Un vendaval que viene de Polonia
Las dos polacas hicieron, de entrada, un gui?o a Stendhal. Vest¨ªa la contralto de un rojo hiriente, que inclu¨ªa los zapatos, y la pianista de un negro sin concesiones. El autor de Rojo y negro, escribi¨® tambi¨¦n una encantadora y diletante biograf¨ªa sobre Rossini. El gui?o a Stendhal casi era, en un segundo nivel de intenciones, un primer homenaje al compositor de El barbero de Sevilla.
Porque con Rossini empez¨® y concluy¨® un recital en el que el idioma alem¨¢n brill¨® por su ausencia, como si fuese un d¨ªa de pausa dentro del ciclo de lied. Rossini, de la mano de las polacas, entr¨® como un hurac¨¢n de aire fresco. No era cuesti¨®n ayer de hacer piruetas sobre los puntos de correspondencia entre Rossini y Schubert, para justificar un melodismo rossiniano. No, no estaba el horno para esa clase de bollos. Ewa Podles comenz¨® con C'est bien loui, y puso las cartas bocarriba. Ven¨ªa a comerse el mundo, a triunfar, y ya desde la primera intervenci¨®n alborot¨® a los espectadores. La contralto polaca es una fuerza de la naturaleza y tiene un temperamento, un car¨¢cter, de los que arrebatan. Su canto no est¨¢ en la categor¨ªa de los exquisitos, pero tiene una fuerza que impresiona. Fuerza y generosidad. Es una estampa de otra ¨¦poca.
Ewa Podles
Ewa Podles (contralto). Ania Marchwinska (piano). Canciones de Rossini, Chopin y Rachmaninov. VIII Ciclo de Lied. Fundaci¨®n Caja Madrid. Teatro de la Zarzuela, 14 de enero.
Se lanza en picado y sin paraca¨ªdas por las coloraturas o desciende a los abismos del registro grave con una tranquilidad pasmosa. Es todo coraz¨®n esta se?ora. Sentimiento, s¨ª, pero con una poderosa t¨¦cnica detr¨¢s que arropa lo indecible. Con esa simpat¨ªa con la que envuelve su presencia esc¨¦nica, Podles termin¨® la primera parte del recital con una irresistible versi¨®n de la cantata Giovanna d'arco. La sala se vino abajo. La algarab¨ªa que se arm¨® era m¨¢s propia del mundo de la ¨®pera que del m¨¢s sosegado del lied. Pero Podles es un volc¨¢n en erupci¨®n permanente y tiene una vitalidad contagiosa. Adem¨¢s, se hace querer. S¨ª, se hace querer. Qu¨¦ bravura. Stendhal estar¨ªa feliz viendo y escuchando a un fen¨®meno semejante.
Los espectadores de ayer del Teatro de la Zarzuela tuvimos urgentemente que salir en el descanso a tomar un poco de aire, para seguir resistiendo la avalancha. La segunda parte del recital empez¨® con un remanso de paz gracias a unas bell¨ªsimas canciones polacas de Chopin, en las que la cantante pareci¨® transformarse en una nodriza que contaba historias populares a la luz del fuego, y termin¨® con una exhibici¨®n dram¨¢tica y expresiva por medio de unos temas rusos de Rachmaninov. Podles volvi¨® a revalidar su poder¨ªo. La sala se hab¨ªa convertido en un clamor.
Las polacas volvieron en las propinas de nuevo a Rossini, a la ¨®pera directamente con Cruda sorte, de La italiana en Argel. Despu¨¦s, la simp¨¢tica Canzonetta espa?ola. En una y otra la contralto evidenci¨® su condici¨®n de diamante en bruto. No es el suyo un rossini de cristal, pero s¨ª un rossini en que la condici¨®n inmediata, popular, salvaje y espont¨¢nea lleva a un inevitable estallido de alegr¨ªa. No es ninguna tonter¨ªa. Los oper¨®filos explotaron de entusiasmo y los liederistas segu¨ªan deshojando la margarita de lo at¨ªpico del recital.
A algunos les parec¨ªa que Rossini en el mundo de Schumann y Richard Strauss es como un pulpo en una cacharrer¨ªa o como un ping¨¹ino en un ascensor. Hay opiniones para todos los gustos. En cualquier caso, lo que qued¨® de manifiesto es que el vendaval reci¨¦n llegado de Polonia descarg¨® sobre Madrid una tormenta de ilusi¨®n, un aire de fiesta, un homenaje a la abstracci¨®n l¨²dica, unas gotas de intimismo, una fuerza vocal arrolladora y una muestra del cada vez m¨¢s escaso timbre de contralto. Es un vendaval verdaderamente oportuno. Y gratificante, muy gratificante.
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