La Complutense exhibe los tesoros de un jesuita sabio
Una exposici¨®n de libros de los siglos XVI y XVII cuenta la vida de Athanasius Kircher, pol¨ªgrafo y ge¨®logo alem¨¢n
Athanasius Kircher, una de las personalidades m¨¢s fascinantes de cuantas acu?aron los saberes del postrer Renacimiento europeo, recibe de la Universidad Complutense un homenaje singular. Consiste en el rescate de algunas de las joyas bibliogr¨¢ficas m¨¢s deslumbrantes de la biblioteca universitaria madrile?a, una parte de cuyo coraz¨®n est¨¢ formada por obras escritas y maravillosamente ilustradas por el jesuita alem¨¢n. Su vida a lo largo del siglo XVII fue ejemplo de creatividad y de disciplina cient¨ªficas.
Las mejores obras de Kircher y de tratadistas precursores o contempor¨¢neos suyos, como Fludd, Villalpando, Schneiner, Caus o Schott, se exhiben en la Biblioteca Hist¨®rica Marqu¨¦s de Valdecilla, de la calle de Noviciado, junto a la antigua Universidad de San Bernardo, en una exposici¨®n gratuita, bibliogr¨¢ficamente impecable, abierta hasta el 28 de febrero en horario de nueve de la ma?ana a nueve de la noche, excepto viernes, en que cierra una hora antes. Para muchos, la Biblioteca Complutense, que regenta Javier de Jorge, es la segunda en importancia y calidad de toda Espa?a tras la Nacional del paseo de Recoletos. La figura de Kircher cobra en Madrid, tras esta muestra, la estatura que siempre debi¨® corresponderle y que, hasta ahora, le era hurtada por el olvido.
Kircher naci¨® en la localidad germana de Gesia, cerca de Fulda, en 1602. Hijo de un doctor en Teolog¨ªa, vivi¨® su juventud en un pa¨ªs ensangrentado por la Guerra de los Treinta A?os. Huyendo de ella, cruz¨® Alemania de punta a cabo. Comenz¨® sus estudios henchido de un inter¨¦s extraordinario por convertir en objeto de conocimiento todo cuanto cayera frente a sus ojos. Precisamente, un grabado de Jacobus Albanus Gibbehim, retratista suyo, nos los muestra vivos, claros y de penetrante e iluminada mirada.
Se hizo cl¨¦rigo. Nombrado sucesor de Juan Kepler como matem¨¢tico de la corte de los monarcas de la Casa imperial de Habsburgo, en Viena, Kircher desde?¨® tal distinci¨®n porque en su ruta hacia la capital del Danubio se desvi¨® a Roma. Enamorado de la ciudad del T¨ªber, all¨ª ech¨® ra¨ªces. En Roma morir¨ªa tras una vida dedicada al estudio de los saberes herm¨¦ticos y cient¨ªficos. Lleg¨® a hablar hasta once idiomas.
Athanasius Kircher hab¨ªa tomado una decisi¨®n crucial en su vida: ingresar en 1628 en la Compa?¨ªa de Jes¨²s, fundada en 1540 por ??igo de Loyola. Las dos caracter¨ªsticas principales del jesuitismo, la jerarqu¨ªa y la ense?anza, manifiestas en las Constituciones y en Ratio Studiorum, respectivamente, prendieron en ¨¦l de enraizada manera. Tanta, que consagr¨® su vida a la fe y a la exploraci¨®n de asuntos tan retadores como el estudio de la egiptolog¨ªa, a la saz¨®n naciente, con una destreza en la descripci¨®n jerogl¨ªfica inalcanzada hasta entonces, y en la antropolog¨ªa de la lejana China, apenas hollada por algunos aventureros y visitada, en su litoral, por misioneros jesuitas.
Los libros sobre China y Egipto de Kircher, por ¨¦l mismo magn¨ªficamente ilustrados con dibujos repletos de informaci¨®n, expresan la delicadeza de su formaci¨®n human¨ªstica y su sensibilidad. Pero, adem¨¢s, filtran un sedimento de racionalidad renacentista que supera la escol¨¢stica medieval, cuya inercial rigidez s¨®lo la metodolog¨ªa de Kircher fue capaz de trascender. Lo consigui¨® tras estudiar de profund¨ªsima manera la Biblia y el Nuevo Testamento, as¨ª como las C¨¢balas caldea y hebrea, m¨¢s los libros sagrados hasta entonces conocidos, am¨¦n de tratados de las ciencias conocidas.
Los grabados explicativos de Athanasius Kircher, considerado como un excelso didacta, se ven siempre signados por una esquem¨¢tica tomada de los ¨¢rboles sefir¨®ticos. Son esos grandes dibujos de origen cabal¨ªstico, con ejes troncales sesgados por la simetr¨ªa, con una rica combinatoria de c¨ªrculos o cartelas cuyas intersecciones serv¨ªan para expresar mixturas y relaciones complejas de elementos plurales, desde cualidades hasta nombres del individuo, virtudes, caracteres o signos zodiacales. En la Edad Media, el genio de Raimon Llull los emple¨® sobremanera. La exposici¨®n madrile?a exhibe, por cierto, una edici¨®n del Ars magna del asceta mallorqu¨ªn, por cuyo contenido el jesuita alem¨¢n se gui¨® en busca de la llamada 'prisca sapientia': una suerte de saber arcaico, id¨¦ntico sustrato de todos los saberes, en cuya indagaci¨®n consumi¨® buena parte de su f¨¦rtil vida. Su libro Mundus subterraneus puede ser considerado como el primer tratado sistem¨¢tico de la Geolog¨ªa, que ¨¦l pudo experimentar bajo una erupci¨®n del Etna, en 1637, ilustrada con l¨¢minas y grabados conmovedores por su fidelidad y su exquisita finura. Sus allegados aseguraron que Kircher se hab¨ªa jugado la vida por su aproximaci¨®n a los torrentes de lava que del rebramante monte siciliano desbocadamente descend¨ªan. Salvo la personalidad de Leonardo da Vinci, el Renacimiento dio muy pocas figuras dotadas de la capacidad de expresar por escrito y mediante ilustraciones un inter¨¦s tan extraordinario por lo existente, como el que mostr¨® Kierche a lo largo de su vida.
En m¨¢s de cuarenta libros, dio testimonio de la pluralidad de sus afanes, que le llevaron a indagar sobre las grandes preguntas planteadas por la Numerolog¨ªa, las Matem¨¢ticas, la ?ptica, la Astronom¨ªa, el Magnetismo, la M¨²sica -fue considerado como precursor de la musicoterapia - o la Geometr¨ªa, con tratados ensalzados por pensadores como Leibnitz.
La naturaleza de la luz fue, quiz¨¢, el desaf¨ªo que Kircher asumi¨® con mayor celo. Su tratado Ars magna lucis et umbrae aborda la imbricaci¨®n de la luz y el color y estudia los espejos ustorios, armas temibles capaces de quemar el velamen de las naves enemigas.
Fue autor de un proyecto de linterna m¨¢gica. Algunos creyeron la c¨¢mara oscura precursora del cinemat¨®grafo. Intent¨® responder a la supuesta conexi¨®n de todas las lenguas en un lenguaje universal ¨²nico, quiz¨¢ influenciado por la Torre de Babel, cuyo enigma captur¨® su esp¨ªritu, presente en la exposici¨®n complutense.
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