El milagro semanal de un suplemento literario
La legendaria publicaci¨®n londinense 'The Times Literary Supplement' celebra hoy su centenario
En 1919, cuando el joven poeta norteamericano T. S. Eliot se vio en la necesidad de tranquilizar a su madre sobre su carrera literaria en Londres, le escribi¨® cont¨¢ndole que hab¨ªa comenzado a colaborar en The Times Literary Supplement, 'el m¨¢s alto honor posible en el ¨¢mbito cr¨ªtico de la literatura'.
Hoy d¨ªa , al publicar el n¨²mero conmemorativo de su centenario, el Times Literary Supplement (m¨¢s conocido por las siglas TLS) puede seguir jact¨¢ndose de despertar el mismo entusiasmo tanto en Londres como en los m¨¢s lejanos rincones del planeta, pues vende dos tercios de su circulaci¨®n de 36.000 ejemplares fuera del Reino Unido.
El suplemento, que en realidad se publica independientemente del The Times, ha organizado los festejos como se debe. Su historia es el tema de un libro de 600 p¨¢ginas publicado recientemente (Critical Times, de Derwent May) y su sitio en la Red ha puesto sus vastos archivos a disposici¨®n de sus suscriptores. La National Portrait Gallery se uni¨® a los homenajes con una exposici¨®n de fotos y pinturas de sus m¨¢s destacados colaboradores.
El director del TLS, Ferdinand Mount, pone ¨¦nfasis en la 'ecl¨¦ctica hospitalidad' de la publicaci¨®n, que en sus manos ha ampliado sus ambiciones. Adem¨¢s del ¨¢mbito editorial -no s¨®lo literario, sino de las humanidades y ciencias en general-, el TLS cubre ahora artes y espect¨¢culos con la misma autoridad de siempre. El objetivo de Mount de 'convertir al TLS en un foro de debate de los grandes temas de nuestro tiempo' tambi¨¦n ha sido logrado en los 10 a?os bajo su direcci¨®n.
La modesta redacci¨®n del TLS, integrada por un par de decenas de redactores, contrasta con la importancia mundial de la publicaci¨®n. El m¨¦todo de trabajo es de la m¨¢s rancia tradici¨®n inglesa: las responsabilidades son t¨¢citas y difusas. En ese sentido, puede decirse que el TLS ha cambiado poco en 100 a?os. Su creaci¨®n en 1902 se debi¨® a un accidente, cuando la secci¨®n de libros del diario The Times fue desplazada por una cr¨®nica parlamentaria excesivamente voluminosa y fue reemplazada por un suplemento separado. Pasada la emergencia, los responsables siguieron publicando el suplemento calladamente... hasta hoy.
La misma informalidad casi determina su desaparici¨®n 20 a?os despu¨¦s. En marzo de 1922, uno de los m¨¢s exc¨¦ntricos propietarios de The Times, el picaresco lord Northcliffe, orden¨® en uno de sus momentos de locura, entonces frecuentes, que cesara la publicaci¨®n del suplemento. El director sigui¨® public¨¢ndolo sin chistar hasta que con la muerte de Northcliffe, en agosto del mismo a?o, la amenaza fue conjurada.
A pesar de algunos altibajos, normales a largo plazo, el TLS ha conseguido mantener el m¨¢s alto nivel intelectual a trav¨¦s de diez d¨¦cadas. Esta admirable continuidad puede ser verificada en un art¨ªculo de 1919 del angl¨®filo Valery Larbaud publicado en la Nouvelle Revue Fran?aise. El creador de Barnabooth enumera con creciente admiraci¨®n el contenido t¨ªpico de un n¨²mero del TLS de la ¨¦poca: un extenso ensayo sobre un escritor o tema literario importante, seguido de ensayos-rese?as sobre libros reci¨¦n publicados, en ingl¨¦s y otras lenguas; notas cr¨ªticas; amplia correspondencia sobre temas culturales o eruditos, y una bibliograf¨ªa exhaustiva de los libros publicados esa semana. Cien a?os y un imperio despu¨¦s la descripci¨®n sigue siendo v¨¢lida, aunque mejorada.
Como tantas instituciones inglesas, el TLS le debe mucho a la estabilidad y la continuidad. S¨ªmbolo de ella fue su primer gran director, Bruce Richmond, responsable de 1903 a 1937, bajo cuya batuta se pod¨ªa ver un curioso espect¨¢culo: en las mismas p¨¢ginas se publicaban, merecidamente destacados, los famosos ensayos de T. S. Eliot y violentos ataques a sus poemas y a toda la escuela modernista. El gran descubrimiento de Richmond fue la vocaci¨®n ensay¨ªstica de la joven, y entonces poco conocida, se?orita A. V. Stephen, que se har¨ªa famosa con su nombre de casada, Virginia Woolf. Se debe a Richmond tambi¨¦n el sabio criterio del TLS, a¨²n vigente, de tener en cuenta tanto libros de alta cultura como libros de sal¨®n.
