Por la izquierda
?Y la izquierda? ?Tiene raz¨®n de ser despu¨¦s de sus terribles fracasos, oportunismos, traiciones, pasividades, a lo largo del siglo XX? Quiero recordar aqu¨ª, porque en ello creo, sus victorias tambi¨¦n, en su lucha contra los fascismos, en Europa, en los EE UU, en Latinoam¨¦rica. Pero tambi¨¦n en su combate contra las dictaduras de izquierda. Ejemplarmente descrito por el novelista h¨²ngaro Giorgy Konrad en su libro Antipol¨ªtica.
?Y hoy? Cay¨® el muro de Berl¨ªn. Se derrumb¨® la Uni¨®n Sovi¨¦tica. Lo que no se derrumb¨® fue la injusticia social. Lo que no cay¨® fue la explotaci¨®n del hombre por el hombre.
Han concluido, con el siglo y el milenio, dos teor¨ªas reductivistas de la econom¨ªa y la sociedad. El llamado 'socialismo real', que no era ni socialismo ni real, sino la fachada totalitaria y dogm¨¢tica de una econom¨ªa sin libertad ni eficiencia, muri¨® al caer el muro de Berl¨ªn en 1989. En su lugar, otro dogma, el de la libertad irrestricta del mercado, fue puesto en pr¨¢ctica por los gobiernos de Ronald Reagan en los EE UU y Margaret Thatcher en la Gran Breta?a. Supuestamente abandonadas a la mano divina del mercado, las fuerzas econ¨®micas, concentradas en la c¨²spide, poco a poco (trickle down) ir¨ªan goteando sus beneficios hacia las mayor¨ªas. Tampoco sucedi¨® as¨ª. La concentraci¨®n en la cima se qued¨® en la cima y, como oportunamente -como siempre- lo indic¨® John Kenneth Galbraith, la ausencia del Estado se convert¨ªa en una brutal presencia del Estado apenas se trataba de aumentar los gastos militares o salvar a bancos defraudadores o quebrados. Al cabo, la derecha poscomunista aument¨® las distancias entre ricos y pobres, desprotegi¨® a ¨¦stos, concentr¨® la riqueza y consagr¨® la filosof¨ªa neodarwinista expresada por Reagan: el que es pobre es porque es holgaz¨¢n.
La gobernanza de los movimientos de centro-izquierda en pa¨ªses europeos durante la d¨¦cada final del siglo XX representa, ciertamente, una reacci¨®n contra ambos dogmatismos. Pero tr¨¢tese de Tony Blair en Inglaterra, Lionel Jospin en Francia, Gerhard Schr?der en Alemania, Massimo d'Alema en Italia, el socialismo escandinavo o el modelo polder (bienestar y empleo) holand¨¦s, todos han vivido una realidad inescapable que es la de la globalizaci¨®n econ¨®mica y -a diferencia de la derecha thatcheriana y reaganista- deploran, no el hecho de la globalizaci¨®n, sino el hecho de una globalizaci¨®n sin ley, abandonada a su capricho especulativo y superior a toda normatividad nacional o internacional.
Si algo une a la nueva izquierda europea es su decisi¨®n de sujetar la globalizaci¨®n a la ley y la pol¨ªtica. El 'darwinismo global' s¨®lo genera inestabilidad, crisis financiera y desigualdades crecientes. La misi¨®n de la nueva izquierda es controlar la globalizaci¨®n y regular democr¨¢ticamente los conflictos que de ella se derivan. Ello no significa que la izquierda tema a la globalizaci¨®n. Al contrario, ve en los procesos de mundializaci¨®n un nuevo territorio hist¨®rico en el cual actuar.
La globalizaci¨®n le permite a la izquierda llamar la atenci¨®n sobre la distancia creciente entre espacio econ¨®mico y control pol¨ªtico. Existe, en otras palabras, una econom¨ªa veloz y una adaptaci¨®n pol¨ªtica lenta. En estas circunstancias, el control democr¨¢tico se vuelve dif¨ªcil, pero ello mismo obliga a la izquierda a combatir las distorsiones del mercado en la distribuci¨®n de recursos, a equilibrar el mercado con medidas de solidaridad social, defensa del medio ambiente, creaci¨®n de bienes p¨²blicos y prioridad a la pol¨ªtica como instrumento de decisi¨®n racional. ?sta ha sido la virtud de las manifestaciones de Seattle, Praga y G¨¦nova.
