Horror de vivir
De todos las personajes de esta obra, en presencia y por referencia, la ¨²nica buena persona es el autor, que se refleja en mon¨®logos, r¨¦plicas, alusiones, insultos y destellos de la maldad humana. Hay uno especialmente perverso, que es la madre para la que se utiliza la met¨¢fora del t¨ªtulo: el pel¨ªcano tiene la leyenda de que se abre el pecho para alimentar con su sangre a sus hijos, pero los zo¨®logos han descubierto que es falso.
El hijo y la hija son bondadosos, encari?ados, v¨ªctimas, hasta que descubren la verdad de su vida y atormentan a la madre hasta que muere: a tiempo, porque un voraz incendio devora a todos mientras los hijos dialogan sobre lo justa que es la purificaci¨®n y la reducci¨®n a cenizas de la jaur¨ªa humana, de la que forman parte.
El pel¨ªcano, de Strindberg.
Versi¨®n y dramaturgia de ?ngel Guti¨¦rrez. Int¨¦rpretes, Ludmila Ukolova, Oscar Codesido/Rafael D¨ªaz Labin; Patricia D¨ªez Lab¨ªn /Celia P¨¦rez. Beatriz Guzm¨¢n. Escenograf¨ªa, vestuario y direcci¨®n, ?ngel Guti¨¦rrez. Teatro de C¨¢mara Ch¨¦jov.
Strindberg vivi¨® 73 a?os dolorosos entre los dos siglos XIX y XX; una familia burguesa pero arruinada, un excluido de su propia clase, un amante de las mujeres que le maltrataron y le hicieron definirse como antifeminista en un momento de auge de esas ideas y quiz¨¢ por herir a Ibsen, que lanz¨® su grito de rebeld¨ªa femenina en Casa de mu?ecas.
Vivi¨® crisis sentimentales, m¨ªsticas; crisis de locura, ardores religiosos y, en fin, la resistencia de sus contempor¨¢neos que no deseaban verse retratados as¨ª. Probablemente una mayor¨ªa dominante lo era: el puritanismo mezclado con la avidez por el dinero, la lujuria acrecentada por el alcohol, eran un espect¨¢culo visible.
En El pel¨ªcano la madre es avara, hace pesar hambre y fr¨ªo a sus hijos con el dinero que estafa a su marido, dinero que le da a su amante, al cual, finalmente, casa con su inocente hija, y el marido muere de horror. Pero se repite varias veces, tambi¨¦n ten¨ªa sus defectos.
El maestro ?ngel Guti¨¦rrez, educado para el teatro y para la vida en Mosc¨², tiene su centro en una callejuela de Madrid y all¨ª da clases y representa funciones con su esposa y sus alumnos: tiene un cr¨¦dito asegurado entre ellos, sus espectadores y los alumnos del conservatorio. Hace una labor muy meritoria.
En este caso ha situado la obra m¨¢s o menos en su tiempo (1902), y el personaje central, interpretado por Ludmila Ukolova, viste y act¨²a como pudo hacerlo Eleonora Duse; con la mirada -bellos ojos azules- puesta en el aire, jugando con los brazos levantados, gestos de cine mudo. En torno a ella la celebraci¨®n se hace como una misa negra, que termina con la redenci¨®n por el fuego: debe tenerse como un final feliz.
Gust¨® mucho al p¨²blico. Los saludos se prolongaron y los actores saludaron una y otra vez sin perder la seriedad de su gesto tr¨¢gico.
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