Electores y representantes
Vaya por delante la tesis: la crisis actual del Partido Socialista de Euskadi no es una cuesti¨®n interna que debe resolverse entre los afiliados, sin interferencias externas, como reclaman insistentemente sus gestores actuales. Lo ser¨ªa si el problema que les acucia fuera una lucha fraccional por parcelas de poder, o de ¨ªndole organizativa, o de liderazgo personal. Pero si no es un problema de esta clase (como ellos afirman y nosotros creemos), se trata entonces de un problema sobre la orientaci¨®n y pr¨¢ctica pol¨ªtica del partido en la situaci¨®n concreta que todos vivimos. Y tal cosa no es una cuesti¨®n meramente interna.
?Es necesario detallar de qu¨¦ alternativa pol¨ªtica hablamos como base del problema? Ciertamente no. Todos los que nos sentimos de alguna forma pertenecientes al ¨¢mbito del progresismo en este pa¨ªs intu¨ªmos cu¨¢l es la alternativa pol¨ªtica que enfrenta a los miembros del PSE. Es m¨¢s, cuando las fracciones conceptualizan sus ofertas ideol¨®gicas descubrimos que lo hacen en t¨¦rminos casi intercambiables, de puro id¨¦nticos que son los principios de ambas (salvo el inefable Od¨®n Elorza, que hace unos d¨ªas fue capaz de ofrecernos como propio de su socialismo vasquista nada menos que el programa de Izquierda Unida). La diferencia no est¨¢ en las ideas, est¨¢ en la praxis. La crisis no es de principios ni de conceptos, es de estrategia.
'Lo que debate el PSE no es una 'cuesti¨®n interna'; afecta tambi¨¦n a quienes le votamos'
?Y por qu¨¦ afirmo que un problema de orientaci¨®n estrat¨¦gica no es una cuesti¨®n interna? Pues porque sobre esa cuesti¨®n tambi¨¦n tenemos voz nada menos que 253.195 ciudadanos que, sin embargo, parecemos olvidados en la refriega: es decir, quienes votamos al PSE en mayo de 2001. En aquellas elecciones se vot¨® por un programa y una promesa de acci¨®n pol¨ªtica que ofertaba aut¨®nomamente el PSE, y esa oferta vincula al partido con sus votantes. No votamos ese programa y esa pol¨ªtica s¨®lo para el caso de que se ganasen las elecciones, como algunos parecen ahora sugerir, sino tambi¨¦n para el caso de que se perdiesen. La percepci¨®n de derrota interiorizada por algunos socialistas no les autoriza a romper sus promesas y cambiar de pol¨ªtica. ?O es que algunos cre¨ªan tan poco en lo que ofertaban que han aprovechado esa sensaci¨®n de derrota para tirarlo por la borda? ?Qu¨¦ hubiera pasado, entonces, si llegan a ganar junto al PP?
Una de las paradojas de la democracia representativa liberal es que los electores carecen de medios para obligar a sus representantes a cumplir sus promesas. Bernard Manin ha tratado este tema de manera brillante en un libro ya cl¨¢sico. La democracia no es el gobierno del pueblo que act¨²a a trav¨¦s de sus representantes electos, como ret¨®ricamente se considera, puesto que el pueblo no puede obligarles a cumplir lo prometido. Imposibilidad que no es casual, sino que responde a un deliberado dise?o de nuestras instituciones representativas, que aparece ya en las discusiones previas a la Constituci¨®n de los Estados Unidos. Desde el momento en que se excluyeron el mandato imperativo y el principio de revocabilidad de los representantes se eliminaron los dos ¨²nicos medios directos que posibilitaban que el elector obligase al elegido a cumplir sus promesas. As¨ª las cosas, este cumplimiento queda, en gran medida, confiado a la voluntad del propio representante (que en nuestros d¨ªas no es una persona concreta sino el partido pol¨ªtico).
?C¨®mo puede entonces el elector coaccionar indirectamente a su representante para que cumpla lo prometido? ?C¨®mo podemos los votantes socialistas hacer llegar eficazmente al PSE nuestra preocupaci¨®n ante un posible abandono de lo prometido? S¨®lo existen dos palancas: la opini¨®n p¨²blica y el voto retrospectivo.