La globalizaci¨®n da enorme influencia a los agentes no pol¨ªticos y despoja de poder a los poderes electos a favor de los no electos. El peligro no es ya el 'ogro filantr¨®pico', el Estado devorador criticado por Octavio Paz, sino el 'ogro desatado', el Mercado sacralizado cuando, en palabras de Milos Forman, 'salimos del zool¨®gico y entramos a la selva'. Que el mercado y la pol¨ªtica se apoyen mutuamente. Tal es el desider¨¢tum de la nueva izquierda. 'Vivimos en una econom¨ªa de mercado, pero no en una sociedad de mercado'. Esta consigna de Jospin es central a la filosof¨ªa de la nueva izquierda. Pero precisamente porque han surgido nuevas desigualdades al lado de las antiguas, la izquierda reafirma el valor de la igualdad y, lejos de temerle a la globalizaci¨®n, ha de ver en ella un nuevo territorio hist¨®rico en el cual actuar. Norberto Bobbio no ha dejado de insistir en la centralidad del tema igualitario para definir las pol¨ªticas de izquierda como valores iguales y oportunidades iguales para cada individuo. La globalizaci¨®n, lejos de arrumbar el concepto de la igualdad, lo debe revalorizar en un horizonte ampliado, sin dogmas deterministas, pero con pol¨ªticas tan concretas como puedan serlo, en primer¨ªsimo lugar, la oportunidad educativa en todas sus dimensiones modernas: educaci¨®n b¨¢sica, superior y, desde ahora, vitalicia.
Quienes se oponen a la innovaci¨®n, conducen a los obreros al fracaso. La nueva izquierda no puede ser un neo-luddismo sino una pol¨ªtica de oportunidades crecientes para el trabajo mediante arreglos contractuales que tomen en cuenta no s¨®lo la flexibilidad de las empresas, sino la de los trabajadores. Han muerto el fordismo capitalista y el estajanovismo sovi¨¦tico. M¨¢s que pol¨ªticas de pleno empleo, la izquierda debe definirse a favor del empleo satisfactorio que puede conducir a un creciente empleo con m¨¢s trabajos temporales, de duraci¨®n limitada y movilidad mayor, lo cual, para regresar a la base misma del proyecto, implica contar con sistemas de educaci¨®n y entrenamiento continuos. El Gobierno franc¨¦s de Jospin es el que m¨¢s r¨¢pidamente se dio cuenta de que la econom¨ªa moderna multiplica el destino del trabajo e implica mejor salario con menos horas en m¨¢s ocupaciones.
M¨¢s crecimiento con m¨¢s igualdad. Ello requiere medidas tan concretas como la modernizaci¨®n de la infraestructura regulatoria de la econom¨ªa, reformas fiscales, reformas de los mercados financieros, del sector bancario y de las empresas. Ello requiere una constante negociaci¨®n social para combatir la inflaci¨®n aumentando los ingresos reales de los trabajadores.
La izquierda puede atestiguar que la globalizaci¨®n no es ni un monstruo ni un valor en s¨ª. No se trata de sujetarla a un juicio de valor, sino de someterla a poderes pol¨ªticos responsables y elegidos. Gobernada, la globalidad es una oportunidad para todos. Sin gobierno, redunda en la anarqu¨ªa y desigualdad para todos. Hoy, globalidad e irresponsabilidad fraternizan en exceso. La izquierda deber¨¢ insistir en la necesidad de un ordenamiento pol¨ªtico internacional que 'regule la expansi¨®n y la haga conciliable con los valores de la democracia, de la libertad individual y colectiva, as¨ª como la justa distribuci¨®n de la riqueza' (D'Alema).
El futuro de la izquierda, ha dicho el ex primer ministro italiano, es id¨¦ntico a su capacidad de proponer y transformarse.
