Un moralista indignado
Imaginemos a un esp¨ªritu volteriano arremetiendo contra la moral victoriana: ¨¦se es el talante de esta novela y sus resultados son en todo acordes con ¨¦l, incluida la calidad y la excelencia literaria. Bernard Shaw, que se tiene por admirador incondicional suyo, dijo tras comprobar el escaso eco inicial de El destino de la carne, publicada al a?o de la muerte de su autor: 'Es casi como para desesperarse respecto a la literatura inglesa... Realmente, Inglaterra no merece tener grandes hombres'. Al parecer, Inglaterra rectific¨® y hoy es tenida esta novela como una de las grandes creaciones de la literatura inglesa del XIX. En todo caso, su puesto de honor en esa Literatura parece asegurado.
EL DESTINO DE LA CARNE
Samuel Butler Traducci¨®n de Juan Jes¨²s Zaro Alba. Barcelona, 2001 560 p¨¢ginas. 28,58 euros
Es ejemplar el modo en que Samuel Butler construye la novela; ejemplar y di¨¢fano para el lector. El protagonista de la novela es Ernest Pontifex, pero la novela comienza mucho antes, con la figura de su abuelo. De hecho, el protagonista no aparece hasta la p¨¢gina 115, con ocasi¨®n de su nacimiento, y no es sino en la p¨¢gina 149 cuando descubrimos desde d¨®nde habla el narrador de esta historia: entonces comprobamos que ¨¦ste est¨¢ escribiendo el libro que tenemos entre manos y que relata la vida de su ahijado Ernesto, al que consulta a menudo, cuando ya todos los acontecimientos que aqu¨ª se relatan han sucedido.
?Por qu¨¦ comienza el relato dos generaciones antes de su nacimiento? Samuel Butler es un moralista y un indignado. Su meta es poner al descubierto la hipocres¨ªa y la mentira de una sociedad -la victoriana- aparentemente satisfecha, en paz y comuni¨®n consigo misma y con sus principios. Butler necesita asentar con toda firmeza los fundamentos del c¨®digo victoriano antes de iniciar su demolici¨®n, para lo cual se dedica a mostrar los antecedentes familiares de un Ernest Pontifex que al fin ser¨¢, desde su infancia hasta su encuentro consigo mismo en la vida adulta, tras numerosas peripecias, la muestra viva de los desastres que una concepci¨®n mediocre, puritana e hip¨®crita de la vida es capaz de generar con da?o para todos. Malicia y mezquindad son los verdaderos contravalores que se ocultan tras una m¨¢scara de valores de respetabilidad. El nido de contravalores es la familia, de ah¨ª que Butler se asegure de establecer su territorio con fundamento. A partir de ella, iremos entrando en los otros aspectos de la vida. La diatriba contra la familia -en este caso, adem¨¢s, una familia clerical, lo que da un juego extraordinario desde el punto de vista moral- es implacable y feroz. Una frase contundente resume bien esta situaci¨®n: 'Todo lo hac¨ªan (los padres de Ernest con respecto a su educaci¨®n) con una mezcla de amor, ansiedad, timidez, estupidez e impaciencia'.
La estructura del relato es una sucesi¨®n alternativa de acciones y consideraciones. Butler narra los pormenores de la historia y a cada an¨¦cdota suele seguir un alto para las digresiones oportunas a prop¨®sito de las consecuencias del suceso. Podr¨ªamos decir que, en cierto modo, estamos ante una novela did¨¢ctica. Quiz¨¢ las consideraciones en torno a los sucesos le resultan al lector actual una especie de sabotaje a la acci¨®n, pero es que esta novela tiene un tempo de lectura que no es el del apresuramiento; la narratividad del texto es indiscutible: la novela avanza de modo inexorable y perfectamente tramado hacia la plasmaci¨®n de su intenci¨®n. Butler es, adem¨¢s, un excelente observador de la naturaleza humana y relaciona con notable habilidad y sentido de la oportunidad las conductas de sus personajes. ?ste es uno de esos libros en los que se admira la armaz¨®n tanto como las descripciones que le dan cuerpo.
Todas las opiniones coinciden en afirmar que la novela es, al menos en sus l¨ªneas generales, autobiogr¨¢fica. Lo cierto es que el fondo de irritaci¨®n y denuncia que trasluce son propias de alguien que habla de heridas personales, por m¨¢s que las haya transferido a la literatura. De hecho hay un fen¨®meno singular, lo que yo definir¨ªa como un narrador desdoblado: de una parte, tenemos al narrador propiamente dicho que, aunque simula ser el padrino del protagonista, no cabe duda que responde al pensamiento del autor; de la otra parte est¨¢ el propio protagonista; si consideramos el car¨¢cter autobiogr¨¢fico del libro, veremos que se produce ese desdoblamiento al que me refer¨ªa -es decir: que los dos, protagonista y narrador, son posiciones distintas de una misma persona-; pero, a su vez, esto crea una especie de sugerente distanciamiento a la hora de conducir el relato que se carga de resonancias muy enriquecedoras. Esto es algo que el lector siente, incluso aunque no est¨¦ informado del car¨¢cter autobiogr¨¢fico de la novela, en la actitud del narrador hacia su personaje. Y esa distancia es la que permite convivir de manera enriquecedora al humorista -un humor inteligente, ponderado, incisivo- y al moralista. El resultado final es esa causticidad que, quiz¨¢ por ello, en ning¨²n momento da la sensaci¨®n de sectarismo. Muy al contrario: la visi¨®n final de la sociedad victoriana es as¨ª tan serena como dura; es decir: extraordinariamente convincente.
Samuel Butler fue sin duda un adelantado: su concepci¨®n de las relaciones sociales, educativas y personales revela una extraordinaria perspicacia y una notable lucidez; su reflexi¨®n es muy atrevida para la ¨¦poca; su relato sigue siendo ¨²til y sugerente en este comienzo del siglo XXI. ?til porque trata de problemas que siguen proviniendo de aqu¨¦llos; sugerente porque es una pieza literaria de primera fila. Otra vez estamos ante una genuina y poderosa novela decimon¨®nica.
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