Carta a un amigo socialista
Querido X.: me dices que est¨¢s preocupado no ya s¨®lo -como siempre- por la situaci¨®n que vivimos en el Pa¨ªs Vasco, sino 'ahora tambi¨¦n por lo que pueda ocurrir pr¨®ximamente en nuestro partido tras la dimisi¨®n de Nicol¨¢s'. Te inquieta tanto de d¨®nde provienen la mayor¨ªa de los lamentos medi¨¢ticos por ese gesto pol¨ªtico como los hip¨®critas parabienes que lo refrendan como una liberaci¨®n. Y no sabes qu¨¦ puede realmente esperarse del pr¨®ximo congreso extraordinario. Soy testigo de que has secundado con m¨¢s fidelidad que entusiasmo la l¨ªnea de tu directiva en las ¨²ltimas elecciones y tambi¨¦n m¨¢s all¨¢, cuando los que nunca se mojan mientras el alba de la victoria est¨¢ indecisa aparecieron junto a las horcas caudinas para entonar el 'vae victis!'. Pero ahora ya no sabes qu¨¦ pensar ni qu¨¦ esperar, y me lo preguntas a m¨ª con un punto de confianza y otro de reproche que te agradezco por igual. En resumen, inquieres, '?qu¨¦ hemos hecho mal?'.
Seguramente, muchas cosas. S¨®lo los que repiten sin inventar ni arriesgar, los que nunca se comprometen y siempre tienen un perfil dual para la foto, los que se agazapan cuando se distribuyen bofetadas y asoman en cuanto empieza el reparto de condecoraciones, pueden permitirse el lujo de acertar siempre. Los dem¨¢s, amigo m¨ªo, estamos en este mundo para equivocarnos. Pero tampoco tenemos obligaci¨®n de aceptar sin m¨¢s que nos dicten el cat¨¢logo de nuestros fallos quienes aciertan infalibles porque esperan a saber cu¨¢l es el n¨²mero de loter¨ªa premiado antes de comprar el d¨¦cimo. El error principal, por lo visto, es haber intentado ganar las pasadas elecciones vascas como si tal no fuese el m¨¢s l¨®gico y decente prop¨®sito de cualquier partido que se presenta a ellas. As¨ª se desprende de la consideraci¨®n de '¨®rdago' que parece merecerle a Felipe Gonz¨¢lez en su libro/di¨¢logo con Juan Luis Cebri¨¢n, comparando ese reto pol¨ªtico del PP y el PSE con el refer¨¦ndum sobre la pertenencia de Espa?a a la OTAN convocado hace a?os. El asunto tiene bemoles. Que unos partidos pol¨ªticos de ¨¢mbito estatal pretendan ganarle unos comicios ordinarios a los partidos nacionalistas con mando en plaza es una jugada tan vastamente arriesgada como una consulta extraordinaria a toda la ciudadan¨ªa sobre una cuesti¨®n internacional. Si el PNV y EA se presentan a unas elecciones dejando impl¨ªcito su deseo de modificar la Constituci¨®n, hacer una consulta sobre la autodeterminaci¨®n y hasta romper la estructura estatal (no hay m¨¢s que recordar el pe¨¢n que enton¨® Bego?a Errazti al saber los resultados, coreada por otros) no es sino parte de la normal libertad pol¨ªtica de la que felizmente gozamos en nuestra democracia pluralista; en cambio, si dos partidos que afirman sin restricciones el Estatuto de autonom¨ªa y la Constituci¨®n en que se basa se presentan como alternativa a la Administraci¨®n actual nacionalista, a la que creo que se le pueden formular reproches fundados, es un ¨®rdago de alcance alarmante, cuyo fracaso puede ser visto con alivio por los prudentes. ?No resulta un poco raro?
