hace 25 a?os lo alquil¨® Pedro Sausor, su actual propietario, ya se llamaba as¨ª. Hay quien dice que es en homenaje a Jim Morrison, cantante de The Doors, pero a m¨ª me parece improbable. Sea como sea, la esquina es buena, est¨¢ encarada al sur y el solecillo calienta en invierno. En la terraza del bar cada ma?ana se sienta la se?ora Carmen con su perro Ximo. Y Joan (de Sagarra) lee aqu¨ª con frecuencia sus peri¨®dicos.
Bar Morrysom. 19 de diciembre. El propietario, Pedro Sausor, decide homenajear a la peseta. Su particular manera de hacerlo es servir raciones de 'fideu¨¤' a 'pela'. ?xito total.
Un d¨ªa Pedro Sausor me dice: 'Oye, Pablo, t¨² eres periodista, ?verdad? Tienes que echarme una mano. He decidido hacerle un homenaje a la peseta'. Luego a?adi¨®: 'Por una peseta servir¨¦ un plato de fideu¨¤ y un vaso de vino'. La explicaci¨®n fue clara: 'Por tantas satisfacciones y tantos quebraderos de cabeza como nos ha dado, la peseta se merece un homenaje'. Fij¨® el mi¨¦rcoles 19 de diciembre como el d¨ªa del gran homenaje.
Llam¨¦ a mi amiga Teresa (Ferr¨¦), periodista, le ped¨ª una lista de direcciones de e-mail -radios, agencias, teles, peri¨®dicos-, escrib¨ª un texto apropiado y lanc¨¦ m¨¢s de cien botellas al mar electr¨®nico (y alguna lleg¨® a Am¨¦rica). 'Por una sola peseta...'. El mensaje iba firmado: 'Pablo Ley (excepcionalmente jefe de prensa del bar Morrysom)'. Ya s¨®lo quedaba esperar.
En la ma?ana del mi¨¦rcoles 19 de diciembre, empezaron a llegar coches con antenas y reporteros con alcachofas. Durante un par de horas a Pedro lo entrevistaron una y otra vez por la radio. Al mediod¨ªa, se dejaron caer por el lugar unos cuantos fot¨®grafos y una c¨¢mara de televisi¨®n. Y a Pedro Sausor lo vieron en La Hu¨¦rguina, su pueblo natal en Cuenca, en el programa Gente.
Luego, hacia mediod¨ªa, llegaron los clientes de siempre, aunque la se?ora Carmen ya estaba all¨ª y as¨ª fue la primera. Si los traducimos en n¨²meros, fueron 800 raciones de fideu¨¤, 40 paellas, 50 kilos de fideos, 10 kilos de allioli, adem¨¢s de las sepias, las almejas, los mejillones y las colas de gamba.
'Tantas pesetas tienes, as¨ª te vas a poner', dijo uno. 'Pasaremos a la historia de la peseta', dijo otro. Y otra: 'Una peseta nunca cundir¨¢ m¨¢s'. Y m¨¢s de uno imploraba: '?Alguien tiene una peseta?'. Porque sin peseta, ¨¦se era el trato, no hab¨ªa fideu¨¤.
Ese d¨ªa, en la esquina de Rossell¨® con Girona luci¨® amablemente el sol, pese al fr¨ªo. Hubo una fiesta no s¨®lo a la peseta, que se nos va. Alguien dijo que era una afirmaci¨®n de un modo de ser. Un nacionalismo de esquina. O un carnaval. El entierro de la sardina, o de la peseta. De un modo de ser y de pensar. Sin peseta ya no seremos iguales, sino europeos. Por una peseta un plato de fideu¨¤. Never more.
Pasada la marabunta, me quedo a charlar con Pedro. Me doy cuenta de que, pese a conocerlo desde hace 25 a?os, apenas s¨¦ nada de ¨¦l. 'Nac¨ª en 1952 en La Hu¨¦rguina', me cuenta. 'Mi padre era guardia civil y lo destinaron a Arenys. Ah¨ª empec¨¦ yo, con 14 a?os, de friegaplatos. Y de all¨ª ya se me llev¨® Juan Fradera Vila, actual director de la Escuela de Hosteler¨ªa de Barcelona, como ayudante. Adonde ¨¦l iba me llevaba a m¨ª. Ha sido mi padre en la cocina'.
En temporada baja, Pedro se colocaba de ayudante (sin sueldo) en los mejores restaurantes para completar su formaci¨®n. 'He estado en el Ritz aprendiendo salsas; en el Casasalt, salsas montadas; en el Porti?ol, pescados; en el Santa Marta, la carne; en el V¨ªa Veneto, entremeses y ensaladas'. El caso es que a los 18 a?os era ya jefe de cocina. Pero hasta los 25 a?os fue pasando por todos los oficios. 'He estado de pinche, de familiar, de cocinero, en las carnes, en la parrilla, en las salsas y en el cuarto fr¨ªo. Tambi¨¦n en reposter¨ªa, pero nunca he logrado envolver un cruas¨¢n como Dios manda'.
Dio de comer a Dal¨ª, a Porcioles, incluso a Franco. '?Qu¨¦ quieres que te diga!', dice Pedro. 'A la gente importante de entonces, alcaldes, gobernadores, generales, todos. Pero un d¨ªa me enfad¨¦, me quit¨¦ el delantal y me fui. Hab¨ªamos ido a hacer un banquete en el que hab¨ªa langosta cardinal. Pero en vez de langosta, que hab¨ªan salido medio vac¨ªas, quer¨ªan que pusiera cola de rape. Dije que para hacer rancho me iba de ranchero'. Y as¨ª fue.
Pedro Sausor hace broma con sus conocimientos de cocina. 'Con lo que s¨¦ de cocina francesa, y de la mezcla con la de mi tierra (morteruelo, zarajos, chorizos), pues sale todo perfecto. Desde el primer momento lo que hice en el Morrysom fueron tapas y comida casera, y ahora ya no las cambiar¨ªa por nada. Este bar me ha dado todas las satisfacciones del mundo. Tanto vienen jueces como alba?iles. Aqu¨ª nadie se mete con nadie y todos se llevan bien. Y mira que eso es dif¨ªcil'.
?Y el homenaje a la peseta? 'Pues eso, que la peseta desaparece y, como es la madre de todo esto que te estoy contando, pues de ah¨ª el homenaje. Pens¨¦ que quedar¨ªa gracioso. ?Si hasta han venido mendigos a comer fideu¨¤, que es lo m¨¢s grande que he visto!'. Goodbye, peseta, goodbye.
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