No hay izquierda que no sepa proyectar el futuro sin sacrificar valores permanentes de igualdad (no igualitarismo o nivelaci¨®n) junto con valores de libertad para escoger, junto con valores que nos liberen de la necesidad. El capitalismo propone las razones de la econom¨ªa. Pero la democracia propone los valores del consenso pol¨ªtico. En el compromiso entre ambos, la izquierda es el espacio pol¨ªtico en el que los m¨¢s d¨¦biles de la sociedad y del mercado pueden combatir y negociar sus conquistas.
El desaf¨ªo, por supuesto, es muy grande. Otra parte, m¨¢s radical, de la izquierda argumenta que el capitalismo global ha dejado de buscar consensos y vive en constante contradicci¨®n con su propio Estado de derecho y sus propias declaraciones de derechos humanos. No hay derechos del hombre. Hay derechos del mercado.
Esta cr¨ªtica radical no excluye, al cabo, las metas de primac¨ªa pol¨ªtica y gobernanza de la globalidad que propone la izquierda reformista. Pensar lo contrario es darle todas las ventajas al statu quo y animar, incluso, el desaliento ante lo supuestamente inevitable. La democracia de izquierda ofrece, en cambio, m¨²ltiples pautas para seguir distinguiendo, como nos lo pide Bobbio, a derecha e izquierda, otorg¨¢ndole a ¨¦sta el proyecto de m¨¢s crecimiento con m¨¢s igualdad.
No paso por alto, sin embargo, la saludable actitud de mi amiga Rossana Rosanda: es preferible tener m¨¢s dudas que razonables certezas. Ello, quiz¨¢s, tambi¨¦n es parte de una nueva izquierda que abandona los terribles lastres de los dogmatismos que han conducido, una y otra vez, a su fragmentaci¨®n, ayuno pro positivo y, al cabo, derrotas. Duele admitir que el caso de la izquierda mexicana es particularmente ilustrativo en este respecto.
Despu¨¦s de las elecciones democr¨¢ticas del 2 de julio de 2000, que pusieron fin a 71 a?os de gobierno por un partido ¨²nico (el PRI o Partido Revolucionario Institucional), la vida partidista mexicana revel¨® su anacr¨®nica insuficiencia. El PRI viv¨ªa de su simbiosis con el presidente de la Rep¨²blica. PRI sin presidente es como huevo sin sal: una gallina descabezada corriendo a tontas y a locas por un corral cercado de nopales. El PRD (Partido de la Revoluci¨®n Democr¨¢tica) represent¨® la oposici¨®n de izquierda al PRI, pero, como ¨¦ste, da muestras de desfallecimiento interno. Sus consignas contra el PRI ya no tienen sentido: ambos son partidos de oposici¨®n. Pero las propuestas del PRD se parecen demasiado a las de la vieja izquierda nacionalista, hambrienta de un macroestado, grande por su tama?o aunque peque?o por su eficiencia. Renuente a aprovechar las ventajas del mundo moderno e inclinada a condenarlas en bloque como parte de un complot contra la naci¨®n, exonerante de las dictaduras extranjeras si se dicen de izquierda, la izquierda mexicana requiere una puesta al d¨ªa que la conduzca por el camino de la socialdemocracia. Hay una parte del viejo PRI sin redenci¨®n: son los llamados dinosaurios, incapaces de abandonar sus a?oradas pr¨¢cticas del fraude electoral. Pero hay otra parte de talante socialdem¨®crata que preserva las mejores tradiciones de la revoluci¨®n mexicana, pero las pone al d¨ªa en un pa¨ªs abierto al mundo, a la modernidad cr¨ªtica y a las oportunidades de construir globalidad y modernidad a partir de la localidad. Es m¨¢s: esta corriente renovadora del PRI no concibe al partido como revancha, sino como oportunidad de ser un verdadero partido pol¨ªtico, no simple ap¨¦ndice tutelado del presidente de la Rep¨²blica.
La centroderecha (el Partido de Acci¨®n Nacional del presidente Vicente Fox) est¨¢ en el poder. Frente a ¨¦l, la ¨²nica oposici¨®n viable, a la postre, es la socialdemocracia de centroizquierda.
?Es ilusorio hablar de un fortalecimiento de la izquierda en M¨¦xico a la vista de sus debilidades actuales? Recordemos la debilidad del Partido Socialista franc¨¦s, pr¨¢cticamente aniquilado por la ineptitud de Guy Mollet y la aventura de Suez, y su vuelta a la vida tras el Congreso de 1971, que eventualmente llev¨® al poder a Fran?ois Mitterrand 10 a?os m¨¢s tarde.