Cuando a¨²n parec¨ªa probable que ganasen las elecciones los constitucionalistas, se repet¨ªa aqu¨ª y all¨¢ que no se pod¨ªa 'prescindir' de los nacionalistas en la gesti¨®n pol¨ªtica del Pa¨ªs Vasco. Nunca he conocido un no nacionalista m¨ªnimamente cuerdo que creyese posible o deseable prescindir de los nacionalistas: la mayor¨ªa de las reformas pol¨ªticas que se han hecho en Euskadi durante la democracia, empezando por el propio Estatuto, han respondido al prop¨®sito de satisfacer sus demandas sin romper la comunidad en que vivimos (en cambio, conozco no pocos nacionalistas convencidos de que el remedio de nuestros males implica la 'conversi¨®n' de los no nacionalistas o su discreto retiro a otros lares). Pero tal reconocimiento del nacionalismo como fuerza pol¨ªtica no obliga a aceptarlo como el r¨¦gimen ¨²nico de gobierno, sin alternativa que no sea desestabilizadora. Quienes quisieron ganarles las elecciones a los partidos nacionalistas los reconocieron como iguales, no como inferiores a anular, pero tampoco como due?os indiscutibles de la gobernabilidad del Pa¨ªs Vasco. ?Hubiera sido mejor que el PSE tratase a toda costa de rehacer su alianza con ellos, como anta?o? Ni los resultados en el pasado de aquella colaboraci¨®n ni la posici¨®n ideol¨®gica actual del nacionalismo parec¨ªa, a mi juicio y a juicio de otros, recomendarlo.
Un mes antes de la fecha electoral, el 12 de abril, Ram¨®n J¨¢uregui public¨® en El Correo un interesante art¨ªculo titulado 'A un amigo nacionalista'. En ¨¦l pasaba revista a sus esfuerzos pol¨ªticos por estrechar lazos con el nacionalismo democr¨¢tico, desde su participaci¨®n con Labayen en el primer Ayuntamiento donostiarra posterior a la dictadura, en 1978, hasta su ¨²ltimo cargo como consejero de Justicia y Trabajo en 1997, pasando por sus tareas como delegado del Gobierno y vicelehendakari con Ardanza en el Gobierno de coalici¨®n PNV-PSE. Resume as¨ª su trayectoria: 'Toda mi vida pol¨ªtica ha tenido una constante: entenderme con vosotros y construir el pa¨ªs juntos'; tambi¨¦n aclara sin rodeos su convicci¨®n de que es preciso institucionalizar el pluralismo y respetar el orden y las reglas que regulan la diversidad, el juego de mayor¨ªas y minor¨ªas: 'No hay naci¨®n sin pueblo y no hay pueblo sin ciudadanos y ciudadan¨ªa, es decir, sin Derechos Humanos, democracia y libertad'. Pero los acontecimientos posteriores (Lizarra, Udalbiltza, los pactos municipales nacionalistas, etc¨¦tera) le hicieron reflexionar retrospectivamente: 'Mis buenos deseos, rayando en la ingenuidad, me temo, no pueden sostenerse en el c¨²mulo de agravios y desacuerdos en el que nos encontramos. Revisando el pasado, he acabado por dudar de vuestras intenciones cuando pactamos los primeros gobiernos de coalici¨®n'. Tras analizar esas discrepancias, pregunta: '?Cre¨¦is en la conveniencia de la pluralidad o la acept¨¢is como un molesto imponderable de vuestra minor¨ªa? Comprended que nos hagamos esta pregunta al formar el Gobierno de la pr¨®xima legislatura. ?Qu¨¦ os mover¨¢ entonces, un nuevo y renovado impulso de moderaci¨®n y reconocimiento a la diversidad o simplemente el apoyo que necesit¨¢is para seguir en el poder?'.
