Desnudos
Lo que en el principio fueron las m¨ªticas dobles versiones del cine espa?ol, es decir, aquellas pel¨ªculas que, para el consumo externo, inclu¨ªan desnudos de las recatadas actrices espa?olas y para el interno se quedaban, todo lo m¨¢s, en insinuaciones y veladuras, hoy parecen enso?aciones er¨®ticas de mentes recalentadas por la nostalgia del pecado. El cambio ante la exhibici¨®n de cuerpo femenino nacional ha sido tan radical que donde antes las actrices declaraban a la prensa, con una artera mezcla de morbo y dignidad, que 's¨®lo se desnudaban si lo exig¨ªa el gui¨®n' ahora declaran con toda normalidad que hubo ocasiones en que acud¨ªan directamente al rodaje sin bragas porque, total, eso que llevaban ganado para el rodaje del d¨ªa. Por otra parte, es un contraste muy propio de un pa¨ªs donde existe ese dicho de 'o corte o cortijo'.
Nada m¨¢s lejos de mi ¨¢nimo que el esc¨¢ndalo. Pertenezco m¨¢s o menos generacionalmente a lo que Juan Garc¨ªa Hortelano denomin¨® la 'escuela de la mirada', que era una alusi¨®n al voyeurismo con una coartada literaria, porque entonces estaban de moda la Sarraute, Michel Butor y Marguerite Duras; as¨ª que no ser¨¦ yo quien se escandalice por el reiterativo desnudismo del cine espa?ol actual ni quien aparte los ojos de la pantalla; pero es verdad que hoy d¨ªa uno tiene la sensaci¨®n de que ning¨²n productor acepta un filme que no contenga un buen pu?ado de escenas de desnudo. Incluso hay directores cuya fama se fundamenta en lo que se celebra cr¨ªticamente como audacia, concepto que quiere decir, hablando en plata, que sus pel¨ªculas poseen un plus de procacidad.
As¨ª que cualquier actriz -y tambi¨¦n los actores, porque ya, de perdidos, al r¨ªo- o aspirante a actriz ya sabe lo que se espera de ella. Recuerdo un reportaje en el que se contaba que en un casting se acept¨® a una incipiente actriz en la pel¨ªcula de uno de estos audaces, alguien a quien llamaremos X, y cuando ella fue a contarle a su madre que hab¨ªa conseguido su papelito, la madre le dijo: '?Con X? Nena: ?y tienes que ense?ar el conejo?'.
Yo no me pregunto por el exceso, me pregunto por la necesidad. Y esta pregunta tiene que ver con el arte del cine. Siempre he cre¨ªdo que, a la hora de valorar una obra de creaci¨®n, su excelencia est¨¢ en relaci¨®n directa con la necesidad de pertenecer a ella de cada uno de los elementos que la componen. Es decir, que, si el personaje es un alcoh¨®lico, eso ha de ser imprescindible para satisfacer de la mejor manera el curso del drama, pero tambi¨¦n que, si ha de llevar calcetines verdes, ¨¦stos tengan que ser verdes y no de ning¨²n otro color. La excelencia de una obra est¨¢, idealmente, en que todos y cada uno de los detalles que la componen sean inexcusables. Una vez, una amiga y lectora excepcional, Felisa Ramos, me ret¨® a que encontrase una sola escena mal resuelta o innecesaria en Madame Bovary. Tras una de las lecturas m¨¢s atentas que he hecho en mi vida, le confes¨¦ que s¨®lo ten¨ªa dudas sobre el modo en que resolv¨ªa aquella en que Emma Bovary acude a la casa del notario a suplicarle, y, aun as¨ª, no me refer¨ªa a la necesidad de su sentido dentro del relato, que era evidente, sino a la elecci¨®n de la escena. Pero es que Madame Bovary es una novela pr¨¢cticamente perfecta.
Sin llegar a tales rigores, pues tampoco es cosa de ponerse borde, quiz¨¢ deber¨ªamos preguntarnos cu¨¢ntas de las escenas de desnudo del cine espa?ol son necesarias por algo m¨¢s que como reclamo comercial. Contra lo que pueda parecer, hay que tener un gran talento para sacar al desnudo de su contexto privado y trasplantarlo a la contemplaci¨®n p¨²blica sin que pierda su encanto, su privacidad y su dramatismo personales. Por eso me divierte esa hipocres¨ªa de justificar con la exigencia de un gui¨®n el burdo e insistente reclamo nudista del cine espa?ol. Porque, vamos a ver: ?no les parece a ustedes que las ¨²nicas pel¨ªculas cuyo gui¨®n exige inexcusablemente el desnudo deber¨ªan ser las pornogr¨¢ficas?
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