Catedr¨¢tico divino

La chica es bonita pero bestia. Ignorante, descuidada, iletrada. Pero se transforma por el 'catedr¨¢tico divino', que dice Lope: el amor. Se vuelve prudente y letrada. No tan inocente era el poeta como para dejar en el aire esta tonter¨ªa: ella misma inventa una explicaci¨®n airosa y viva, y es que como la mujer sabe desde el vientre de su madre que lo que quieren los padres es un var¨®n, comienza a fingir ya: y finge para siempre. Esta boba fingida tiene una hermana sabia, pero con menos dote: tambi¨¦n explica de sobra el comedi¨®grafo que los enamorados prefieren a la tonta con dinero que la lista con poco. La hermana bruta y luego visitada por la divina sabidur¨ªa tiene en escena el suficiente atractivo como para unirlo a los te¨®ricos doblones.

Mil veces vista -y otras tantas obras de tantos L¨®pez acerca de mujeres sabias y mujeres bestias-, lo que ofrece esta direcci¨®n de Helena Pimenta es una nueva brevedad (una hora cincuenta minutos) ganada no s¨®lo con cortes, sino tambi¨¦n con velocidad de movimiento; una caracterizaci¨®n que puede estar en la d¨¦cada de los veinte, como si pronto fuera a llegar la rep¨²blica; un escenario muy simple que es como un burladero de plaza de toros que se mueve cuando conviene para aplicarse al decorado verbal -la descripci¨®n de d¨®nde se est¨¢ seg¨²n dice el verso- y una interpretaci¨®n sencilla con m¨¢s tendencia a lo c¨®mico que a la moderada comedia.

No s¨¦ si son formas superfluas de marcar diferencia con otras versiones o si obedecen a alguna dramaturgia misteriosa; si hac¨ªan falta, si no hac¨ªan ninguna y si tampoco la hac¨ªa representar una vez m¨¢s esta obra. En todo caso, es el lenguaje de Lope de Vega lo que m¨¢s se aprecia, y hasta sus ripios suenan con gracia y agrado. Y me pareci¨®, al d¨ªa siguiente del estreno, que gustaba suficientemente a todos los espectadores que llenaban pr¨¢cticamente el teatro.