Igualmente efectiva fue la gesti¨®n de Stanley Morison (1945-1948), que consigui¨® resucitar la publicaci¨®n despu¨¦s de la guerra, aunque Morison debe su gloria duradera a la creaci¨®n tipogr¨¢fica (dise?¨® el ubicuo tipo Times Roman). S¨®lo dos de sus sucesores fueron hombres de letras, Alan Pryce-Jones (1948-1959), famoso por sus ausencias, y John Gross (1973-1982), autor de un libro cl¨¢sico sobre los hombres de letras victorianos.
En 1974, Gross anunci¨® una de las decisiones m¨¢s importantes de la historia del TLS, la de abolir el anonimato de los art¨ªculos. La idea provoc¨® una tormentosa pol¨¦mica. T. S. Eliot defendi¨® el anonimato, alegando que coh¨ªbe los peores instintos primitivos al mismo tiempo que confiere dignidad institucional a los juicios emitidos. Por lo dem¨¢s, las cr¨ªticas an¨®nimas nunca fueron objeto de esc¨¢ndalos a pesar del limitado c¨ªrculo de colaboradores fijos. Al final, sin embargo, prevaleci¨® la iniciativa de Gross. Hoy en d¨ªa, s¨®lo The Economist -una de las pocas revistas victorianas a¨²n en circulaci¨®n- publica rese?as an¨®nimas.
El actual director, Ferdinand Mount, es sin duda el m¨¢s distinguido escritor que ha encabezado la publicaci¨®n. La media docena de novelas que ha publicado -galardonadas con algunos de los principales premios literarios brit¨¢nicos- son de lo m¨¢s refinado de la actual ficci¨®n inglesa. Su carrera period¨ªstica y ensay¨ªstica ha sido igualmente notable, como columnista pol¨ªtico de los principales diarios y como historiador constitucional.
Cuando se mencion¨® el nombre de Mount para la direcci¨®n del TLS en 1991, los comentaristas dudaban que aceptase, pues su trayectoria lo hac¨ªa candidato seguro a la direcci¨®n general de un diario de circulaci¨®n nacional. El hecho de que este antiguo consejero de Margaret Thatcher (que se describe como un conservador liberal) haya preferido al poder y la gloria las discretas satisfacciones de la rep¨²blica de las letras da la medida del calibre de hombres que el TLS ha sabido atraer a lo largo de un siglo.
La presencia hisp¨¢nica
El sistem¨¢tico cosmopolitismo del TLS es relativamente reciente. El deslumbrante ¨ªndice registrado por Valery Larbaud en la segunda d¨¦cada de la publicaci¨®n reflejaba los intereses imperiales brit¨¢nicos de la ¨¦poca, y los libros extranjeros que atra¨ªan la atenci¨®n de sus redactores y colaboradores eran sobre todo franceses y alemanes. La presencia espa?ola es radicalmente m¨¢s escasa, aunque figuras como Unamuno (desde Por tierras de Portugal y Espa?a, en 1911, hasta De Fuenteventura a Par¨ªs, 1928) y Valle-Incl¨¢n son rese?ados con cierta regularidad, as¨ª como, espor¨¢dicamente, Juan Ram¨®n Jim¨¦nez y Ram¨®n P¨¦rez de Ayala. Los principales colaboradores en el terreno de las letras hisp¨¢nicas son el historiador literario Fitzmaurice-Kelly y Salvador de Madariaga. La literatura latinoamericana comienza a llamar la atenci¨®n a partir de la d¨¦cada de los ochenta. Pero es t¨ªpico, por ejemplo, que la primera menci¨®n de Cien a?os de soledad, de Gabriel Garc¨ªa M¨¢rquez, s¨®lo ocurra en una rese?a de El amor en tiempos del c¨®lera en traducci¨®n inglesa (1988). La situaci¨®n ha mejorado desde que, hace diez meses, se nombr¨® a Rupert Short como encargado de letras espa?olas y latinoamericanas. Con su llegada, el ¨¦nfasis de que gozaban otras disciplinas, especialmente la historia, ha dado lugar a una mejor cobertura de la ficci¨®n y poes¨ªa en espa?ol. Sin embargo, Short se queja de las dificultades en obtener ejemplares para rese?a de las editoriales espa?olas. El objetivo del TLS, seg¨²n Short, es ahora dedicar unas cuatro p¨¢ginas al a?o a lo m¨¢s destacado de la producci¨®n literaria en castellano y catal¨¢n, sin descuidar el gallego y el euskera. Entre los m¨¢s destacados colaboradores recientes est¨¢ el argentino-norteamericano Alberto Manguel, autor de Una historia de la lectura. Y en las consultas de fin de a?o sobre los libros m¨¢s importantes publicados en las principales lenguas figuran escritores como Juan Goytisolo y Javier Mar¨ªas. En el n¨²mero del centenario, publicado hoy, figura un ensayo sobre La forja de un rebelde, de Arturo Barea, escrito por el hispanista Raymond Carr, colaborador frecuente del TLS.
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