Es necesario el debate p¨²blico de las alternativas del PSE. El partido no puede refugiarse en la c¨®moda tesis de la 'cuesti¨®n interna' para ignorar la opini¨®n del sector de la sociedad que confi¨® en ellos. No debe desautorizar a quienes opinan p¨²blicamente tach¨¢ndoles de 'fil¨®sofos moralistas' o de 'v¨ªctimas rencorosas' que nada saben de pol¨ªtica realista, v¨ªa que para su verg¨¹enza inauguraron hace meses algunos comentaristas. Debe acoger en su debate la opini¨®n de esa 'sociedad civil' que en otras ocasiones tanto reclama. Esta es una buena ocasi¨®n para demostrar en carne propia en qu¨¦ consiste la tan cacareada democracia participativa.
Tampoco puede el PSE acogerse al expediente de invocar como decisiva una presunta voluntad general de la sociedad vasca, manifestada en las ¨²ltimas elecciones, que le obligar¨ªa a cambiar de pol¨ªtica. No existe una voluntad general de la sociedad (idea holista y peligrosa que puso en circulaci¨®n Rousseau), sino muchas voluntades parciales de ciudadanos de carne y hueso, voluntades que se agrupan en facciones y partidos. El PSE debe seguir la voluntad de la facci¨®n que le apoy¨®, no la de los sectores que no le confiaron su voto.
La otra palanca que posee el elector es el voto retrospectivo, es decir, el voto del elector que act¨²a no en funci¨®n de los programas de futuro que presentan los candidatos, sino del grado de cumplimiento de sus promesas en el pasado. El votante que, en aparente contradicci¨®n, mira al pasado en lugar de al futuro. S¨®lo si el ciudadano castiga inexorablemente en las elecciones a los pol¨ªticos o partidos incumplidores, podr¨¢ conseguir que ¨¦stos cumplan sus promesas. Sin embargo, ?c¨®mo puede operar activamente hoy un voto que se depositar¨¢ en el futuro? Consiguiendo que el partido afectado lo anticipe. Es decir, que el PSE interiorice hoy el temor de que un incumplimiento de sus promesas puede acarrearle una sanci¨®n electoral futura.
Es obvio que hay sectores del PSE que cuentan con que los alineamientos partidistas en Euskalherria est¨¢n casi petrificados y, gracias a ello, los votantes no se mover¨¢n de su corralito por mucho que se incumplan las promesas. Hay mucho de cierto en esta impresi¨®n, pero tambi¨¦n hay una sensaci¨®n flotando en muchas mentes: la de que en esta ocasi¨®n el PSE se juega su futuro como opci¨®n cre¨ªble de gobierno, y no s¨®lo en el Pa¨ªs Vasco. Har¨ªa bien en tenerlo muy en cuenta.
Jos¨¦ Mar¨ªa Ruiz Soroa es abogado.
Tu suscripci¨®n se est¨¢ usando en otro dispositivo
?Quieres a?adir otro usuario a tu suscripci¨®n?
Si contin¨²as leyendo en este dispositivo, no se podr¨¢ leer en el otro.
FlechaTu suscripci¨®n se est¨¢ usando en otro dispositivo y solo puedes acceder a EL PA?S desde un dispositivo a la vez.
Si quieres compartir tu cuenta, cambia tu suscripci¨®n a la modalidad Premium, as¨ª podr¨¢s a?adir otro usuario. Cada uno acceder¨¢ con su propia cuenta de email, lo que os permitir¨¢ personalizar vuestra experiencia en EL PA?S.
En el caso de no saber qui¨¦n est¨¢ usando tu cuenta, te recomendamos cambiar tu contrase?a aqu¨ª.
Si decides continuar compartiendo tu cuenta, este mensaje se mostrar¨¢ en tu dispositivo y en el de la otra persona que est¨¢ usando tu cuenta de forma indefinida, afectando a tu experiencia de lectura. Puedes consultar aqu¨ª los t¨¦rminos y condiciones de la suscripci¨®n digital.