Y sigue as¨ª su sentida requisitoria: 'Nos hab¨¦is dejado solos mientras nos matan. No hab¨¦is comprendido que si matan a la c¨²pula del PP en el cementerio de Zarautz, eliminan la oposici¨®n y se cargan la democracia. No hab¨¦is tenido la sensibilidad suficiente para advertir que si un grupo municipal desaparece de un pueblo, se ha silenciado a una parte de ese pueblo y al pueblo entero con ella. No hab¨¦is sido capaces de decir bien alto que ETA est¨¢ haciendo una limpieza ¨¦tnica ideol¨®gica y que no pod¨¦is admitir que la hagan, en defensa de los mis
mos ideales que los vuestros. No hemos notado vuestro apoyo, vuestras llamadas, vuestro afecto, cuando media Euskadi se muere de miedo a morir'. Y contin¨²a m¨¢s adelante: '?Os hab¨¦is preguntado, por ejemplo, qu¨¦ porcentaje de responsabilidad ten¨¦is como ideolog¨ªa perpetuadora de una Euskadi oprimida en tr¨¢nsito hacia la Arcadia feliz de su independencia, que anima a esos monstruos de Haika a afirmar que 'eliminar a concejales del PP o del PSOE es leg¨ªtimo al cien por cien?'. Luego se plantea la posibilidad de volver a formar un Gobierno de coalici¨®n tras las elecciones, que ya muchas voces nacionalistas reclamaban en privado antes de ellas. Pero ¨¦l deja bien claro que los socialistas no est¨¢n dispuestos a ning¨²n acuerdo fuera del Estatuto y la Constituci¨®n. Un posible pacto exigir¨ªa un acuerdo prepol¨ªtico de todos los dem¨®cratas contra el fascismo ¨¦tnico y terrorista que nos asola. '?Est¨¢is dispuestos a esto? Me temo que no, porque la unidad abertzale que asume los postulados de EH y los arrastra a la pol¨ªtica, creyendo as¨ª favorecer el fin de la violencia, sigue siendo, desgraciadamente, y a pesar de que la experiencia reciente ha demostrado lo contrario, el alfa y el omega de la v¨ªa de la paz nacionalista. No pretend¨¢is un acuerdo con nosotros en estos t¨¦rminos'. Finalmente, tras lamentar de nuevo ese enfrentamiento suicida entre dem¨®cratas, concluye as¨ª: 'Llegar¨¢ el 14 de mayo y nos volver¨¦is a llamar. Nos anunciar¨¦is algunos cambios con buenas palabras y no podremos evitar pensar que en el fondo busc¨¢is mantener el poder, aunque sea como ¨²ltimo refugio de vuestro fracaso'. Perdona lo extenso de las citas, pero es que yo no lo sabr¨ªa decir mejor.
Nicol¨¢s Redondo pensaba y piensa lo mismo que aqu¨ª afirma Ram¨®n J¨¢uregui. No tiene nada de raro, porque ambos llevan mucho en estas lides, a diferencia de los que se han enterado hace poco de ellas y hablan de 'di¨¢logo' y acuerdos como si aqu¨ª desde hace m¨¢s de veinte a?os s¨®lo se hubiera intentado la v¨ªa de los pu?etazos. A¨²n cabr¨ªa recordar m¨¢s cosas: el n¨²mero de muertos en aquellos a?os de coalici¨®n, el abandono vergonzoso de las v¨ªctimas, el miedo a llamar totalitarios a quienes lo son en ideas y modos (eso lo pusimos de moda los abogados de la 'crispaci¨®n' y lo hemos pagado)..., y tambi¨¦n el constante descenso de votos del PSE, frenado precisamente en las ¨²ltimas elecciones con la candidatura de Redondo, y el espectacular ascenso del PP, que pas¨® de una posici¨®n testimonial -tras el exterminio criminal de UCD en el Pa¨ªs Vasco- a ser el principal partido de la oposici¨®n. Si el PSE hubiera continuado junto al PNV a pesar de todas sus deslealtades, hubiera acabado descendiendo de protagonista pol¨ªtico a mero residuo t¨®xico: vamos, la deriva de IU. La firma del pacto antiterrorista entre PSE y PP apuntaba el camino de ese consenso prepol¨ªtico imprescindible del que hablaba J¨¢uregui en su art¨ªculo. Y ofreci¨® un ins¨®lito y noble ejemplo de solidaridad democr¨¢tica en lo esencial, por encima de divergencias pol¨ªticas de otros ¨®rdenes. La foto de Redondo y Mayor estrech¨¢ndose la mano en el Kursaal supuso una esperanza de alternativa l¨ªcita para muchos vascos largo tiempo marginados por las actuales autoridades nacionalistas, y garantiz¨® el trasvase de votos que descalabr¨® a los que apoyan a ETA. Hoy s¨®lo constituye una 'pesadilla' para quienes han convertido el halago del papanatismo sectario en su c¨®modo modus vivendi.
