Hermana Argentina
Est¨¢ uno aguant¨¢ndose las ganas de llorar por Argentina en este rinc¨®n del peri¨®dico y, la verdad, no s¨¦ por qu¨¦, por pudor, supongo, pues al carajo el pudor, est¨¢ uno administr¨¢ndose, semana tras semana, el lenitivo del e-mail para gemir en cibern¨¦tico con los amigos de all¨¢ y resulta que no sirve para nada, echando ya de menos el papel, donde al menos podr¨ªa correrse la tinta, y en su lugar est¨¢ uno enviando espasmos electr¨®nicos que cruzan el oc¨¦ano con la arritmia del desasosiego, el dolor impotente, la rabia contenida, mol¨¦culas desagregadas de dolor, y lo peor es que est¨¢ uno ya temiendo que de un momento a otro se funda hasta ese correo vertiginoso o que los de all¨ª ya no puedan pagarlo y se quede uno a oscuras total, sin haber dejado huella en el alma verdadera de las cosas, en el brillo de una l¨¢grima, el hombro de un amigo.
Est¨¢ uno estos d¨ªas repasando fotos, como por si acaso, afilando recuerdos de Buenos Aires, la capital de un imperio que no existe, ya lo dijo Malraux, como si temiera ya uno nunca m¨¢s volver, sencillamente no por nada, sino porque el Par¨ªs o la Barcelona australes hayan dejado de existir y all¨¢ donde Europa se desdobl¨® fue sencillamente un espejismo, geograf¨ªa pura del deseo, y fue mentira que un d¨ªa, en la Casa de Andaluc¨ªa de Rosario, las muchachas zapateaban flamenco, un flamenco ya un poco desmayado, pero no muy distinto del de cualquier academia de barrio de Sevilla, de M¨¢laga, y que all¨ª brindamos con aguardiente de Rute y mantecados de Estepa la Navidad imposible del verano argentino, que nuestra firma no tembl¨®, tan al lado de la de Federico como la pusieron, en la Casa de Espa?a, y que libros andaluces no hab¨ªa all¨ª, Alberti con los hermanos ?lvarez Quintero, Mu?oz Molina junto a Antonio Gala, maravilloso revoltijo intelectual, perfectamente alineados, sin embargo, en la memoria del coraz¨®n, que no hubo un festival de cuentacuentos donde se dieron cita los mejores de Cuba, de Uruguay, de Brasil, de Espa?a..., que lo de mis buenas amigas Liliana Cinetto, Ana Padovani, Marta Lorente, Maryta Berenguer... es puro cuento.
Y como que all¨ª todo es inmenso y quebradizo, recojamos al azar algunas de las botellas con mensajes que nos llegan por oleadas de Internet, antes de que se rompan de tanto entrechocar unas contra otras, o corten el suministro algunas de nuestras avispadas empresas. 'Nos dejamos llevar por Lola Flores, Brassens, Paul ?luard, o Pavarotti. Hicimos nuestros los estribillos de la Guerra Civil Espa?ola. Amamos andaluzas o romanas. Y ellas nos amaron. Hemos sido expulsados de aquel poema vuestro, la Declaraci¨®n de Derechos Humanos. Somos el desecho del neoliberalismo. No nos olviden. Semejante olvido da?ar¨ªa nuestras almas, y es necesario que queden hermanos vivos que defiendan la justicia en el mundo que sigue' (Guillermo Silva, poeta). 'Un pa¨ªs donde el bien ya no es com¨²n ni el sentido tampoco... los ciudadanos honestos tambi¨¦n pierden la paciencia... es lo que le pasa a un pueblo cuando cree que lo que pasa en la televisi¨®n es m¨¢s importante que la realidad'. (Leonardo Habercorn, desde Uruguay). O 'ya no tenemos fuerza ni para tener esperanzas', Liliana, por favor, no digas eso, hermana m¨ªa.
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