Evoquemos la postraci¨®n del Partido Laborista ingl¨¦s bajo James Callaghan en 1979, la aparente invencibilidad de los conservadores durante el reino de Margaret Thatcher, dispuesta a matar para siempre a la izquierda brit¨¢nica, y su triunfante resurrecci¨®n con Tony Blair: el Partido Laborista tiene ante s¨ª un horizonte ancho y largo para ejercer el poder.
Pero, sobre todo -lo que m¨¢s nos interesa a los latinoamericanos-, la transici¨®n democr¨¢tica espa?ola ha sido el gran ejemplo del paso de una dictadura mucho m¨¢s dura que el PRI a un Estado democr¨¢tico. Cuatro d¨¦cadas de guerra civil y dictadura franquista impusieron obligaciones a Espa?a que sus actores pol¨ªticos -de Adolfo Su¨¢rez a Santiago Carrillo- supieron cumplir con el ¨¢nimo de servir al pa¨ªs y a la democracia, no a sus intereses partidistas. El rey Juan Carlos fue el gran mediador de todas las tendencias, el fiel de la balanza. La izquierda posfranquista lleg¨® al poder en 1982, con un pol¨ªtico excepcional, Felipe Gonz¨¢lez. Durante 13 a?os, Gonz¨¢lez y el PSOE enfrentaron y resolvieron el gran problema del posfranquismo: equiparar las estructuras pol¨ªticas al desarrollo econ¨®mico y social. Demostraron que la izquierda moderna puede satisfacer las demandas del crecimiento junto con las de la justicia social, all¨ª donde la derecha recalcitrante s¨®lo contempla, sea la restauraci¨®n de a?ejos privilegios, sea la exclusi¨®n pura y llana de las demandas sociales. Al integrar a Espa?a a la Comunidad Econ¨®mica Europea, el Gobierno de Gonz¨¢lez no perdi¨® soberan¨ªa: gan¨® cooperaci¨®n. Espa?a nos dio la prueba de una izquierda democr¨¢tica que no satanice ni a la empresa privada ni al Estado, sino que a ambos les d¨¦ sus funciones propias y ¨¦stas se sostengan sobre el vigor y pluralidad de la sociedad civil, la vida partidista y el ejercicio efectivo y vigilante de los procesos democr¨¢ticos.
Am¨¦rica Latina, donde los estragos del estatismo excesivo por una parte y del mercado salvaje por la otra han demostrado sus respectivas insuficiencias para atender la pavorosa miseria y desigualdad de un continente de 400 millones de seres donde 200 millones se encuentran sumidos en la pobreza, tiene el derecho de confiar en una izquierda democr¨¢tica pos-sovi¨¦tica que le devuelva poder a la gente en un marco de atenci¨®n a las prioridades del orden social: salud, educaci¨®n, techo, trabajo, salarios, infraestructuras, derechos de la mujer, cuidado para la tercera edad, respeto a las minor¨ªas sexuales y a la libertad de expresi¨®n, protecci¨®n a las etnias, combate al crimen, seguridad ciudadana. Una izquierda menos ideol¨®gica y m¨¢s tem¨¢tica.
La izquierda a?orante de lo que ya no fue no puede ser una izquierda constructiva de lo que debe ser. Pero la izquierda en el poder debe admitir siempre la existencia de otra izquierda fuera del poder: la que resiste al poder, hasta cuando (incluso cuando) es el poder de izquierda. ?ste ser¨¢ el desaf¨ªo para la izquierda del siglo XXI. Aprender a oponerse a s¨ª misma para nunca m¨¢s caer en los dogmas, falsificaciones y arbitrariedades que la mancillaron durante el siglo XX.
Por ello, nunca est¨¢n de m¨¢s las cr¨ªticas radicales de la izquierda a la izquierda, como las del polit¨®logo brasile?o Roberto Mangabeira Unger, cuando advierte que no es misi¨®n de la izquierda humanizar lo inevitable, sino evitar lo inhumano.
Carlos Fuentes es escritor mexicano.
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