Baroja, el incorrupto
Pocos lo saben, pero no hace mucho que Eduardo Mendoza dirigi¨® para C¨ªrculo de Lectores una colecci¨®n de cl¨¢sicos modernos hisp¨¢nicos (desde Zorrilla y Sarmiento hasta Sender y Borges, por dar una idea). Entre los 24 vol¨²menes que contaba la colecci¨®n, ¨²nicamente dos autores, Benito P¨¦rez Gald¨®s y P¨ªo Baroja, acaparaban ellos solos dos vol¨²menes cada uno. As¨ª ocurr¨ªa, en palabras de Mendoza, 'no s¨®lo por su importancia dentro de la novela espa?ola moderna, sino tambi¨¦n por la extensi¨®n y variedad de su obra'. Si bien en el caso de Baroja, Mendoza tra¨ªa a colaci¨®n, adem¨¢s, su afici¨®n inveterada por este autor y el car¨¢cter inici¨¢tico que, durante su adolescencia, tuvo para ¨¦l su lectura.
P?O BAROJA
Eduardo Mendoza Omega. Barcelona, 2001 194 p¨¢ginas. 15,95 euros
Es de suponer que por razones semejantes aceptar¨ªa Mendoza el encargo de escribir esta semblanza biogr¨¢fica de P¨ªo Baroja, acompa?ada, como todas las de la colecci¨®n a la que pertenece, de una sumar¨ªsima antolog¨ªa de textos del escritor. Siempre conviene permanecer atento a este tipo de iniciativas editoriales, que suelen dar lugar a engendros interesantes, a veces sorprendentes. De una pintoresca colecci¨®n de biograf¨ªas impulsada por Planeta surgieron rarezas imprevistas de autores como Juan Benet, ?lvaro Pombo o Manuel V¨¢zquez Montalb¨¢n. Cualquier cosa puede esperarse de ¨¦sta, que cuenta con un variopinto elenco de autores. En un pa¨ªs en el que el pensamiento literario propiamente dicho brilla m¨¢s bien por su ausencia, la lectura que determinados escritores hagan de otros pertenecientes m¨¢s o menos a su propia tradici¨®n ha de dar lugar, en algunos casos, a revelaciones de inter¨¦s, y poner de manifiesto afinidades chocantes o significativos malentendidos.
Como era de esperar, Mendoza cumple donosamente con su tarea de bi¨®grafo, envolviendo en amable sorna la indisimulada simpat¨ªa que le suscita el personaje. Algo m¨¢s decepcionante resulta la valoraci¨®n que hace de la obra de Baroja y de su tozuda vigencia, acerca de la cual Mendoza se limita a reiterar, sin especial atrevimiento, lo que ya de muchas formas se ha venido a decir: que son precisamente su desali?o caracter¨ªstico y su sequedad ret¨®rica los que han procurado a esa obra de una especie de incorruptibilidad.
'A la hora de analizar la obra literaria de Baroja, poco hay que decir, porque los defectos son palmarios y las cualidades, en rigor, se reducen a no tener ninguna, lo que en cierto sentido es un gran m¨¦rito'. Este diagn¨®stico de Mendoza recuerda al de Ortega cuando, despu¨¦s de se?alar los muchos defectos que les ve¨ªa, salvaba las novelas de Baroja por virtud de 'un cierto defecto que no hay' en ellas, en lo cual ¨¦l olfateaba 'no s¨¦ bien qu¨¦ esencias de humanidad, vagido de tiempos futuros'. Por su parte, ya m¨¢s tarde, Juan Benet reconoc¨ªa en la escritura de Baroja 'el mejor altavoz, para el o¨ªdo moderno, de toda la ridiculez de cierta ret¨®rica castellana, sobre todo la de sus contempor¨¢neos: el m¨¢s riguroso patr¨®n con el que medir las ¨ªnfulas de la ¨¦pica moderna, el Fiel Contraste de la novela espa?ola del siglo XX; y tal vez tambi¨¦n el tronco del que tendr¨¢n que partir las ramas de la narrativa que ¨¦l mismo pod¨®'.
No parece, la verdad sea dicha, que esta ¨²ltima profec¨ªa vaya teniendo cumplimiento. Pero lo que s¨ª est¨¢ claro es esa funci¨®n de Fiel Contraste desempe?ada por Baroja, que en una tradici¨®n literaria muy proclive a la ret¨®rica opt¨® por algo as¨ª como un 'grado cero de la escritura' y, a su modo irresponsable y desastrado, orient¨® su propio perfil -como Mendoza no deja de observar- en direcci¨®n a la m¨¢s recalcitrante utop¨ªa de la modernidad tard¨ªa: la del escritor sin Literatura.
Como fuere, buena es la ocasi¨®n para preguntarse, pues de dos novelistas se trata, si, m¨¢s all¨¢ de una antigua querencia, cabe reconocer entre Baroja y Mendoza alguna afinidad que otorgue una significaci¨®n suplementaria a la presente biograf¨ªa. Y puesto que su temperamento, como en ella misma queda de manifiesto, no puede ser m¨¢s distinto, forzosamente toca buscar esa afinidad en sus obras, asimismo tan distintas, o al menos en la posici¨®n que una y otra tienden a ocupar. Al fin y al cabo, en los dos casos se trata de novelistas populares, incluso muy populares, a quienes el ¨¦xito, pese a las suspicacias que lleva aparejado, nunca ha conseguido desalojar de los gustos m¨¢s exigentes. Hay adem¨¢s, en los mundos novel¨ªsticos de Baroja y Mendoza, una com¨²n fascinaci¨®n, no s¨®lo est¨¦tica, por la marginalidad. Y sobre todo hay un saludable y radical escepticismo hacia toda gestualidad ret¨®rica, si bien en el caso de Mendoza -escritor, en definitiva, m¨¢s complejo y sofisticado que Baroja, y mucho m¨¢s dado al humor- tiende a resolverse par¨®dicamente. A partir de aqu¨ª, empiezan las diferencias, estrictamente insalvables. Pero entretanto, a m¨¢s de medio siglo de distancia, los dos tienen, para la tradici¨®n a la que pertenecen, efectos extra?amente reparadores. Y desde este punto de vista s¨ª, quiz¨¢ acertara Benet, y esta biograf¨ªa sirva para caer en la cuenta, vaya por d¨®nde, de que un autor como Mendoza tal vez es, mejor que otros, aparentemente m¨¢s barojianos, resultado de las podas que en la novel¨ªstica espa?ola hizo el mismo Baroja.
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