En busca de la ciudad perdida
La autora explica c¨®mo se pierden oportunidades de mejorar la estructura general urbana de las ciudades cuando se recalifican suelos c¨¦ntricos ocupados por infraestructuras viejas o actividades insalubres
Toda la intriga de la novela de P¨¦rez Reverte, La piel del tambor, giraba alrededor de los oscuros intereses de determinados poderes f¨¢cticos locales sevillanos para la demolici¨®n de una iglesia en su casco hist¨®rico y su posterior clasificaci¨®n como suelo urbanizable. Como se trata de una novela, ganan los buenos y la iglesia, finalmente, no se demuele.
No se le puede pedir al novelista que supiera, al escribir su novela, que no se trataba t¨¦cnicamente de clasificar un suelo como urbanizable, sino de cambiar de uso un suelo urbano: de equipamiento religioso (una iglesia) a un suelo residencial (pisos). Pero lo que s¨ª ha captado perfectamente es el af¨¢n por lo que en el argot cuasi popular es conocido como 'reclasificacion', t¨¦rmino inexistente en la terminolog¨ªa urban¨ªstica, pero que sin duda refleja bien el contenido de la operaci¨®n: Un cambio de uso del suelo urbano; de un uso p¨²blico a un uso privado; de un uso no lucrativo a un uso lucrativo.
'Los resultados econ¨®micos de un club deportivo se anteponen a los generales'
'Se hace necesario fortalecer el inter¨¦s p¨²blico en las decisiones urban¨ªsticas'
Porque una din¨¢mica que con excesiva frecuencia se est¨¢ dando en nuestras ciudades es la sustituci¨®n, en las ¨¢reas centrales o m¨¢s consolidadas de la ciudad, de los usos menos rentables, en t¨¦rminos econ¨®micos, por otros m¨¢s rentables, con perjuicio para la estructura general urbana, su cohesi¨®n social y la calidad de vida del conjunto de la ciudadan¨ªa.
En parte, este fen¨®meno ha venido propiciado por la sustituci¨®n de obsoletos establecimientos fabriles, cuyas instalaciones sencillamente se cierran o se trasladan a pol¨ªgonos industriales exteriores. La venta de los suelos (y posterior modificaci¨®n de usos) constituye uno de los cap¨ªtulos m¨¢s importantes de la actuaci¨®n; pero, al mismo tiempo, mediante esta operaci¨®n se consigue la erradicaci¨®n de actividades insalubres o molestas de las ¨¢reas centrales de la ciudad, la eliminaci¨®n de un tr¨¢fico pesado vinculado a estas actividades industriales y la nueva ordenaci¨®n constituye la oportunidad para el reequipamiento de algunos barrios. En tales casos, en ese siempre dif¨ªcil juego entre inter¨¦s p¨²blico y privado que suponen las decisiones en pol¨ªtica urbana, se consigue un buen equilibrio.
Sin embargo, en la medida en que ese equilibrio se rompe netamente a favor de los intereses privados, cuando han ido imponi¨¦ndose exclusivamente las ventajas de la operaci¨®n inmobiliaria, es cuando se hace preciso hacer una llamada de atenci¨®n y una parada de reflexi¨®n sobre tales din¨¢micas, con la voluntad de reconducir las decisiones de los responsables p¨²blicos.
La reubicaci¨®n de los campos de f¨²tbol constituye un cap¨ªtulo aparte, por su singularidad, las pasiones que despierta y la demagogia con la que se act¨²a en ocasiones. Ejemplos tenemos a lo largo de toda la geograf¨ªa espa?ola, desde Catalu?a a Madrid o Andaluc¨ªa y, en aras de, al parecer, una afici¨®n que pueda confundir la defensa de los colores de su equipo en las urnas pol¨ªticas, se est¨¢n tomando decisiones en claro perjuicio a los intereses ciudadanos en el m¨¢s estricto sentido de la expresi¨®n. Los resultados econ¨®micos de unas organizaciones deportivas se anteponen al inter¨¦s general de la ciudad, situaci¨®n que quiz¨¢ s¨®lo la inmensa mayor¨ªa de los que no apreciamos la existencia de inter¨¦s general en el deporte nacional advertimos. Con todo, a pesar de su singularidad y de su repercusi¨®n medi¨¢tica, no dejan de ser casos muy localizados y contados en el tejido urbano.
Pero por su creciente generalizaci¨®n y, como consecuencia de ello, por el impacto y repercusiones que terminan teniendo en la organizaci¨®n y dotaci¨®n de nuestras ciudades, se hace necesario establecer un debate sobre una pr¨¢ctica cada vez m¨¢s extendidas entre distintas administraciones y agentes p¨²blicos, que ven sobre todo como activos inmobiliarios su disponibilidad de significativas extensiones de suelos en posiciones centrales en la ciudad y, con la justificaci¨®n tambi¨¦n de compensar sus presupuestos, proponen a la ciudad un cambio del uso urban¨ªstico de considerable rentabilidad econ¨®mica para el propietario de los suelos y de dudosa rentabilidad para el conjunto de la ciudad. Y esta situaci¨®n se produce tanto en los casos de instalaciones militares, como infraestructuras ferroviarias, puertos, hospitales, c¨¢rceles o cementerios (sin que la lista haya sido agotada).