Me preguntas: ?qu¨¦ va a pasar ahora? Para empezar, ser¨¢ bueno no desorbitar las cosas. A Nicol¨¢s Redondo nadie le ha echado: ha dimitido porque en el partido hab¨ªa opiniones discrepantes sobre c¨®mo enfocar la actual fase de la lucha por las libertades en el Pa¨ªs Vasco y, sensatamente, ha preferido un debate abierto a la labor de zapa de algunos descontentos que ir¨ªa en perjuicio de todos. Del pr¨®ximo congreso tiene que salir un documento que precise la l¨ªnea pol¨ªtica del PSE para el inmediato futuro. Es previsible que no haya grandes novedades porque tampoco hay tanto donde elegir y el Mediterr¨¢neo fue descubierto a finales de los setenta del pasado siglo. Se insiste, un poco irritantemente, en que tal proyecto debe ser 'aut¨®nomo', tan distinto y distante del PP como del PNV. Pero esa consideraci¨®n es demasiado 'comercial', lo que parece pretender es que el logotipo 'PSE' se distinga claramente de sus competidores y triunfe en el mercado por su originalidad. Yo, al menos en pol¨ªtica, soy decidido partidario del 'no logo'. Lo relevante no es que lo que ofrezca el PSE sea diferente e in¨¦dito de lo que venden los dem¨¢s, sino que sea s¨®lido, sensato y coherente. Si su propuesta coincide en tales virtudes con la de otros, mejor que mejor: ?no es la integraci¨®n de todos lo que buscamos? M¨¢s importante me parece la firmeza pol¨ªtica en el d¨ªa a d¨ªa, porque los nacionalistas no cambiar¨¢n su doctrina por otra m¨¢s bonita f¨¢cilmente, pero pueden llegar a entender en la pr¨¢ctica que un Pa¨ªs Vasco que descarte por igual el ideario democr¨¢tico no nacionalista y el totalitarismo apoyado en la violencia terrorista simplemente no es viable. Hay que elegir aliados, puesto que el terrorismo ya nos ha elegido a todos como v¨ªctimas pr¨®ximas o futuras. Sinceramente, no creo que el PSE vaya a ser ambiguo a estas alturas en tan crucial envite.
De modo que ser¨ªa bueno tomarse las cosas con calma reflexiva y que quienes desean alentar al PSE en esta l¨ªnea no le prodigasen con excesiva vehemencia el abrazo del oso, que es contraproducente. Ya sabes que soy un pesimista activo y que no creo en las desesperaciones prefabricadas que le cierran el paso a la t¨ªmida esperanza. ?Inquietud? Hombre, alguna siento. A veces, como votante socialista, cuando veo poner en cuesti¨®n lo que mejor ha funcionado en nombre de lo que ya en el pasado fracas¨®, o me parece que para algunos es m¨¢s importante la definici¨®n de las siglas que la de los principios, o considero que los concejales socialistas de Zum¨¢rraga han visto menos a su secretario general que los ministros de Marruecos..., me entran ganas de repetir lo que dijo lord Wellington cuando pas¨® revista a sus tropas no muy disciplinadas: 'No s¨¦ si causar¨¢n miedo al enemigo, pero ?vive Dios que a m¨ª, s¨ª!'. Claro que nos queda el consuelo de recordar que, a fin de cuentas, Wellington gan¨® su batalla. Feliz a?o.
Fernando Savater es catedr¨¢tico de Filosof¨ªa de la Universidad Complutense.
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