La casu¨ªstica puede ser diversa. En algunos casos, el propio crecimiento y articulaci¨®n de la ciudad aconseja o hace necesaria la eliminaci¨®n de algunos de estos usos o infraestructuras: el caso m¨¢s claro es el del trazado decimon¨®nico de las l¨ªneas ferroviarias. Es frecuente, entonces, que la Administraci¨®n responsable de la actividad acepte la erradicaci¨®n del uso, lo que supone que ha de realizarse una fuerte inversi¨®n para deprimir las l¨ªneas ferroviarias, pero con coste cero; es decir, que los aprovechamientos urban¨ªsticos de los terrenos que se liberan cubran el coste de la operaci¨®n. Como puede f¨¢cilmente deducirse, ello supone que en la operaci¨®n urban¨ªstica resultante se opte por un modelo de ocupaci¨®n de densidades altas y de una mayor proporci¨®n de usos privados y lucrativos frente a los p¨²blicos y al servicio del conjunto de la ciudadan¨ªa. Con todo, en tales casos, a¨²n podr¨ªa argumentarse que la ciudad en conjunto gana, porque se libera del dogal que le atenazaba, porque se facilita las relaciones entre la ciudad hist¨®rica y las ¨¢reas de crecimiento reciente y porque se recuperan algunos sectores adyacentes que hab¨ªan ca¨ªdo en la marginalidad; pero no deja de ser una ocasi¨®n perdida para mejorar la dotaci¨®n de mayores zonas verdes y equipamientos p¨²blicos en ese sector urbano.
A partir de tales ejemplos y pr¨¢cticas, se viene generalizando la operaci¨®n inmobiliaria como principal objetivo en la reubicaci¨®n de obsoletos equipamientos e infraestructuras. De forma que, trozo a trozo urbano, se van perdiendo oportunidades excepcionales, bien para reequipar, bien para esponjar sectores urbanos que, como resultado de su desarrollo pre-urban¨ªstico o pre-democr¨¢tico, se encuentran mal dotados, mal equipados o carecen de las necesarias zonas verdes y espacios de convivencia ciudadana.
Y ¨¦ste es un fen¨®meno muy reciente. Podr¨ªamos acudir al siglo XIX cuando la desamortizaci¨®n de los bienes eclesi¨¢sticos constituy¨® la oportunidad de dotar a nuestros cascos hist¨®ricos de plazas y nuevos espacios p¨²blicos (es el caso de la plaza Mina en C¨¢diz), y aun en la segunda mitad del XX. (?Qu¨¦ hubiera sido de la ciudad de Sevilla y de su Universidad si en la F¨¢brica de Tabacos se levantara hoy un conjunto residencial, por ejemplo? Y cada lector puede pensar en un caso similar en su ciudad).
Sin duda, la ciudad es un organismo vivo, que exige de su renovaci¨®n permanente; pero ni las decisiones sobre su renovaci¨®n deben tomarse trozo a trozo, ni puede primar en las mismas la rentabilidad econ¨®mica e inmobiliaria de la operaci¨®n. Se hace necesario pensar globalmente la ciudad, sus demandas y funciones; se hace necesario superar la ¨®ptica que tiende a ver la ciudad como si se tratara exclusivamente de un producto inmobiliario; se hace necesario, en suma, fortalecer el inter¨¦s p¨²blico en las decisiones urban¨ªsticas. Y ello exige que en este compromiso se impliquen no s¨®lo las administraciones directamente responsables del dise?o de la ciudad, sino tambi¨¦n las restantes administraciones con patrimonio p¨²blico de suelo, de forma que se considere como un objetivo pol¨ªtico el uso p¨²blico de los patrimonios p¨²blicos.
Josefina Cruz Villal¨®n es directora general de Ordenaci¨®n del Territorio y Urbanismo de la Junta de Andaluc¨ªa.
Tu suscripci¨®n se est¨¢ usando en otro dispositivo
?Quieres a?adir otro usuario a tu suscripci¨®n?
Si contin¨²as leyendo en este dispositivo, no se podr¨¢ leer en el otro.
FlechaTu suscripci¨®n se est¨¢ usando en otro dispositivo y solo puedes acceder a EL PA?S desde un dispositivo a la vez.
Si quieres compartir tu cuenta, cambia tu suscripci¨®n a la modalidad Premium, as¨ª podr¨¢s a?adir otro usuario. Cada uno acceder¨¢ con su propia cuenta de email, lo que os permitir¨¢ personalizar vuestra experiencia en EL PA?S.
En el caso de no saber qui¨¦n est¨¢ usando tu cuenta, te recomendamos cambiar tu contrase?a aqu¨ª.
Si decides continuar compartiendo tu cuenta, este mensaje se mostrar¨¢ en tu dispositivo y en el de la otra persona que est¨¢ usando tu cuenta de forma indefinida, afectando a tu experiencia de lectura. Puedes consultar aqu¨ª los t¨¦rminos y condiciones de la suscripci¨®n digital.